¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?

cosas malas a la gente buena

Se cuenta la historia de un viejo y cortés campesino que había ahorrado mucho dinero para comprar un esbelto caballo. “¡Al fin!” –exclamó el viejo, cuando se reunieron todos los vecinos para compartir su alegría– “este caballo no salió ni un instante de mi cabeza en los últimos años. Ahora es el momento de celebrar”. 

El campesino lo cuidaba y atendía con mucho esmero, lo trataba como a la joya de sus posesiones. Cierto día, sin embargo, y para lamento del campesino, el caballo se escapó. 

—¡Viejo! ¡Qué mala suerte que el caballo se haya escapado! –le decían los vecinos con empatía–.

—Si es mala suerte o buena suerte, no lo sé. Solo Dios lo sabe –respondió el campesino–.

Días después el caballo regresó, pero vino ahora acompañado de una gran manada de caballos salvajes. Nuevamente los vecinos vinieron a visitarle, pero ahora le felicitaban por su buena suerte.

—Si es mala suerte o buena suerte, no lo sé –les recordó el campesino–. Solo Dios lo sabe.

Poco tiempo después de la llegada de los caballos, la tranquilidad una vez más se vio sacudida: el hijo del campesino se cayó de uno de los caballos y se rompió una pierna. Regresaron los vecinos y ahora pedían disculpas por haberse equivocado al decir que la llegada de los caballos era motivo de la buena suerte.

—Si es mala suerte o buena suerte, no lo sé. Solo Dios lo sabe.

Semanas después estalló la guerra entre aquel país y un país vecino, y el gobierno decretó recluta militar obligatoria para todo joven mayor de 18 años. ¿Y sabes qué? El hijo del campesino fue pasado por alto debido a que tenía una pierna fracturada. Hicieron su aparición los vecinos, pero…

—Si es mala suerte o buena suerte, no lo sé. Solo Dios lo sabe –respondió el campesino–. [Adaptado de Max Lucado, In the Eye of the Storm, 144-147].

No se trata de blancos y negros

El punto principal que sugiero al citar esta historia, es la tendencia humana a razonar explicaciones prematuras para los acontecimientos de la vida. 

Cuando algo aparentemente malo sucede, es como si un mecanismo dentro de nosotros se activara y fabricara alguna clase de explicación para dar consuelo a los afectados. 

En ese intento de explicar, los seres humanos hemos inventado el karma, la suerte, el destino, y los cristianos hemos usado “Dios tiene un plan” o “Él nunca se equivoca”. Volveremos a estos asuntos luego. 

Mientras tanto, quiero enfatizar esta tendencia innata nuestra a explicar. Pero, ¿acaso existen fórmulas que sirvan para explicar todo lo que ocurre?

Un segundo problema que se pone de relieve es que, a menudo, nos sentimos inclinados a clasificar personas, cosas y acontecimientos como blancos o negros

El detalle  es que mientras vamos madurando y aprendiendo, nos toca reconocer que las fuerzas que se entretejen en la vida no son tan fáciles de clasificar. Muchas cosas que a primera vista podría parecernos malas, resultan siendo una bendición. Y cosas que podrían aparentar ser magníficas, acaban siendo calamitosas. 

Todavía más relevante para nuestra discusión, es la clasificación de las personas como buenas o malas

Solo sería necesario preguntarnos a nosotros mismos en cuál sector nos colocaríamos, y nos daremos cuenta que estas clasificaciones son sumamente artificiales. De todas maneras, en muchas ocasiones estas nomenclaturas son acertadas. Pero esto nos sugiere, al menos, la necesidad de tener prudencia.

Desde ya quisiera que meditemos: cuando preguntamos “¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?”, ¿podemos estar seguros que esas cosas son realmente “malas”?,  por otro lado, ¿Son correctos (desde la óptica Divina)  nuestros criterios para considerar a esa persona como “buena”? Finalmente, ¿Es acertada nuestra filosofía de una retribución moralista, como si la vida en este mundo fuera simplemente blancos o negros? Comencemos con esta última pregunta.

Un mundo «ideal»: El marco general

Desde que la escuché por primera vez, siempre ha sido de mi agrado una de las canciones que llegó a formar parte del repertorio principal de la película Aladdin. “Un mundo ideal”, es una composición con una letra hermosa, llena de sentimientos profundos. Pero para efectos de nuestra discusión, debemos preguntarnos: ¿Existe tal cosa como un “mundo ideal”? 

Un pequeño vistazo al dolor y la corrupción que nos rodea debería sacar de nuestros labios un ¡No! enfático. 

Sin embargo, cuando exigimos que a las personas buenas les sucedan cosas buenas, y a las malas les pasen cosas malas, nos estamos trasladando de nuestro contexto real humano a un «mundo ideal». 

“Pero”  ̶ podrías replicar tú ̶ . “¿Por qué vivimos en un mundo tan no-ideal si se supone que tenemos un Dios justo y misericordioso?” 

El sufrimiento: Una mancha negra

El mal y el sufrimiento de este mundo son una mancha increíblemente grande que no es posible disimular. Ni yo ni nadie podemos tapar el sol con un dedo. 

Estamos tan acostumbrados a la maldad, que cuando acontecen cosas buenas, es difícil creer en ellas. Las miramos de lejos, de reojo. Sospechamos de la amabilidad y la generosidad; y el interés y la cortesía podrían ocultar segundas intenciones. 

Lo que sí catalogamos como “normal” son los asesinatos,  robos, escándalos y abusos. De hecho, es posible que, proporcionalmente, te hayan sucedido muchas más cosas malas que buenas esta semana.  

El sufrimiento es nuestro pan de cada día, y es una mancha negra muy grande para el mundo cristiano si quiere proponer la existencia de un Dios justo, amoroso y omnipotente a la vez.

Entonces, ¿Qué hacemos con la mancha? ¿La lavamos con el cloro de nuestras explicaciones parciales? ¿Nos obsesionamos con ella y permitimos que nos arruine el cuadro completo? ¿Nos olvidamos de ella, seguimos adelante sin mirar hacia los lados? ¿La maquillamos con filosofías humanistas para que no se vea tan oscura? O qué tal si nos preguntamos: ¿Ha dado ese Dios algunas pistas para tratar con ella?

La rareza del bien

Antes de continuar avanzando, quisiera que nos detengamos por un momento en el bien. Si, esa patología extraña cuyos síntomas se podrían confundir con la demencia o la esquizofrenia.

Hace tiempo me contaba un amigo la historia de cómo perdió su cartera con alrededor de 180$ dentro (mucho dinero aquí en nuestro país) cuando estaba comprando unos pastelitos. 

Me decía que unas horas después de haber regresado a su casa, empezó a sentir inquietud por la cartera. No se acordaba dónde la había colocado, así que estuvo revisando por aquí y por allá, luego en el carro, pero no la pudo hallar. Fue hasta el establecimiento donde compró los pastelitos y no le dieron respuesta. 

Antes de irse, le preguntó a un vecino que estaba sentado a un lado de la carretera si había visto algo, y este le dio un número de teléfono. Llamó, y resultó ser un hombre que había llegado al local al mismo tiempo que él, vio que dejó la cartera tirada, la tomó, y le dio su número al vecino para que lo contactara. Se pusieron de acuerdo, y el señor le entregó la cartera con todo lo que llevaba adentro. 

¿Cómo explicamos el bien? ¿Cómo es que en un mundo no-ideal como este, aún hay personas que creen, ayudan, sirven, son fieles a sus principios, aman sinceramente, se dan a sí mismos en favor de los demás, y andan en integridad? Es difícil entender cómo estos extraterrestres caminan entre nosotros después de milenios de degradación moral cada vez más creciente. 

Creo que nos equivocamos al decir “Dios no existe. Porque si existiera, no habría sufrimiento en el mundo”. Más bien, una observación más detenida nos lleva a decir “Dios existe. Porque si no existiera, no habría nada de bien en el mundo”.

Exploremos entonces qué nos dice Dios en su Palabra sobre cómo confrontar a esta gran mancha negra del sufrimiento.

Golpe de estado

Notemos en primer lugar lo que dice 1 Juan 5:19 “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”. En este pasaje el apóstol Juan afirma varias realidades: 1) Hay un Dios, 2) Hay un pueblo de Dios, 3) Hay un enemigo, 4) El mundo está bajo el control de ese enemigo. 

Por tanto, el bien en este mundo sería resultado de la actividad de Dios, mientras que el mal y el sufrimiento sería consecuencia de la operación del enemigo. 

Pero si la Biblia habla de Dios como creador y gobernador del universo (Ej. Salmos 24:1,2), ¿Cómo rayos es que también habla de un enemigo que tiene dominio sobre el mundo? Y surge también la pregunta: ¿Por qué Dios no acaba con el maligno?

Con el paso del tiempo los cristianos hemos llegado a entender cada vez más esta lucha de poderes que hay en el universo. No hay espacio para explicar todos los detalles, pero comentaremos lo que es de nuestro interés aquí. 

En resumidas cuentas, Dios creó a los ángeles libres de pensar y tomar decisiones. Uno de ellos se rebeló contra su gobierno, arrastró tras sí a una parte de los ángeles (Apocalipsis 12:7-9), y usurpó la administración de la tierra al llevar a Adán (el corregente de Dios) a ejercer su libertad en favor de la desobediencia a Dios y el pecado. 

En ese momento, Satanás dio algo así como un «golpe de estado» al gobierno de Dios en este mundo. 

En el NT se afirma numerosas veces la realidad de este gobernante usurpador (Ej. Lucas 4:6, Juan 12:31, 2 Corintios 4:4). Así que el sufrimiento en el mundo no viene de Dios, él creó “Un mundo ideal”, pero nosotros preferimos el gobierno del usurpador. Y aun después de todo, Dios está trabajando para redimir a sus hijos de este poder tirano y extirparlo para siempre.

Volvemos a la pregunta ¿Por qué Dios no hace nada? En realidad sí hace algo, y mucho. Pero para poder erradicar el sufrimiento por completo, de tal manera que nunca más queden dudas de su justicia y amor, debe completar el plan establecido desde la “fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8). 

Al final, destruirá al enemigo, salvará a su pueblo, y restaurará la paz de su universo ideal

Enfatizo: El sufrimiento no es parte del plan de Dios, y nunca lo fue. Por ahora, Él tolera el mal por respeto a la decisión del hombre; pero es la causa directa del bien que todavía existe entre nosotros. 

Él asume la responsabilidad

Sin embargo, es digno de destacar que la Biblia nunca intenta dilucidar el problema del sufrimiento. Nos da pistas por aquí y por allá, pero Dios nunca trata de defenderse. De hecho, él asume toda la responsabilidad por lo que acontece en este mundo

Incluso en el libro de Job, donde vemos más claramente revelado el conflicto de las fuerzas cósmicas, Dios nunca le aclaró a Job qué fue lo que sucedió en realidad. Al contrario, Él asumió toda la responsabilidad por lo que sobrevino en su vida, y en su diálogo con Job al final del libro (capítulos 38-41) prácticamente lo que le dice es: Tú no puedes entender cómo gobierno yo el mundo, solo confía. 

De hecho, la ausencia casi total de Satanás en el AT es testimonio de esto. Dios está dispuesto a asumir la responsabilidad por todo lo que sucede (Isaías 45:6, 7), al fin y al cabo, Él es Dios. 

No excusará sus decisiones con respecto a la rebelión, solo nos pide que confiemos que está haciendo lo mejor que puede para nosotros.

Esto es una advertencia para los que tratan de defender a Dios; si él mismo no ha tenido a bien hacerlo, ¿por qué lo haremos nosotros?

Con este pensamiento en mente hemos tratado de establecer que una filosofía de retribución moralista sería totalmente aplicable en el mundo tal cual como Dios lo creó. Pero en un contexto donde el bien y el mal se encuentran en acérrima lucha, las cosas no son tan sencillas. Seguiremos avanzando con mucho respeto y cautela.

¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?: El marco específico

Dado el contexto de lucha en nuestro mundo, está claro que no es tan fácil definir por qué suceden las cosas. Pero ya hemos establecido que el sufrimiento y el mal son producto de la obra del maligno, y Dios está trabajando para erradicarlo. 

Ahora debemos profundizar un poco más en el porqué de los sucesos específicos en la vida de las personas. Evaluaremos primero nuestros conceptos de las personas «buenas», y las cosas «malas».

Buenas personas

Cuando llegué mi primer semestre a la universidad, fue muy fácil clasificar de primera mano quienes eran «buenos» o «malos». Sus hábitos, la forma de tratar con los demás, de caminar, de vestir, de mirar, la manera cómo respondían a mis preguntas o inquietudes, etc. Son muchos los criterios que usamos para definir quién es malo o bueno. 

Inconscientemente todos hacemos lo mismo en nuestra cotidianidad. Llevamos dos bolsas, y mientras caminamos vamos metiendo a cada quién en la bolsa que corresponde. 

Pero así como a mí en la universidad, probablemente también te haya sucedido que has tenido que cambiar personas de saco al conocerlas mejor. Y mientras más profundamente las conocemos, encontramos cosas muy buenas, pero también aspectos negativos.

Por poner un ejemplo: Imaginemos a una joven amable, cariñosa, elocuente, servicial, buena hija y activa en su comunidad. Nadie dudaría colocarla en su «saco bueno». 

Pero si viéramos un poco más allá   ̶ es decir, si viéramos como Dios ve ̶ , notaríamos una semilla de egoísmo y orgullo. Eso de ninguna manera le quitaría la buena nota, ya que la tendencia general de su vida es hacia el bien. 

Pero trato de hacer ver que aún las mejores personas que conocemos, luchan con hábitos y tendencias que deben corregirse y mejorarse para poder crecer. Aunque algunas ni siquiera se dan cuenta de ellas. 

A su vez, en ocasiones, podríamos estar totalmente equivocados sobre una persona al considerarla «buena» por su apariencia, cuando en su corazón puede haber todo lo contrario (1 Samuel 16:7).

El deseo de Dios es llevar a sus hijos de lo «malo» a lo «bueno», y de lo bueno a lo «mejor». 

Y para lograr su objetivo, sus métodos no son siempre convencionales según nuestra manera de ver. A veces los consideraremos injustos, porque no tenemos el panorama completo. Pero Dios sí lo tiene, y sabe lo que necesitamos.

Vamos a eso a continuación.

Cosas malas

Las cosas malas no siempre son malas.

Aunque la vasta mayoría de las que ocurren son obra del diablo, es cierto que algunas vienen de parte de Dios. La biblia habla de esto como la “Disciplina Divina” (Apocalipsis 3:19), que Dios aplica solamente porque nos ama, para ayudarnos en el proceso del crecimiento. 

Estas eventualidades, que podríamos a primera vista catalogarlas como «cosas malas», resultan ser oportunidades para vencer nuestros malos hábitos, amar y confiar más en nuestro Dios, entender su voluntad para nuestra vida, y tantas otras cosas que Dios trata de decirnos a través de ellas.

Así que, las personas «buenas» a veces necesitan esta clase de «cosas malas», para llegar a ser «mejores». En estos casos, podemos decir que Dios es el responsable directo de estos hechos. 

No debemos alarmarnos porque un cristiano sufra (Cristo lo dijo en Juan 16:33), al contrario, podemos ver en cada hecho de nuestra vida  ̶ sea que venga de Dios o del enemigo ̶  la mano de Dios que conduce todo para el crecimiento de sus hijos, y especialmente para su propósito superior: Que alcancemos la vida eterna (2 Pedro 3:9). 

Es necesario ver esto como un padre que sabe que para que su hijo madure y llegue a ser independiente, no solo se le puede complacer. En este proceso, a veces el regaño y la disciplina son necesarios al igual que el cariño, pero ambos procederes son hechos por amor. 

Es lógico entonces que, si las cosas malas en apariencia no siempre son malas en realidad, probablemente las cosas buenas en apariencia, resultan no serlo tampoco. 

El triunfo tiene un precio

Es necesario responder una última cuestión. ¿Por qué Dios permite que Satanás traiga dolor, tentación,  muerte y sufrimiento sobre nuestras vidas? 

Debo admitir que esto no es fácil, ni aún para Dios. Él sufre y llora con sus hijos que padecen (Ver Juan 11:35). Con cada cosa que nos aqueja, podemos estar seguros que nuestro Dios está a nuestro lado y simpatiza con nosotros en nuestras tristezas y dolores. Pero esto tiene que ocurrir, y él debe permitirlo.

Satanás le echa en cara a Dios que los seres humanos solo le somos fieles cuando las cosas están bien. Y lamentablemente muchos le hemos dado la razón. Por eso Dios no impedirá que Satanás nos cause mal, nuestra libertad debe ser sometida al fuego, para que nuestra decisión de permanecer leales sea notoria a todo el universo. 

Cuando cedemos ante las cosas malas que ocurren, demostramos que Satanás tenía razón. Pero cuando no permitimos que los males desvíen nuestra mirada del rostro de Dios, dejamos en evidencia que Satanás siempre ha estado equivocado, declaramos que no somos fieles a Dios solo porque nos conviene, sino porque le amamos con todo nuestro ser, y confiamos en su palabra eterna.

¿Podemos entender un poco la situación tan delicada en la cual está nuestro Padre? Por un lado, sufre al tener que vernos desfallecer con los males de esta vida, pero por otro no puede negar a Satanás poner en tela de juicio nuestra libertad. 

Sin embargo, el triunfo final y la liberación de todo llanto y dolor está asegurado para los que decidan permanecer inconmovibles en su fe (Apocalipsis 21:4). Además, él ha prometido impedir que seamos probados más de lo que podemos soportar (1 Corintios 10:13), y fuerza para resistir al Diablo en el transitar (1 Corintios 1:8).

La respuesta final

En realidad, la respuesta a nuestra pregunta ¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? es que no hay una sola respuesta. No hay un argumento o una fórmula que valga para explicar todo el mal que sucede en el mundo. 

Como ya vimos, algunas cosas son producto de la obra del diablo, a la par que otras vienen de la mano de Dios para traernos más cerca de él. 

En el momento del dolor mismo no es fácil definir si es la una o la otra, pero sí tenemos la garantía que, si permanecemos fieles, Dios conducirá todo lo que nos ocurra –incluso lo que causa Satanás– para nuestro bienestar eterno. 

A pesar de las variables que hemos comentado aquí, la gran mancha todavía estará presente. Saldremos a la calle y veremos en todo derredor sus consecuencias. Debo concluir que nunca habrá una respuesta que nos satisfaga al punto que el dolor ya no sea lo que es. 

Y creo que Dios no ha dado esta explicación a propósito, pues el día que dejemos de sentirnos incómodos ante el mal que ocurre en nuestro mundo, habremos perdido lo que Dios ha tratado de preservar: El anhelo de algo mucho mejor. Y ese algo, Él ya lo ha preparado para sus hijos.

Mientras ese momento llega, cuando nuestro Dios nos aclarará todas las cosas, escuchemos las palabras de Jesús cuando dice “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora. Pero lo entenderás después” (Juan 13:7).