¿Qué dice la Biblia sobre la pobreza?

pobreza en la biblia

Un hombre muy rico tomó la decisión de enseñarle a su hijo el valor del dinero, para esto, fue a una casa muy humilde donde vivía una familia de numerosos miembros. Les solicitó un servicio de cuidado para su hijo de una semana, mientras él se iba de viaje. La razón de toda esta actividad fue mostrarle a su hijo lo difícil que es la vida sin trabajo, sin recursos y sin la oportunidad de tener los lujos personales. 

Llegó el día, el niño miraba con asombro la pequeña casa, le disgustó un poco la apariencia de los niños, llenos de polvo y sin zapatos. Jamás había dormido en un cuarto con tantas personas en el mismo lugar, en esa casa todos dormían en la misma habitación. El papá rico se fue y lo dejo en aquel humilde lugar.

Cuando paso la semana, el papá esperaba encontrar a su hijo disgustado completamente tan mezquino estilo de vida (a su parecer), su sorpresa fue inédita. El niño había aprendido a caminar sin zapatos, a jugar fútbol con un balón espichado, moler maíz y hacer un campamento con sus sábanas en el mismo cuarto.

Al llegar a la casa el padre le preguntó:

– ¿Aprendiste la lección?

– Si papá, no cabe duda. Respondió el niño

Todavía no le quedaba esclarecida su respuesta, con un tono muy inquietante le hizo otra pregunta: 

– ¿Qué aprendiste? 

– Papá aprendí como se vive en realidad, nosotros tenemos una ducha con tina caliente, pero ellos tienen un río constante y enorme para gozar a toda hora. Ellos tienen un montón de perros de calle que son fieles a toda costa y cuidan la casa, aquí tenemos un solo perro de raza. Ellos duermen juntos en una sola habitación y pasan noches enteras contando las estrellas en sus propios colchones al aire libre, mientras que aquí cada uno tiene su habitación y muy pocas veces pasamos tanto tiempo juntos.

    ¿Qué hay dentro de ti?

Veamos el mayor ejemplo de abnegación de las Escrituras, a Jesús. Su amor por los hijos de la creación es tan inmenso que se despojó de su grandeza al aceptar nuestra naturaleza caída y morir por nosotros. Es muy raro conocer a alguien sin sueños de tener mucho dinero, pero más extraño es conocer a alguien rico deseoso de dar todo lo que tiene por una causa que a primeras no lo beneficia. ¿Es esta una afirmación de que la riqueza material es mala?

Observemos más ejemplos, si hablamos de hombres ricos para su época no podemos pasar por alto a Job. Después de nombrar todas sus posesiones se le da el título de “el más grande (rico) de todos los orientales” (Job 1:3). En este plano observamos un hombre tan rico para ser nombrado el más rico, en aquel tiempo de toda la tierra conocida, siendo un título estremecedor, no es la esencia de poder adquisitivo lo importante. Veamos en dos versículos anteriores su descripción: “era veraz, sin culpa y era recto y piadoso; él temía de Dios, y apartado del mal”, la forma como se describe a Job no es por casualidad. La introducción a su historia comienza con quien es en su interior, después lo que posee. Así también para cada uno de nosotros implica la carta de presentación a los demás. Para Dios lo más importante no es lo que tenemos (de por sí, es Él quien nos lo ha dado), sino quienes decidimos ser teniendo o no algún recurso material, sobre todo porque la bendición del Señor es segura, pero la voluntad de ser “veraz, recto e intachable” es nuestra al aceptar a Cristo en nuestra vida, no por nuestros méritos o adquisiciones monetarias.

Pudiéramos observar al rey Salomón, en un puesto de mucha importancia y riqueza, acertó su vida a serle fiel al Señor. Pero, durante un periodo su vida demacró su relación con Dios, gracias a los placeres mundanales. Es bien sabido que para pecar no se necesita dinero, con mucho o poco se logra tener un pensamiento escueto o no ser influenciado por el Espíritu Santo. Si es cierto que en dificultades somos más aferrados a creer en alguien que nos ayude, aunque el hecho de asumir una premisa de: “el rico está más cerca para pecar que el de necesidad” es un poco atrevido. Por esta razón, lo que hay en nosotros es la marca distintiva de nuestra vida, no lo que tenemos. 

La prosperidad trae sus peligros también, por ejemplo, podemos observar las ganas desmedidas de Judas al entregar a Jesús, no tanto por las piezas de plata, más bien por observar la grandeza de haber sido el escogido para establecer al Rey de los Judíos como soberano sobre el imperio romano. Igualmente, la escena del mismo Judas al obtener ganancias deshonestas de los escasos fondos para el mantenimiento del pequeño círculo de apóstoles al andar con Jesús, tomando una retribución según sus propios pensamientos, por su labor como seguidor de Cristo.

En cada caso, la necesidad de dinero no era un problema. La verdadera esencia estaba en a quien servían, al dinero o al Dador del dinero. Aquello que domine nuestra mente tendrá un puesto de influencia mayor al tomar nuestras decisiones. 

Habiendo vislumbrado como la riqueza puede llegar a estar en equilibrio en la relación personal con Dios y como puede ser un canal para la perdición, al meditar en las palabras de Job cuando lo perdió todo solo quedamos perplejos ante su voluntad de estar bajo la voluntad de Dios: “… El Señor dio, y Él quitó ¡Bendito sea su Nombre!” (Job 1:21).

¿Por qué existe la pobreza? 

Una vez nos preguntamos lo que pasaría si todo fuera gratis. Alzamos algunos puntos positivos:

  • Las personas trabajarían en aquello que les apasiona y se haría con esmero.
  • Nadie tendría la necesidad de robar.
  • Todos pudiéramos tener las mismas oportunidades.

Por supuesto que encontramos más beneficios, pero algo nos hizo dudar de todo esto: estamos pensando como si todos fuéramos las personas santas y perfectas al nivel de un hijo de Dios. Fue aquí cuando pensamos en algunos puntos negativos. Si soy rápido y obtengo todo el rubro, podría obtener fácilmente un dominio sobre las demás personas, aunque el rubro sea gratis no tendría la necesidad de regalarlo si no quiero. El valor del trabajo quizá se pondría por el piso. Muchas personas solo esperarían el trabajo de otros para poder vivir, habría un gran auge de sedentarismo en algunas partes. Muchos solamente aprovecharán el trabajo de los demás. 

Así vimos como la pobreza volvería a estar entre nosotros por el simple hecho de una mala administración de los recursos. Por el deseo egoísta de tener más que los demás. Tomando en cuenta las oportunidades en la vida de cada persona podemos observar con facilidad que no todos tenemos las mismas posibilidades de hacer una fortuna, sí de trabajar y obtener lo necesario para vivir, pero el mundo actual no está garantizado para tener un bienestar económico fijo como presentación cuando nacemos. 

La Biblia presentó un principio interesante, en ninguna se encuentra que en este mundo la pobreza dejará de existir, al contrario, dice en Deuteronomio 15:7 la necesidad de ser colaborar con el menesteroso. No hay duda alguna, la pobreza reinaría en este mundo. El Señor declaró al pueblo de Israel normas para ayudar a los prójimos más necesitados (Lev. 19:9-10). 

Es que la pobreza no es un hecho por sí mismo, es una consecuencia. El resultado de guerras, esclavitud, invasión, robos en masa, corrupción, entre otros es en muchos casos la pobreza. A nadie le gusta estar en penuria, porque conoces su existencia y lo difícil que es afrontarla, todavía más cuando quieres hacer algo para escapar de ella, sin embargo, todo está en contra. No tener lo necesario para vivir es el caso de muchas personas, en algunos casos por sus propias decisiones y en otros no fue la decisión de la persona. 

¿Dios tiene algún propósito con la pobreza? 

Jamás me había acostado sin comer, aún en las peores crisis del país, siempre había una provisión para poder controlar el hambre. Somos una familia pequeña, mi mamá, mi abuela y yo. Cuando empecé la universidad no estaba acostumbrado a cocinar, ni hacer los quehaceres del hogar. Tuve algunas dificultades en la residencia de caballeros, pero con buenos compañeros fui aprendiendo como lidiar con la separación familiar y la cocina. 

Llegaron los días grises, la comida del comedor era muy costosa. Aunque estudiaba y trabaja no me alcanzaba para pagar la matrícula con comida. Una noche hice una tortilla de maíz sin ningún relleno, se llama “tortilla con aire” entre los estudiantes. Esa noche solo pensaba en que iba a comer el día siguiente, porque sabía una sola cosa, ya no había nada en la caja de comida. Fui a clases esa mañana, tomé agua y me mantuve en ayuno hasta el mediodía. 

Para llegar a la entrada de la residencia, debía caminar por el frente del comedor estudiantil. Jamás olvidaré la sensación de ver a otra persona comer, mientras en mi mente solo pensaba: ¿será que Dios me está diciendo que no estudie? Sabía las dificultades por historias de profesionales exitosos, que cuentan como fueron sus días en la universidad. A la hora de vivir esas experiencias, conocer tales historias no sirve para nada. Solo sentía hambre, llegué al cuarto, miré la mesa de estudio y habían dos tortillas con mantequilla y queso. No podía tomarlas porque dormíamos cuatro estudiantes allí, lo más probable es que fueran de un compañero. No esperaba la comida de nadie. 

Salí para tomar agua. En ese momento una compañera se me acercó preguntándome si ya había recibido las tortillas. Le dije que hay dos en un envase en el cuarto, a lo que ella me respondió: “son para ti, es tu desayuno. Me levanté tarde y no pude hacértelas llegar antes”. Le agradecí mientras me iba corriendo a comérmelas, casi a devorarlas. 

Al abrir la habitación uno de los compañeros se vio en la necesidad de sacar comida del comedor, la cual decidió compartir conmigo. Ese día lloré. Dios me decía con esta acción: “Aquí estoy, sigue confiando”. Después de esta experiencia, no me he vuelto a acostar sin comer.

La pobreza no está en el plan de Dios para sus hijos antes de la caída en el Edén. Para nosotros, es un resultado de la miseria humana, y para el dueño de todas las cosas ¿qué es? ¿por qué lo permite?

En la Palabra de Dios hay un principio fundamental para entender el propósito del Cielo, para permitir las situaciones económicas difíciles: “En todo os mostré que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hech. 20:35). 

Después de obtener la comida de ese día, no solo nunca más me faltó  para comer los demás días, sino que vi la importancia del trabajo. Hasta pude ayudar a otros con lo poco que ganaba, de alguna forma el Señor me daba lo necesario para dar a otros. 

Uno de los propósitos de la pobreza es que aprendamos a despojarnos de nuestros bienes materiales y aprendamos a dar a quienes más necesitan, porque es cierto el dicho “siempre hay alguien mejor que tú” pero a la inversa es también muy verídico “siempre hay alguien en una peor situación que tú”. No es un hecho tétrico o para crear un sentimiento nostálgico, sino para hacer notar que siempre se puede ayudar a otra persona. Esta virtud, llamada benevolencia por algunos, se puede perder si dejamos de practicar el dar sin esperar nada a cambio. No solo en cosas materiales, también en palabras, actos de bondad desinteresados. En este aspecto la pobreza es un instrumento de Dios para hacernos semejantes al carácter de Cristo.

La prosperidad

Entonces nos preguntamos ¿es malo ser rico? No, ¿es malo ser pobre? Tampoco. Si la pobreza es la necesidad de lo mínimo para poder vivir, en ese caso todos alguna vez hemos sido pobres. La escasez espiritual es muy demandada y abarcante en nuestros días, siendo la mayor pobreza de la tierra, se ha buscado la manera de saciar esta necesidad con un concepto de prosperidad pseudo-bíblico.

La verdadera prosperidad material, viene de Dios. Se diferencia de una ganancia en el mundo porque no el dinero reinante en el corazón de la persona. La prosperidad bíblica unida al mundo, presenta un concepto de siembra y cosecha, basado en la proclamación de las promesas de Dios a través de los diezmos y las ofrendas, cuando en ningún momento los diezmos y ofrendas es sinónimo de prosperidad material directa, más bien es una decisión de obediencia genuina a los mandatos del Rey, siendo parte de aquellos que ayudan a la causa del Señor y los más necesitados. 

Prosperidad no es hacerme increíblemente millonario de un día para otro, el mismo proverbista dijo en Proverbios 30:8 la gran necesidad que tuvo de verse sometido a la voluntad de Dios. Por más bienes materiales, siempre tuvo a Dios en primer lugar, es este el secreto de la prosperidad. 

Aquí la pobreza es la demandante de colocar a Dios en nuestro corazón. La prosperidad va a depender de donde la buscamos. Si en nuestros propios pasos, que aún así podemos conseguir resultados o en Dios, el cual no fallará en darnos lo que creemos necesario, además de lo verdaderamente faltante en nuestra que solo Él sabe.

Fijemos la importancia de Proverbios 19:4; 14:20, la riqueza atrae muchas cosas con apariencia de buenas, no obstante, cuando vemos con profundidad quien está en la dicha y la desgracia es Dios con nosotros. Hasta existen consecuencias comunes del exceso de confianza en el dinero Proverbios 18:23. Vemos ejemplos de hombres muy poderosos que oran con egocentrismo en contraposición de hombres sin nada más un corazón dañado por el pecado, ser verdaderamente humillados y contritos ante Dios. 

Si la prosperidad nos lleva a vivir una religión genuina y comunión real con Dios, tengamos por seguro, nuestro Padre no escatimará ni en lo mínimo el valor que sabe nos hará bien porque para ayudar a nosotros debemos tener los recursos para hacerlo, pero antes de tener los recursos hemos de tener las ganas de hacer el bien, es este punto la verdadera razón de mucha pobreza y prosperidad barata. La falta de amor los unos por los otros. 

Soy pobre ¿Yerro al querer tener una mejor vida económica?

Quizá este subtítulo sea muy directo, hasta que nos hacemos esta pregunta, abrimos la Biblia esperando una luz divina. El apóstol Pablo escribió en Filipenses 4:12 como él lidiaba esta duda. Sencillamente dejaba sus pesares en las manos de Dios, con la seguridad de cumplir la misión demandada. Sucede lo siguiente, creemos mucho en la siguiente premisa: “si tuviera dinero adoraría mejor, si tuviera dinero ofrendaría más, si Dios me bendice económicamente creería en él” Es aquí donde se corrompe toda la virtud de un cristiano en algo material. Dios puede hacerte la persona más rica del planeta mañana mismo, pero sabe lo que es mejor para ti. El mantener nuestras vidas bajo el esfuerzo de nuestro trabajo, nos ayuda a mantener fieles a Dios. Es fácil dar cuando lo tenemos todo, ahora cuando nuestra única posesión alguien la necesita más que nosotros, es allí donde se ve por dentro nuestro corazón. 

No es un hecho tampoco promulgar la idea que para ser bien visto cuando damos hay que ser pobre, porque hasta el más rico carece de algo, necesidades familiares, emocionales, espirituales. Por ende, querer llegar a tener un puesto, un estatus económico rentable no está mal, al contrario, el Señor sabe mejor que nadie quiere verte en lo grande. El problema radica en la grandeza del mundo, donde es necesario pisotear a otros, dejar las verdaderas insuficiencias supliendo la apariencia externa. El Señor nos dio manos para trabajar y comer ese fruto, una mente para llegar a pensar ideas que den en el punto decisivo para mejorar una empresa, un negocio, solamente hay que ser fieles de corazón. No desear tener más riquezas en este mundo, más bien, tener el corazón en obtener las riquezas del cielo que no se compran con dinero. 

Aprendí esta lección en la universidad también. Mientras veía la tristeza en el corazón de muchos estudiantes imposibilitados para pagar el semestre, me encontraba tranquilo por tener el dinero para hacerlo, aunque mi corazón rugía por tener la oportunidad para pagar la de mis compañeros. Algunos tuvieron que irse, estudiaban o comían. Los trabajos en el campus no eran suficientes para sobrevivir a un semestre. Todos pobres, estudiantes al fin. Solo debíamos hacer algo, si seguíamos era aferrados a Dios y si nos íbamos teníamos que irnos de la mano de Dios. 

Algo debemos tener presente siempre, la riqueza y la pobreza las permite el Señor, es dueño de todo, nada le falta, todo lo suple, no pide préstamos. Es el banco más grande del mundo, todo el oro y la plata le pertenecen. Si me preguntas si soy pobre, quizá pueda decirte que en este mundo si lo soy al no tener una cuenta con muchos derechos en una moneda fuerte, pero mi Padre es el hacedor de todo. Seré pobre pero no tengo necesidad de nada, porque Dios me da las fuerzas, me da la oportunidad de servir, ayudar y apoyar a otros en peor situación a la mía. 

“El Señor da la riqueza y la pobreza; humilla, pero también enaltece” 1 Samuel 2:7 En este mundo habrá pobreza. Solo con Dios la pobreza es una bendición y la riqueza también. 

Trabajar por una buena vida en este mundo si está de la mano de Cristo es una virtud imperdible. Todo esfuerzo tiene su recompensa, pero quedarse solo en palabras lleva a la pobreza (Prov. 14:23). 

Recuerda que tanto el rico como el pobre, son sustentados por Dios. Si llega un momento donde es necesaria la obtención de recursos para el avance del plan del Señor en nuestra vida, solo una cosa se interpone entre esa bendición y su hecho en nuestras vidas, nosotros mismos. No demos a los demás, aunque sea poco de mala gana, sino como dadores alegres (2 Cor 9:7). El dinero no da la felicidad, el amor al mismo es el principio de todos los malos en la carta de Santiago, mucho menos sentir las ganas de obtener recursos para sentirme mejor a mi prójimo, en vez de hacerlo por ayudarlo, para beneficiarnos ambos. 

Al concluir, solo podemos reconocer una verdad absoluta: la riqueza y la pobreza son preocupaciones nuestras como seres humanos. Dios ya tiene todo para sustentarnos. Solo hace falta nuestro paso de fe y compromiso para no dejar que las dudas e incertidumbres nublen nuestra visión. Estemos dispuestos a dar el corazón a Dios y así seremos las personas más ricas del mundo, dando a otros la única riqueza que si mengua nos hace pobres en todo sentido, la espiritual. Porque al dar a los pobres, estamos dándole a Dios mismo.