La mansedumbre en la Biblia

la mansedumbre en la biblia

¿Cuál sería el estereotipo del carácter de un cristiano que conoce muy de cerca a Jesús? Probablemente llegue a tu mente una lluvia de características, pero estoy casi seguro que una de ellas ha de ser la mansedumbre.

Hoy veía con un amigo la tercera entrega de una saga de películas que podría reproducir una y otra vez: Dios no está muerto. Es como la 5ta ocasión en que la veo; pero no me cansa. 

En la parte 3 el protagonista es el pastor Dave, quien experimenta una fuerte crisis emocional, social, espiritual y familiar. 

En pocos días había estado preso, le habían anunciado que querían expropiar su iglesia, su amigo más cercano había muerto, revivía viejas heridas familiares por el regreso de su hermano, comenzaba un conflicto con el decano de la universidad, con quien tenía buena amistad; y agredía al joven que se confesó causante del accidente en el que perdió la vida su amigo. 

En momentos pareció que perdió totalmente el control, y el punto de inflexión se da en la conversación con un colega pastor de color. Dave, cansado, le dice que ya está bueno que los cristianos pongan la otra mejilla; que es momento de que comiencen a luchar por sus derechos y a defenderse de los abusos de los demás. 

Sin embargo, aquel pastor le suena la campana. “No podemos responder al odio con más odio. Y que no se te olvide: hemos sido llamados a ser luz en las tinieblas”. 

A decir verdad, la película aborda muy de cerca este tema. La manera como el cristiano está llamado a actuar frente a los conflictos con los demás, marcando la diferencia en un mundo que grita pero no quiere escuchar. 

Al final, dando un paso atrás en la disputa Dave hizo mayor bien que cuando trató de defender sus derechos. Con mansedumbre, verdaderamente encendió una luz en la oscuridad.

La mansedumbre no es muy popular en estos días. Nos gusta hacernos respetar, y devolver el golpe. Queremos hablar, callar es para los débiles. Nos desvivimos por responder al airado con ira, y al que nos hace daño darle su merecido. No nos agrada perdonar, olvidar, ni mucho menos reconocer nuestros errores.

Así que nuestra naturaleza podría denominarse anti-mansedumbra.

Pero por mucho que nos cueste ‒y que no nos guste‒, la mansedumbre es una virtud que todos esperamos ver en una persona salvada.

Qué es la mansedumbre

En lenguaje popular, utilizamos muy poco este término para describir personas. Sin embargo, es bastante común su uso con los animales. Y pienso que pude ser de gran utilidad hacer la comparación, a fin de mostrar a qué se refiere.

¿Cuándo consideramos a un animal “manso”? Pensemos en un perro, por ejemplo. Vamos caminando por la calle, pasamos junto a una casa e inmediatamente el perro de la familia comienza a ladrar con desesperación, chocando contra el portón de la casa, deseoso de darte una mordidita o al menos espantarte.

Por otro lado, visualiza a un perrito que cuando te acercas a él empieza a jugar contigo, se acuesta para que lo acaricies, espera que sirvas la comida para comerla, no se la pasa por allí provocando a otros o metido en líos. 

¿Cuál de los dos consideramos “manso”? Seguramente el segundo. Lo llamamos manso si responde sin agresividad, si se muestra cariñoso y empático, si es apacible, si no se altera o se muestra amenazante. 

Pero eso uso no llena completamente el sentido de “mansedumbre” en los seres humanos, al menos desde el punto de vista bíblico. Ella describe a una personalidad apacible y tranquila, que responde con amabilidad, respeto y aprecio aun cuando es sometida al escarnio, palabras de odio o humillación. 

Por esto una persona amable no necesariamente es mansa. La mansedumbre va más allá de la cortesía o las palabras suaves, pues sólo se da a conocer cuando el trato que recibes es todo lo contrario a lo que estás intentando brindar.

La mansedumbre implica ir en contra de la propia naturaleza, no resistiendo “al malo”, volviendo la mejilla, dejando la capa, llevando la carga otra milla, amando al enemigo, bendiciendo a los que maldicen, haciendo bien a los que nos aborrecen y orando por los que nos ultrajan y persiguen (ver Mateo 5:38-44).

Cuando se está cerca del Salvador, la mansedumbre es difícil de evitar. Porque lo que hay en nuestro corazón es amor para dar; no hay odio o envidia, hay gracia. Pero para esto se requiere un sano amor propio, fuerza y valor.

Cristianismo y mansedumbre

Como siempre digo, la medida con la cual se puede «evaluar» a un cristiano no es necesariamente su capacidad para evitar cualquier clase de transgresión de la ley, o dicho de otra manera: no pecar. Sino la forma en que ha incorporado en su carácter las virtudes del Salvador. 

El apóstol a los gentiles dice que los “hijos amados” de Dios le imitan (Efesios 5:1); y Juan señala que “el que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1 Juan 2:6).

De tantas cosas dignas de imitar del carácter santo y glorioso de Jesús, Él mencionó explícitamente dos: “llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29).

En Jesús encontramos el modelo, el «maniqui» de la mansedumbre. Acostumbrado a la paz y la santidad del cielo, le tocó enfrentar y sufrir (en una potencia mucho mayor que nosotros) el vituperio, las asechanzas, el odio, el dolor, las sospechas, los juicios del mundo que Él creó. 

Fue abofetado por las manos que Él había formado, y escupido por hombres a quienes Él dio vida. La vida de Jesús se resume en estas palabras: “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3).

Él sintió el dolor del pecado mucho más fuertemente de lo que nosotros somos capaces de apreciar, y sin embargo, la mansedumbre fue su vida. Tanto es así que Pablo pudo decir: “os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Corintios 10:1).

Por ello andar en mansedumbre indica que somos verdaderos estudiantes en la escuela de Cristo, aprendiendo del maestro. Andar “como es digno de la vocación” a la que hemos sido llamados y vestirnos como “escogidos de Dios”, implica practicar la mansedumbre (Efesios 4:2 y Colosenses 3:12). El hombre de Dios huye de las pasiones mientras sigue la mansedumbre (1 Timoteo 6:11).

En la carta magna del reino de los cielos, Jesús incluye a los mansos dentro de los grupos de personas que tendrán un lugar allí. De hecho, son los que “heredarán la tierra”; misma idea dada en Salmos 37:11.

Finalmente, En Gálatas 5:23 la mansedumbre ocupa un puesto entre los frutos del Espíritu. El único Espíritu que transforma “de gloria en gloria” (2 Corintios 3:18), es quien puede hacer un cambio como ese en nuestra naturaleza combativa. 

Te digo sinceramente, las personas a quienes yo más admiro, se caracterizan por su mansedumbre. En lugar de ser una evidencia de debilidad, o de rebajar a los creyentes a los ojos de los demás, la mansedumbre les exalta. 

Cualquier persona puede ser altanera, pero solo un abnegado amigo de Jesús puede ser manso. La mansedumbre es una evidencia poderosa de la obra del Espíritu; y si alguna cualidad deseo yo poseer, es la mansedumbre de aquel que oró: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

¿Por qué ser mansos?

Finalmente, la Biblia proporciona algunas razones de gran peso para practicar la mansedumbre.

Soluciona conflictos: Proverbios 15:1, 4; 25:15 y Eclesiastés 10:4 demuestran que la actitud mansa y apacible tiende a sanar las heridas y calmar la ira. El odio genera más odio, pero el amor y el respeto también atraen lo mismo de vuelta.

Es la actitud necesaria para restaurar al que yerra: Gálatas 6:1 y 2 Timoteo 2:25 aluden a la mansedumbre como el medio para restaurar al que ha caído o se ha desviado. Con juicios y críticas no se logra nada, pero la mansedumbre conmueve el corazón y abre los oídos al consejo o la instrucción.

Cultiva las buenas relaciones interpersonales, especialmente dentro del seno de la iglesia: Efesios 4:2, 31-32, Colosenses 3:8, 12-14 y 1 Pedro 3:9 mencionan la mansedumbre entre las cualidades necesarias para el buen convivir y la mutua edificación de la iglesia. Pero esto abarca también a la familia, el negocio, y cualquier otro grupo de trabajo.

Condición para recibir el mensaje de Dios: Santiago 1:21 muestra que la Palabra de Dios ha de ser recibida con mansedumbre.

Pertinente al liderazgo: Moisés es uno de los mayores ejemplos bíblicos humanos de mansedumbre (Números 12:3). Dios lo instruyó por 40 años a través de un rebaño de ovejas, porque sabía lo importante de esta virtud para el liderazgo. Sin mansedumbre, el líder pronto perderá los cabales.

Querido amigo, Jesús quiere contagiarnos su mansedumbre; con ella hallaremos descanso para nuestras almas (Mateo 11:29), seremos bendición para los demás, y daremos mejor testimonio de la verdad y el poder de Jesús. 

No temas parecer débil. En la mansedumbre está la verdadera grandeza.