¿Cómo se abordan la ética y las relaciones comerciales en la Biblia?

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«Ten el coraje de decir que no. Ten el valor de enfrentarte a la verdad. Haz lo correcto porque es lo correcto. Estas son las llaves mágicas para vivir tu vida con integridad»

Esta frase pertenece a un hombre centenario (1902-2002), Clement Stone. Quien se hizo millonario con una empresa de seguros, después de haber tenido que trabajar vendiendo periódicos desde los 6 años tras la muerte de su padre.

A la memoria de este hombre dedicó Og Mandino su conocido libro El vendedor más grande del mundo, con las siguientes palabras: 

“Este libro está respetuosamente dedicado al gran vendedor W. CLEMENT STONE, que ha armonizado el amor, la compasión y un sistema singular del arte de vender, creando una filosofía viva para el éxito que motiva y guía a incontables millares de individuos todos los años para descubrir mayor felicidad, buena salud mental y física, paz mental, poder y riquezas.”

Cuando leí este libro por primera vez produjo una amplia impresión en mí. Sus principios son tan profundos, y a la vez tan sencillos, todos combinados en una historia fascinante que cautiva incluso al lector descuidado.

El relato se enfoca en la vida de Hafid, quien es un camellero al servicio de un «magnate» llamado Pathros. Él deseaba ser un vendedor, y se le concede una oportunidad que dependía de que lograse vender un manto.

Es enviado a Belén, y su fracaso es rotundo. La última noche regala el manto a una familia reunida en un pesebre con un niño en pañales.

Hafid regresa a la caravana frustrado, pero Pathros entiende la presencia de una estrella como la señal que esperaba, y le hace entrega a Hafid de 10 rollos que escondían los principios de la sabiduría necesarios para llegar a ser el vendedor más grande del mundo.

La historia te atrapa, y cuando reaccionas ha llegado el momento en que Hafid hará entrega de los rollos al siguiente heredero (pero no te haré spoiler, disfruta el libro). 

Lo que deseo destacar es una cosa que desde las primeras tres páginas cautivó mi atención. 

Hafid formó un imperio de 10 millones de talentos aun cuando repartía cada año la mitad de lo que ganaba a los pobres. En realidad, Hafid había aplicado a su vida cada uno de los principios de los 10 pergaminos, y eso lo había llevado al éxito comercial, personal y espiritual.

¿Y qué decían esos 10 pergaminos? «Saludaré este día con amor en mi corazón», «persistiré hasta alcanzar el éxito», «soy el milagro más grande de la naturaleza», «viviré hoy como si fuese el último día de mi existencia», «procederé ahora mismo», «me reiré del mundo»…

Y el último pergamino hablaba de una humilde necesidad de la guía Divina.

Creo que este libro, más allá de hablar de ventas, ilustra la ética, el valor, la integridad, la generosidad, y sobre todo la dependencia del Ser Supremo, que un cristiano necesita en sus relaciones comerciales.

Tanto la vida de Clement Stone como los consejos de los 10 pergaminos tienen mucho para decir en cuanto a cómo vivir una vida plena, especialmente al hablar de la superación personal y los negocios. 

¿Qué dice la Biblia?

La perspectiva bíblica integral

Algunos cristianos viven como si la vida fuese un dualismo. Ellos no están intentando llevar una doble vida, sólo no terminan de estar conscientes de que Dios también existe fuera de la iglesia.

Cuando salimos del recinto eclesiástico, cuando culminamos nuestra devoción personal en la mañana, ¡Dios sigue allí! ¡Dios sigue existiendo y sigue estando atento de nosotros! 

El problema es que algunos son conscientes de su fe solamente en los momentos «religiosos», mientras que la fe pasa a un segundo plano en los momentos «seculares». Son fieles al Señor en su vida religiosa, pero no han logrado integrarla con su vida normal.

Así, es posible que un hombre se muestre muy consagrado a Dios, y considere estar en completa armonía con él, mientras que en sus negocios no refleja los principios cristianos. 

Pero, ¿cómo es la perspectiva bíblica? ¿Existe alguna separación entre lo secular y lo religioso?

Observemos, por ejemplo, Isaías 58. En él, el Señor contesta básicamente una pregunta a los israelitas «consagrados»: “¿Por qué ayunamos y no nos haces caso?” Notemos que esta pregunta compete a la religión.

Pero a continuación Dios responde esta pregunta religiosa, con razones seculares. 

El Señor da a entender que el verdadero ayuno, el “ayuno que yo escogí” (v. 6), es desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados, romper todo yugo, partir el pan con el hambriento, albergar a los pobres en casa, cubrir al desnudo y no esconderse de tu hermano.

Lo que Dios les está diciendo es que el ayuno o el arrepentimiento que cuenta para Él, es demostrar sus principios en la práctica. Es vivir el espíritu de la ley, amando a sus hermanos. 

Para la Biblia, ¡no existe división entre religión y vida! La religión cambia la vida o no es nada. Una mera ilusión. 

La perspectiva bíblica en cuanto al hombre es una perspectiva integral, donde es visto como una unidad que engloba la salud, la espiritualidad, la mente, y las relaciones sociales.

La verdadera fe es la que afecta y transforma cada una de esas 4 áreas. La religión no llega a cubrir solamente el espacio espiritual, llega a influir en la forma como pensamos, como tratamos nuestro cuerpo, y como nos relacionamos con nuestros semejantes.

Esto queda bien ilustrado en casi todos los libros del Nuevo Testamento. Por ejemplo, el libro de Romanos, después de exponer sistemáticamente la justificación por la fe, a partir del capítulo 12 migra al terreno práctico. ¿Será que la justificación es meramente un hecho espiritual? ¡No!

Pablo se dedica en los capítulos 12 y 13 a mostrar las consecuencias de la justificación por la fe en el creyente, en muchos ramos distintos de su vida. 

12:1 habla del “cuerpo”; 12:2, 3 habla de la mente o el “entendimiento”; 12:4-13 las relaciones con los hermanos de la fe; 12:14-21 las relaciones comunes; y 13:1-8 con las autoridades. 

De hecho, Santiago dice que la “religión pura y sin mancha” no se trata de hacer oraciones más largas, o levantarse más temprano en la mañana. Se trata de “visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha en el mundo”. 

El apóstol no está diciendo que la fe es un evangelio social, pero sí está diciendo que la fe verdadera produce un fruto de obras de amor en favor de toda persona. La fe verdadera impregna la vida.

La vida cristiana es un todo, y en ese todo están incluidos los negocios. Si la fe no transforma la manera cómo hacemos nuestras transacciones comerciales, entonces es una fe incompleta. 

El cristiano y las riquezas

Siendo que la Biblia asume la vida del creyente como un todo, podemos encontrar consejos relacionados con casi todas las cosas. Por eso nos preguntamos: ¿qué aconseja Dios en cuanto a los tratos comerciales?

Lo primero que quisiera enfatizar es que Dios no nos llama a una vida de austeridad. Es decir, al cristiano no se le demanda que voluntariamente escoja la pobreza. 

En su lugar, Juan escribe a Gayo “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2). Y no creo que “todas las cosas” aquí, excluya la estabilidad económica. 

Pablo mismo dice haberse contentado “cualquiera sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia” (Filipenses 4:11, 12). Para el cristianismo primitivo tener bonanza económica no era un problema, no se le exigía al creyente renunciar a sus posesiones para formar parte del cuerpo de Cristo. 

En las Escrituras tener dinero no es pecado. El asunto que sí es importante radica en qué se hace con el dinero, por qué se desea tener dinero, y cómo se actúa con los demás en relación al dinero. 

El modelo bíblico para el comercio cristiano no es el renunciamiento y la pobreza, jamás. Tanto el AT como el NT enfatizan la importancia del trabajo, y la promesa de la bendición del Señor sobre el esfuerzo honrado. 

Proverbios 10:4, 13:4, 11; 21:5, son ejemplos de cómo la Biblia muestra que la diligencia y el esfuerzo atraen riquezas, en contraste con la pereza y la injusticia. Sin embargo, el trabajo honrado es recompensado porque “la bendición de Jehová es la que enriquece” (10:22).

Dios no desampara a sus hijos, y el fiel trabajador no dejará de tener su recompensa. Ahora, el sabio también aclara que no necesariamente el cristiano tendrá abundancia. En su lugar, dice que “mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el tesoro donde hay turbación” (Proverbios 15:16).

También en 30:8-9 pide a Dios “no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie y te niegue […] o que siendo pobre, hurte y blasfeme”. El sabio reconoce que existe peligro en los extremos, tanto en la riqueza como en la pobreza.

¿Por qué hay peligro en la riqueza? La Biblia frecuentemente vuelve a este tema. El que quiere acumular riquezas no se sacia (Eclesiastés 5:10), cae en tentación y codicia que entrampan a los hombres y los llevan a la destrucción (1 Timoteo 6:9).

El problema no es el dinero mismo, sino lo que el dinero despierta en el hombre. El sabio advierte “No te afanes por hacer rico” (Proverbios 23:4), porque “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). 

Si las riquezas son el objetivo de nuestra vida, el dinero nos absorbe y nos esclaviza. Nuestra vida comienza a girar en torno al dinero, y llegamos a estar dispuestos a sacrificar nuestros principios con tal de ganar más. 

Por eso Jesús dijo tan categóricamente que es “más fácil a un camello entrar por el ojo de una aguja, que a un rico en el reino de los cielos” (Mateo 19:24). El amor por las riquezas se posesiona del corazón humano, lo marea, y le hace perder de vista lo que verdaderamente es importante.

Por eso Dios advirtió tan francamente en contra de los abusos: La infidelidad con el pago del salario (Levítico 19:13, Jeremías 22:13, Santiago 5:4), el fraude (Levítico 19:35, 36; Deuteronomio 13-15; Proverbios 11:1), la opresión (Amos 8:4-7), el soborno (Proverbios 22:16) y tantos otros males. 

Siempre pienso en la parábola del rico insensato. Las palabras “esta noche vienen a pedir tu alma” (Lucas 12:20), constituyen una solemne advertencia para todos aquellos obsesionados por enriquecerse y atesorar. “Lo que has guardado, ¿para quién será?” ¿Qué lograste con eso? Mejor es vivir con lo necesario, y ser generoso con los demás.

El modelo bíblico para el trato comercial

Un modelo bíblico para el trato comercial del cristiano debe incluir algunos elementos. 

Ya mencionamos con anterioridad que tener dinero no es un pecado, pero que las riquezas constituyen una fuerte herramienta del enemigo para llevar a la ruina a un hombre.

Debemos suponer que hombres como Abraham y Lot, a pesar de tener abundantes riquezas, lograron mantener un firme orden de prioridades. Dios era lo primero y lo último, esa consagración exclusiva les permitía administrar sus recursos con el “temor de Jehová”.

Teniendo esto en mente, queremos entonces dar algunos consejos concernientes al manejo de las operaciones comerciales por parte de los cristianos:

El cristiano fija sus anhelos y esperanzas en Dios, y no en las riquezas. En 1 Timoteo 6:17 encontramos un consejo tremendo. Pablo reconoce que hay (o habrán) ricos en la iglesia y no por tener riquezas están condenados. 

Sin embargo, aconseja a Timoteo orientar a los “ricos de este siglo” a no poner su esperanza en las riquezas, afirmando que son “inciertas”; y mucho menos ser altivos por poseer más que otros.

El cristiano no pone su confianza en la plataforma vanal del dinero, “sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”. El que no tiene mucho, puede confiar en el Dios que sustenta, provee y nos da todas las cosas, sin necesidad de afanarse por el día de mañana (Mateo 6:34).

Pero el que tiene, debe hacer el bien, ser dadivoso y generoso, porque es lo propio de un cristiano que coloca sólido fundamento para lo porvenir (v. 18, 19).

Por tanto, el primer paso de un modelo bíblico para el trato comercial de un cristiano es la esperanza firme en el Dios vivo, y no en algo terrenal y temporal como las ganancias mundanales.

El cristiano procura agradar a Dios por sobre todas las cosas. Cuando el hombre de Dios está consciente de a quién debe rendir cuentas (Eclesiastés 12:14; Amós 8:7), entonces procura en todo agradar al supremo garante de la justicia (2 Corintios 5:9).

Quedar mal, mentir, robar, engañar, endeudarse y no pagar, son abominaciones delante de Dios. Y si él ha pretendido adorar a Dios al mismo tiempo que ha sido infiel e injusto con los demás, tendrá que responder ante el Juez (Job 31:13, 14). 

El cristiano adora a Dios en la iglesia, pero también lo adora en sus relaciones comerciales.

El cristiano es generoso y compasivo. La iglesia primitiva se caracterizó por su actitud desprendida en el socorro de sus hermanos más necesitados. No se nos exige que vendamos nuestras propiedades, pero sí que seamos considerados con los demás.

En realidad, nada de esto se hace por obligación. Solo el amor verdadero y no fingido (Romanos 12:9) es aceptable delante de Dios. El Señor ha dicho “Más bienaventurado es dar que recibir”, así que más nos gozaremos en compartir (Romanos 12:13) que en acumular bienes.

El cristiano procura estar en paz en todas sus relaciones (Romanos 12:18). Evita lo más que pueda deber dinero (Romanos 13:8), pero también perdona al que le debe, cuando sabe que no tiene los medios suficientes para pagar (Nehemías 5:9-11). 

El mismo Señor había establecido en lo antiguo el año sabático y el año del jubileo para que se perdonasen las deudas, los esclavos fueran libertados, y los propietarios recobrasen sus casas o viñas (Véase Levítico 25). Por tanto, no debemos ser mezquinos en perdonar y aliviar las cargas.

El cristiano honra sus compromisos. El Señor Jesús dijo “Que tu «sí» sea «sí», y que tu «no» sea «no»”. Cuando el hombre o la mujer de Dios se comprometen a algo, aunque luego se dé cuenta que saldrá perdiendo, cumple. Su palabra es fiel y veraz. 

Es honrado, honesto y no falla a sus contratos o compromisos por recibir ganancias. Ananías y Safira se dejaron seducir por la tentación de guardar para sí una parte fallando al compromiso  que habían efectuado (Hechos 5:2, 3). Esto es muy desagradable a los ojos de Dios. 

El cristiano debe ser íntegro, y esa palabra resume todo lo que hemos dicho. La integridad es la fe puesta en acción sin falsedades en aspecto alguno. La integridad es el temor de Dios en su franca expresión.

Considero que estos 5 aspectos: Los anhelos y la esperanza en Dios, la determinación de agradarle, la generosidad y la compasión, el deseo de mantener la paz con todos sus semejantes y el cumplimiento fiel de los compromisos, son elementos imprescindibles del modelo bíblico para el trato comercial del creyente.

Conclusión

Al final, la vida cristiana se trata de permitir a Jesús influir en nosotros, renovando cada parte de nuestro ser, invitándole a ser nuestra compañía en cada cosa que hagamos, y anhelando honrar su nombre al representar su carácter al mundo.

Esto transforma nuestra manera de trabajar, negociar y desenvolvernos. El propósito de nuestra vida apunta hacia la eternidad, y el paso por este mundo sólo es un trámite. Es por ello que el dinero no es nuestra prioridad.

Trabajamos para ganar lo necesario a fin de subsistir, pero nunca sacrificamos nuestra fe y principios por él. Al fin y al cabo, pertenecemos al Dios que posee todo el oro y la plata (Hageo 2:8), y Él ha prometido hacerse cargo de nosotros (Salmos 55:22).

Por tanto, transitamos en este mundo procurando una santa y piadosa manera de vivir (2 pedro 3:11), porque aquí todo será desecho. Ese día el dinero no valdrá nada. Lo único que  será de valor es que Jesús nos haya confesado delante de su padre (Mateo 10:32-33).

¿El dinero? Perecerá. “Más el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre” (1 Juan 2:17).