La educación – Más lecciones del gran Maestro

Versículo para memorizar. Marcos 10:52. “Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino”.

El Gran Maestro no se sentó en su clase, esperando que sus alumnos entrasen en el aula, para poderles impartir sus magistrales lecciones. Desde el momento en el que el virus del pecado obligó a cerrar el aula del Edén, Jesús ha estado buscando alumnos a los que poder enseñar las hermosas lecciones de vida eterna.

EN VEZ DE ESCONDERSE

“Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9).

Hasta ese aciago día, Adán y Eva se encontraban diariamente con el Maestro para aprender de Él. Pero ahora se habían rebelado. Desconfiaron de Dios y quisieron obtener por su cuenta un “conocimiento superior”. Pero el resultado no fue un estado de felicidad, sino de miedo. Temiendo el castigo, se escondieron de la presencia divina. Pero Jesús fue a su encuentro y los llamó. Sí, debían ser castigados. Pero tenían una nueva oportunidad. Existía un rescate por su pecado (Génesis 3:15). El mismo Maestro pagaría por su rebelión: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:17).

FUGITIVO

“Al despertar Jacob de su sueño, pensó: «En realidad, el SEÑOR está en este lugar, y yo no me había dado cuenta.»” (Génesis 28:16 NVI).

Jacob tuvo tiempo suficiente para meditar en las terribles consecuencias de haberse dejado influenciar para engañar a su padre, y provocar la ira de su hermano. Desanimado y solitario, se dirigía hacia un futuro incierto. Pero Dios salió a su encuentro y le infundió el ánimo que necesitaba para mantenerlo firme durante los difíciles años que iba a pasar en el exilio. ¿Cuántas veces nos hemos sentido desanimados por nuestros propios pecados? Al igual que hizo con Jacob, Dios sale a nuestro encuentro. Nos asegura el perdón, nos fortalece y nos anima a seguir caminando de su mano (Isaías 42:16).

EL RABÍ JESÚS

“Vino a su propio mundo, pero los suyos no le recibieron” (Juan 1:11 DHHe).

El Creador, el Divino Maestro, vino en rescate de todos nosotros, que estábamos perdidos. Y para hacerlo, se hizo uno como nosotros (Juan 1:14). En la primera aparición pública de Jesús, Juan –como profeta– lo reconoció como “el Cordero de Dios” y “el Hijo de Dios” (Juan 1:29, 34). Dos de los discípulos de Juan, que habían escuchado sus palabras, siguieron a Jesús. Cuando hablaron con él, le llamaron “Rabí”, es decir, lo aceptaron como maestro (Juan 1:37-38). Jesús fue, sin lugar a duda, “el maestro más grande que el mundo haya visto jamás” (Elena G. White, The Signs of the Times, 10/6/1886).

UNA MUJER LE RESPONDE

“Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mateo 15:27).

Jesús se retiró a predicar entre los judíos que vivían en el territorio de Tiro y Sidón, ciudades no judías. Allí se encontró con una alumna que no pertenecía a su aula. Era despreciada por los alumnos del Maestro. Incluso Jesús mismo la trató con frialdad. Pero esta alumna, además de despreciada, era “contestona”. Osadamente, se atrevió a colocar sobre la mesa argumentos que, de alguna manera, contradecían a los que Jesús estaba usando. La alumna convenció al Maestro y consiguió lo que necesitaba. A Jesús le gusta que sus alumnos (nosotros) le manifestemos nuestras dudas, o nuestras quejas. De esta forma, le damos la oportunidad de solucionar nuestros problemas, sanar nuestras heridas y dirigirnos en el camino hacia la vida eterna.

UN ALUMNO QUE ENTIENDE EL MENSAJE

“Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Marcos 10:47).

Los alumnos que, por el estudio de las Escrituras, estaban mejor preparados para aceptar las enseñanzas de Jesús, decidieron rechazarlo. Eran ciegos espirituales (Juan 9:40-41). Los alumnos más cercanos a Jesús también parecían padecer algún tipo de ceguera espiritual, pues eran incapaces de comprender correctamente sus enseñanzas (Marcos 8:17-21). Sin embargo, Bartimeo (físicamente ciego) tenía una correcta visión espiritual. Él alcanzo a ver con claridad en Jesús al Mesías prometido. Era, sin duda, un alumno avanzado. Algunos alumnos necesitan “leche espiritual”. Otros, más avanzados, pueden tomar “alimento sólido” (Hebreos 5:12-14). Cuanto más tiempo pasemos con Jesús, más capacitados estaremos para recibir sus enseñanzas.

Nota de EGW: “No debemos permanecer siempre en calidad de niños en nuestro conocimiento y experiencia de las cosas espirituales. No hemos de expresarnos siempre en el lenguaje del que acaba de recibir a Cristo, sino que nuestras oraciones y exhortaciones deberían crecer en inteligencia a medida que aumenta nuestra experiencia en la verdad” (Hijos e hijas de Dios, 19 de noviembre).
“Cuando el enemigo os diga que el Señor os ha abandonado, decidle que sabéis que no lo ha hecho, pues declara: “No te desampararé, ni te dejaré”. Hebreos 13:5. No hay límite a la ayuda que el Salvador está dispuesto a concedernos. Él nos invita a llevar en nuestras vidas la gracia que nos guardará del pecado. Desde la cruz del Calvario nos llegan libertad, esperanza y fortaleza. No deshonréis a vuestro Redentor dudando de su poder. Confiad en él siempre” (En los lugares celestiales, 25 de septiembre).