Versículo para memorizar: Isaías 42:1. “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi
Espíritu; él traerá justicia a las naciones”.
Los capítulos 41-45 de Isaías nos presentan a tres personajes especiales:
• Un siervo que se identifica con el pueblo de Israel.
• Un siervo ungido (Mesías) que tendría por delante una difícil misión (capítulo 49).
• Un ungido (mesías) libertador, identificado por nombre: Ciro.
UNA NACIÓN DE SIERVOS (ISA. 41)
“Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché” (Isaías 41:8-9).
El siervo presentado aquí es identificado, sin lugar a duda, con el pueblo de Dios (en ese momento, Israel y Judá). Podríamos pensar que todas las referencias al siervo que aparecen posteriormente en Isaías se refieren igualmente a Israel. Sin embargo, en otros lugares se habla de un siervo anónimo que libertaría a Israel y moriría en sacrificio (Isaías 49:6-7; 52:13-53:12). Existen, pues, dos siervos en Isaías. Uno, identificado por nombre, se refiere al pueblo de Dios que es guardado y redimido. El segundo, anónimo, al Mesías Redentor.
SIERVO INDIVIDUAL ANÓNIMO (ISA. 42:1–7)
“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones” (Isaías 42:1).
¿Quién es este siervo anónimo y cuál es su misión?
• Isaías 42:1. Imparte justicia a las naciones
• Isaías 42:2-4. Cumple sus objetivos en silencio y con mansedumbre
• Isaías 42:5-6. Sirve como un pacto entre Dios y el pueblo
• Isaías 42:7. Da luz y esperanza al curar la ceguera y liberar a los prisioneros.
La obra de este siervo es comparable a la de la “vara del tronco de Isaí” y a la del hijo prometido (Isaías 11:1-5; 9:6-7). Podemos, pues, identificar a este siervo como el Mesías, Jesús de Nazaret (Mateo 12:15-21).
EL “MESÍAS” PERSA (ISA. 44:26–45:6)
“Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán” (Isaías 45:1).
¿Cómo es posible que Dios llame mesías (ungido) a Ciro, un rey persa? En Israel eran ungidos dos tipos de personas: los sacerdotes y los reyes (Éx. 24:41; 1R. 1:34); aunque, en ocasiones, también se ungían a los profetas (1R. 19:16). El Ungido por antonomasia, el Mesías, unifica todas estas funciones en sí mismo. Él es sacerdote, rey y profeta (Heb. 6:20; Ap. 17:14; Lc. 13:33). Sin embargo, Ciro es ungido solo para una de estas funciones. Él es el rey-ungido llamado por Dios para cumplir una misión específica: Libertar a Su pueblo.
ESPERANZA POR ANTICIPADO
“que dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado” (Isaías 44:28).
La Biblia y la arqueología se unen para confirmar el exacto cumplimiento de las profecías de Isaías acerca de Ciro (1Cr. 36:22-23; Esd. 1; Dn. 6:28). Ciro secó el Éufrates para tomar la ciudad de Babilonia (Is. 44:27), autorizó el regreso de los judíos a Jerusalén, y proveyó todo lo necesario para la reconstrucción del templo (Is. 44:28). ¡Todo esto fue anunciado 150 años antes de que sucediera! Este hecho ha llevado a algunos a rechazar a Isaías como autor de estos capítulos. Sin embargo, el hallazgo de los rollos del Mar Muerto nos afianza en la idea de un único autor para el libro de Isaías: El profeta que vivió y fue inspirado por Dios en el siglo VII a.C.
UN SIERVO QUE SIENTE Y SUFRE (ISA. 49:1–12)
“Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Isaías 49:6).
Es relativamente sencillo identificar a este siervo:
• v. 1. Llamado desde el vientre. Lc. 1:31
• v. 2. Tiene en su boca una espada aguda. Ap. 1:16
• v. 3. Dios se gloriaría en él. Lc. 3:22
• v. 4. Su mensaje no sería aceptado. Lc. 9:22
• v. 5. Atraería a las tribus de Israel. Jn. 12:32
• v. 6. Sería luz para las naciones. Jn. 8:12; 9:5
• v. 7. Sería menospreciado y abominado. Mt. 26:67
A pesar de lo difícil de su misión, y del rechazo recibido, Jesús no cejó en su empeño. Gracias a ello puede ofrecernos eterna Redención.
Nota de EGW: “En el corazón de Cristo, donde reinaba perfecta armonía con Dios, había perfecta paz. Nunca le halagaban los aplausos, ni le deprimían las censuras o el chasco. En medio de la mayor oposición o el trato más cruel, seguía de buen ánimo…Cuando hayamos nacido de lo alto, habrá en nosotros el mismo sentir que hubo en Jesús, el sentir que le indujo a humillarse a fin de que pudiésemos ser salvos” (Exaltad a Jesús, 28 de mayo).
