¿Hay un camino al cielo?

camino al cielo

Ciudad Destrucción, Apollyón, Valle de Sombra de Muerte, un rollo sellado, Pozo de la Desesperación, aldea Moralidad, Evangelista… ¿Te suena? Bien, Otra pista: La edición más temprana de ambas partes de la obra data de 1728. ¿Nada? Una más: Se dice que, de todos los libros en lengua inglesa, este es el más leído de la historia. ¿Alguna idea?

¡Bingo! John Bunyan escribió «El Progreso del Peregrino» [El título original de la obra es The Pilgrimʼs Progress From This World to That Which is to Come] en dos partes. Por predicar sin licencia, Bunyan fue detenido y estuvo preso casi doce años, hasta que fue puesto en libertad por una Declaración de Indulgencia de Carlos II en 1672. Durante este período inicial de encarcelamiento Bunyan escribió la primera parte de su obra, que fue publicada en Londres en 1675. 

Ese mismo año, el rey Carlos retiró la Indulgencia y nuevamente John fue capturado, esta vez por un lapso de 6 meses. Viéndose privado de su libertad, aprovechó el tiempo y completó la segunda parte de su obra, que fue publicada en 1684.

A pesar de su importante trayectoria como predicador en Inglaterra, fue la producción de esta obra lo que grabó el nombre de Bunyan en letras de oro en la historia religiosa protestante. Se comenta que Charles Spurgeon, uno de los predicadores más reconocidos y elocuentes del siglo XVIII, llegó a leer «El Peregrino» alrededor de 75 veces.

«El Peregrino» es una historia alegórica, que narra la travesía de Cristiano desde la Ciudad Destrucción hasta la Ciudad Celestial

Abrumado por la carga de pecado que pesaba sobre él, y conociendo la ruina que deparaba a la ciudad donde vivía, Cristiano es instruido por Evangelista a huir de su hogar y encaminarse rumbo hacia la ciudad eterna. Para llegar allá, Cristiano debe cruzar la Puerta Angosta y avanzar por un camino estrecho sorteando sucesivas pruebas y desafíos que ponen en peligro su vida y su determinación de seguir avanzando para llegar a la ciudad (no haré spoiler del final). 

La historia es desarrollada con drama, encanto y perspicacia, haciendo uso de elementos pintorescos y humorísticos que contribuyen a plasmar el propósito espiritual de su trama: El camino al cielo no es sencillo, pero el triunfo es posible. Dios lo hace posible.

Algunos de los desafíos que enfrenta Cristiano en el camino son los siguientes: 

Pozo de la Desesperación, Aldea de la Moralidad, La dificultad de la colina, la pérdida del rollo sellado, el Valle de la Humillación, la batalla con Apollyón, el Valle de sombra de muerte, la Ciudad y la Feria de la Vanidad, Procesados por el Sr. Odio a lo bueno (donde su amigo Fiel es ejecutado), la tentación de la mina de plata, el Camino de la Pradera, arrastrado al Castillo de la Duda, torturado por el Gigante Desesperación y rescatado del Sr. Adulación. 

Pero a pesar de lo difícil del camino, Bunyan mantiene en el telón de fondo la poderosa Mano de Dios que obra en favor de Cristiano.

Leer este libro y no meditar seriamente en algunas preguntas es complejo. ¿Hay un camino al cielo? ¿Por qué es tan difícil hallarlo? ¿No debería ser fácil andar por él? ¿Hay alguna ruta alternativa para llegar? 

¿Hay un camino al cielo?

No sé a qué distancia se encuentra el cielo, ¿1000 años luz? ¿10.000? ¿100.000.000? ni idea. Tampoco tengo información de si alguien habrá intentado buscarlo en el GPS de su automóvil a ver hasta dónde le lleva. Quizás –sería una gran idea– deberíamos financiar una operación astronauta llamada Enoc2020II, y enviar una nave en búsqueda del camino más rápido al Cielo. 

Luego podemos convertirlo en un destino turístico vacacional, que de seguro algunos magnates estarán deseosos de visitar. Espero en el futuro me den algún crédito por esto.

Si hay algo seguro, es que no es posible llegar al cielo humanamente. Ni en una nave, ni en carro, y caminando… ¡ni pensarlo! Sin embargo, si el cielo realmente existe tiene que haber una forma de llegar, debe haber algún camino habilitado. El cielo es donde Dios está, y no creo que Dios sea un ermitaño que prefiere vivir en aislamiento. Pero ya que los humanos no podríamos llegar jamás solos, este camino debe ser dado por Dios. No hay duda.

Toda la voluntad del hombre puesta en acción no basta para encontrar y finalizar el camino al Cielo, pero cuando Dios es quien dirige la expedición, el triunfo se hace alcanzable. 

Si juntamos los datos y variables operacionales que hemos comentado, tendríamos como resultado dos fórmulas opuestas para llegar al cielo. La primera sería algo así: 

Buscar el cielo + medios humanos + tecnología + esfuerzo – desinformación x (- Lejanía) = Imposible

Mientras que la segunda sería de esta manera: 

Buscar el cielo + medios Divinos + revelación + voluntad humana x (Gracia) = Posible.

Si realmente hay un camino al cielo, este camino debe venir de Dios. No hay de otra. Es sencillamente imposible procurar abrirnos paso con los medios o esfuerzos humanos que tenemos a nuestro alcance. ¡Las matemáticas no mienten! 

Entonces, ¿Reveló Dios algún camino para llegar hasta él? Llegó el momento de averiguarlo, y para eso nos pondremos un sombrero aventura.  

Buscando el camino

Muchos son los aventureros que se suscriben a algún grupo de «cazadores de tesoros» con el propósito de encontrar el camino a la Santa Ciudad de Oro. Tú mismo, de manera activa o pasiva, formas parte de alguno de ellos. 

Cada grupo tiene filosofías distintas, usa recursos alternativos, equipos diferentes, variados medios de transporte y mapas. Voy a presentar algunos de los grupos más conocidos que compiten por encontrar el «camino», y sus características principales:

Los «sin camino»: Este grupo en particular se compone de ciertos aventureros que en algún momento de su vida estuvieron intentando encontrar el «camino», pero se desmotivaron por alguna razón. 

Hoy en día, creen una de dos cosas: 1) No existe tal cosa como la Ciudad de Oro, o 2) sí existe pero no es posible hallarla, pues Dios no está nada interesado en recibir huéspedes humanos allí. Estos aventureros prefieren otros destinos más prometedores, y se han dedicado a disfrutar de su vida en este mundo.

Los «sin buscar llegaremos»: Estos aventureros se asemejan un poco a los «sin camino». Al igual que ellos, han decidido emprender algunas otras expediciones que les son más atractivas que buscar el camino a la Ciudad. 

Sin embargo, ellos sí creen que la Ciudad de Oro existe, que hay un camino para llegar, y creen también que a Dios le gustaría mucho tenerlos allá. De hecho, creen esto tanto, que su filosofía es que aunque ellos pasen su vida en otros hallazgos y aventuras, al final Dios les llevará a la Ciudad sin necesidad de que la hayan buscado. 

Los «la ciudad correcta»: Este grupo es bastante interesante. Ellos han reflexionado mucho, y se han dado cuenta que, en realidad, la Ciudad de Oro no debe ser buscada fuera de nosotros, sino dentro

El tesoro está en nuestra alma, muy allá en el fondo. Para disfrutar del cielo lo que tenemos que hacer es encontrarlo procurando sacar toda esa bondad que está en nosotros mismos. Usan medios como la meditación, manuales de autoayuda, terapias, psicología, algunas filosofías religiosas orientales, etc. ¡Malentendimos todo! El cielo siempre estuvo aquí.

Los «el camino legal»: Este grupo pertenece a la clase de aventureros que se han comprometido de lleno –a tiempo completo– a conseguir la ciudad. Tienen el camino claro: La perfección absoluta. Dios añora que lleguen, pero no aceptará menos que el 100% de santidad. 

Sin embargo, dentro del grupo existen distintas filosofías. Algunos se han aislado del mundo, se han convertido en ascetas o monjes para estar lejos de las influencias mundanales, crucificar la carne por completo y llegar a ser santos. Otros han recurrido a las peregrinaciones y las penitencias, sometiendo el cuerpo exponiéndose a circunstancias dolorosas, aspirando con eso poner una sonrisa en el rostro serio de Dios, a la vez que erradican el pecado de sus vidas. 

Un tercer grupo vive sus vidas con naturalidad, pero guardan en la gaveta de su mesa de noche su “lista de deberes espirituales” que procuran cumplir rigurosamente, pues su salvación depende de ellos. Piden perdón constantemente por sus pecados, tratan de hacer obras buenas, y en resumidas cuentas, se preparan para mostrar a Dios sus grandes logros.

Los «el camino gratuito»: Este grupo también pertenece a la clase de dedicación exclusiva. No llevan muchos equipos en su mochila, pues están convencidos de que el camino es bastante sencillo. 

Son los rivales acérrimos de «el camino legal», porque su filosofía es radicalmente opuesta. Comparten con ellos que Dios anhela que lleguemos a la Ciudad, pero a diferencia de los anteriores, creen que las obras humanas son totalmente innecesarias. «Descubrieron» la gracia de Dios, y se convencieron que si uno decidió empezar a andar el camino a la Ciudad, esa gracia nunca te abandona. No importa lo que hagas, la gracia es más fuerte que eso. La santidad es solo una prenda de lujo. 

Los «el camino de la fe»: Este último grupo de aventureros, como los dos anteriores, están comprometidos a hallar la ciudad. Ellos están convencidos del amor superabundante de Dios, pero también de su justicia. Él no aceptará menos del 100% de santidad en su Ciudad de oro, pero de verdad desea tener muchos humanos allá –desearía que fueran todos, de hecho–. 

Ellos consideran que Dios colocó a Cristo como el camino, y solo por la fe se puede andar en él. Por tanto, es una decisión que se toma todos los días de la vida, y requiere entrega de la voluntad. El que persevere hasta el fin hallará la recompensa, pues el 100% de la santidad ya lo ha suplido Jesús. 

Después de presentar este listado, te habrás podido ubicar en alguno de los grupos de viajeros aventureros. La fórmula ya nos indicó que el camino debe provenir de Dios, así que nos corresponde explorar cuáles son las instrucciones que El Padre ha consignado para los viajeros que buscan una patria mejor.

Es un camino estrecho

Gracias a un par de pasajes de la escritura podemos reducir el abanico de probabilidades:

  • Mateo 7:13-14 deja en claro que tanto la puerta como el camino que llevan “a la vida” son estrechos y “pocos son los que la hallan”. Mientras que la puerta y el camino ancho llevan  a la “perdición” y son muchos los que entran por ella. Por tanto, a la luz de este pasaje podemos estar seguros que solo hay un (1) único camino para arribar a la ciudad; ese camino no es light, no es sencillo; y la gran mayoría no lo encuentra. Creo que con este verso es posible descartar, con todo respeto, la sugerencia de los dos primeros grupos de aventureros que mencionamos.
  • En Juan 10:9 Jesús se identifica a sí mismo con una puerta, nuevamente. Y dice que todo el que entre por él –quien es la puerta– será salvo. Según este texto, no solo hay un (1) único camino, difícil de hallar, sino que se aclara que ese camino singular es Jesús. Al compararlo con Hechos 4:12 cuando dice que “en ningún otro hay salvación”, y Juan 14:6 donde Jesús se ve a sí mismo como el camino que lleva al Padre, es posible determinar con seguridad que el camino al cielo es Jesús, y no hay otra variante. Mucho menos en nosotros mismos. Es posible, entonces, descartar el plan de viaje del tercer grupo de aventureros, «la ciudad correcta».
  • La Biblia explica en qué sentido Jesús es nuestro camino al cielo. Sabemos que Él viene a ser la escalera que une al cielo y la tierra (Juan 1:51 cf. Génesis 28:12) porque Él hace posible la reconciliación entre Dios y los hombres (2 Corintios 5:19). La reconciliación se logra al solucionar el problema del pecado que pesaba sobre nosotros y nos condenaba (Colosenses 2:14, Gálatas 3:13). Y revestidos de la justicia de Cristo (Gálatas 3:27) tenemos entrada por la fe al padre a través de él (Efesios 2:18). En vista que esta justicia –la de Cristo, perfecta– se recibe por la fe y no por el esfuerzo humano (Gálatas 2:16, Filipenses 3:9), podemos afirmar que Jesús es el camino y su justicia que recibimos por fe es nuestra garantía de aceptación en la presencia del Padre. Por eso todo cuanto hacemos, aún toda nuestra vida, es hecha en Cristo; porque solo en él somos aceptos por Dios (Efesios 1:6). Esto permite descartar los esfuerzos –bien intencionados– de «el camino legal».
  • Aún a pesar de ser Cristo el camino al cielo, y que solo en su nombre podamos presentarnos ante el Padre, el llamado fundamental del NT es a abandonar el pecado, que fue el causante mismo de todo este embrollo (Por ej. Gálatas 2:17,18; 5:16-51; Romanos 6:1-2, 11, 15-16; Efesios 4:17-32; Colosenses 3:1-17). Así también, Jesús dice que solo el que persevere hasta el fin en el camino será salvo (Mateo 10:22, 24:13, Apocalipsis 2:10). Y en el juicio también las obras son evaluadas como la expresión de la fe (Mateo 25:31-46). Por tanto, estos argumentos juntos hablan de la condicionalidad de la salvación. Que aunque es posible solo por medio de Cristo y su justicia, requiere del ejercicio de la libre voluntad del hombre. Esto, como se puede ver, descarta la salvación incondicional que proponen en «el camino gratuito».

Esto solo nos deja una alternativa, y se trata del «camino de la fe». Es un camino que no puede llamarse sencillo; ya que requiere de perseverancia, valor, constancia, compromiso con Dios, amor a él –características que son parte de la fe bíblica– que, si bien es cierto son dones de Dios, precisan que el creyente decida y colabore con Él, Dios no lo hace todo. 

Pero por otro lado no puede llamarse difícil; ya que no depende de nosotros, nuestras obras y nuestro esfuerzo, sino que es posible ser victoriosos gracias a la victoria de Jesús, y él ha prometido hacer todo lo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos.

¿Cómo se llega al cielo?

Después de haber presentado las distintas rutas que diversos grupos han propuesto para llegar al Cielo, y de haber demostrado bíblicamente cuál es el camino correcto, emplearemos los siguientes párrafos en indicar de manera práctica las instrucciones que leemos en el mapa bíblico para arribar a la Ciudad de Oro, y finalmente contestaremos la incógnita del porqué de la dificultad del camino.

Las instrucciones

Cuando se estaban subastando los dones y talentos, yo ofrecí primeramente por los que me interesaban y nunca pensé que me iba a arrepentir de no haber guardado un dinerito para «Dar buenas direcciones». O yo soy pésimo para eso, o la gente no sabe entenderme. Sospecho que es la segunda opción. 

Pero aún si fuese la primera, considero que la Escritura es bastante clara como para errar en las instrucciones del camino al cielo. Aunque usaremos una escala de puntos, hay que aclarar que no siempre los pasos suceden de manera ordenada.

1. Dios hace el llamado: Nuestro Dios siempre es el que toma la iniciativa para llevarnos al camino. A veces simplemente despierta un deseo en el corazón, alinea las circunstancias precisas, o lleva alguien a tocar nuestra puerta. Pero lo cierto es que cuando nosotros buscamos a Dios es porque Él ya nos ha buscado primero (Romanos 2:4; Apocalipsis 3:20).

2. Respondemos al llamado: Escoger andar en el camino que lleva al cielo es nuestra decisión. Todos estamos predestinados para la salvación, pero somos libres de elegir; aunque Dios nos llama, nosotros escogemos. Si respondemos al llamado de Dios, si damos oído a su voz, le estamos dando la oportunidad de que entre en el corazón y comience su buena obra (1 Tesalonicenses 2:13, Romanos 10:17, Mateo 13:1-9, 18-23).

3. Los primeros pasos: Permitimos que el Señor tome nuestra mano y nos coloque en el inicio del camino al Cielo; justo allí, cuando abrimos nuestro corazón, el Señor coloca en él dolor por el pecado y fe en Cristo como nuestro redentor (Hechos 5:31, 2 Corintios 7:10; Juan 3:27; Santiago 1:17). Entregamos nuestro corazón a Él, aceptándolo como el único que es capaz de salvar nuestra vida (Proverbios 23:26, Hebreos 4:7). Y sellamos nuestro compromiso a través del Bautismo (Hechos 2:38)

4. El crecimiento: A partir de ese momento somos salvos, y nuestro nombre es registrado en los libros del cielo. El camino no ha terminado, apenas comienza. Inicia nuestra experiencia con Dios, madurando en la gracia, produciendo frutos abundantes (Juan 15:5,8), nuestro carácter se perfecciona poco a poco (2 Pedro 1:3-8) mientras nos mantenemos unidos a Cristo. Separados de él no podemos hacer nada, pero unidos a él somos llevados de triunfo en triunfo (2 Corintios 2:14). 

Somos llamados también a ser testigos suyos en este mundo (2 Pedro 2:9) para ayudar a otros a encontrar el camino a la vida. Y el mismo amor que nos ha manifestado el Señor, hemos de manifestarlo a nuestros hermanos que sufren y padecen (Gálatas 5:13, 6:10).

5. Tentaciones: Dios nos invita a repudiar el pecado, porque hemos sido salvados de él. Pero también es realista, sabe que a veces caeremos (1 Juan 2:1). Cuando caemos, podemos estar seguros que él es nuestro abogado y es fiel para perdonar nuestros pecados y limpiarnos (1 Juan 1:9). 

Sin embargo, hemos de procurar resistir al diablo en sus tentaciones (Santiago 4:7). Mientras más cerca andemos de Dios, mayor será nuestra determinación de serle fieles. No somos despojados de su justicia cuando caemos, a menos que decidamos abandonar nuestros esfuerzos de vencer por medio de su gracia.

6. Pruebas: El plan de Dios es llevarnos a la mejor versión de nosotros mismos, y a fin de alcanzar ese propósito a veces tendrá que aplicar algún tipo de disciplina (Hebreos 12:4-11), o prueba (1 Pedro 1:5-9), que no consisten realmente en el deseo de Dios de saber si seremos fieles o no, sino más bien esas circunstancias a través de las cuales Dios trabajará en nuestro crecimiento, madurez o en el fortalecimiento de nuestra fe. 

Podemos tener confianza en que Dios no nos permitirá ser probados más de lo que podemos soportar (1 Corintios 10:13). (Sería bueno que pudieses leer nuestro artículo ¿Por qué a las personas buenas les pasan cosas malas?)

7. Perseverancia hasta el fin: Aunque la vida cristiana es fuente de abundante gozo (Romanos 14:17), el camino no siempre será fácil. En ocasiones nos sentiremos solos, desanimados, a veces fallaremos y eso nos causará dolor, a veces parecerá que las tentaciones nos abruman y todo sale mal. Es necesario perseverar. 

Así como el Señor estaba al lado de la cruz cuando Jesús clamó “¿Por qué me has desamparado?”, así también está a nuestro lado aún en nuestras noches más oscuras. Al final recibiremos la corona de la vida y el abrazo de nuestro Dios (Apocalipsis 21:4).

Como has visto, el paso principal es decidir por el Señor y darle la oportunidad que trabaje en nuestro corazón, allí se resume todo. Después él empieza a obrar en nosotros el querer hacer su voluntad, y nuestra responsabilidad es decidir permitírselo. Y este proceso continúa todos los días de la vida, hasta el fin.

La dificultad del camino

La trayectoria de Cristiano hasta la Ciudad Celestial no fue nada sencilla,  todo lo opuesto, estuvo llena de conflictos. ¿Por qué el camino debe ser tan complicado? 

El camino al cielo es como un cristal que depende de dónde se mire. Si lo vemos desde el lado de la misericordia abundante de Dios que se nos ha extendido, diríamos que el camino es muy fácil, casi tanto que parece irreal que sea cierto. A fin de cuentas, Dios no nos exige nada para salvarnos, lo ha hecho de pura gracia; nosotros solo decidimos permitírselo y avanzamos por fe. 

Por el lado opuesto del cristal, si lo vemos desde la perspectiva de las pruebas, tentaciones, padecimientos, la negación propia, aflicciones, etc… pudiéramos decir que el camino es difícil; pero cuando lo miramos desde dentro el panorama se hace claro. El Rey del cielo no solo nos ofrece la salvación como un don, sino que veremos su mano fortaleciéndonos a cada paso y en cada prueba y conflicto. 

Todo el cielo está empeñado en nuestra salvación, y aunque nos toque “resistir hasta la sangre” al combatir con el pecado (Hebreos 12:4), podemos estar seguros que el auxilio Divino nunca nos será negado, y la recompensa será mucho más abundante.

Conclusión

Gracias a Dios, hay un camino al cielo. La vida no tendría sentido si así no fuera (1 Corintios 15:19). Es un único camino, y  está lleno –por dondequiera mires– de misericordia y gracia; su nombre es Jesucristo. Podrá parecer que es un camino difícil, pero en Jesús, y solo en Jesús, somos más que vencedores en todas las cosas (Romanos 8:37). La entrada de gloria a la Gran Ciudad está asegurada para todo aquel que, con una fe firme en Cristo, decida perseverar hasta el fin. 

Y tú, ¿Te decides a comenzar la aventura?