
La situación estaba comprometida, el general del ejército estaba por morir. Quedaba una batalla por ganar y solo había un soldado capacitado para el trabajo, le fueron otorgadas las instrucciones para cruzar el campo de batalla y salir vencedor.
Pero, cuando comenzó el ataque, aquél soldado tuvo miedo.
En pleno avance no pensaba en las victorias obtenidas con su difunto general, sino en todas las pérdidas, derrotas y vidas fallecidas en la guerra.
El desenlace fue un cuadro de derrota por las órdenes del soldado.
Poseyendo la experiencia obtenida por largas horas de reunión con el general, el apoyo de los compatriotas, más las instrucciones correctas para la victoria no fueron suficientes
¿qué le ocurrió?
No fue el miedo a la guerra, ni a la muerte, era un ataque de excesiva tensión a la labor que debía realizar por miedos resultantes de eventos pasados, atribuidos al futuro.
Desde sus tratamientos en 1920 por la psicología se le denomina a esta sensación como: ansiedad.
De enemiga a aliada

Una expresión repetitiva en diversas culturas es: “todo en exceso es malo”, como principio para mantener el control de nuestros hábitos y costumbres es muy acertado, aunque existen cosas que sin ser excesos ya son malas, y otras al tener un buen comienzo si llegan a tener una prioridad descontrolada terminan conduciéndonos al fracaso.
Entonces, ¿la ansiedad es mala desde el comienzo o si nos llega a controlar es que se vuelve perturbante?
Si nos detenemos ante una situación, que puede ser vergonzosa si no la ejecutamos correctamente, es natural sentir un nerviosismo ansioso, muy parecido al de joven pretendiente o un soldado que va por primera vez a la guerra. En estos casos la ansiedad es un resultado natural del cuerpo, ya sea interno o externo el estímulo. Cada persona decide si controlar su ansiedad o dejarse llevar por ella, esta decisión es determinante porque afectará la capacidad de poder responder a las adversidades presentadas.
Existen otros planos más traumantes en la ansiedad, como lo sufrió un destacado líder del pueblo oriental hebreo llamado Josué. Después de la extraña derrota contra Hai (una ciudad muy inferior militarmente), Josué pronunció palabras llenas de ansiedad y desaliento en Josué 7:7. Si bien, pudiéramos encuadrar una falta de fe en las palabras del líder hebreo, la respuesta dada por Dios (Josué 7:10) revela una verdad para el control cristiano de la ansiedad. Es no centrarnos en ser enemigos de la ansiedad, sino ver a donde nos puede llevar. En este caso llevó a Josué a levantar su cabeza y estar firme en la promesa de Dios.
La ansiedad será una aliada en nuestra vida siempre que nos lleve a buscar la solución más óptima en el menor tiempo posible. Pero, si nos controla nos dirigirá a pensamientos intrusivos, preocupación desmedida sin una pizca de esperanza por un futuro que no ha llegado.
Hacia la dirección equivocada
Sumamos las cuentas de nuestro negocio y lamentablemente son negativas. Los números marcan deudas, vemos la bancarrota con un pensamiento de desdicha a un futuro que no ha llegado. Nos volvemos ansiosos por obtener el dinero que necesitamos, tanto así, que cuando lo obtenemos así como vino, se fue. El pesar más grande de la ansiedad en nuestra vida está en creer que vamos por el camino correcto con ella de guía. Hasta cuando es nuestra aliada, va a nuestra par, no delante de nosotros.
No necesitamos empoderarnos de ansiedad por el triunfo del mañana, sino tener ambición de hacer hoy las cosas que nos llevarán al éxito del mañana (Mateo 6:34). Es luctuosa la pérdida de voluntad por el desespero y extrema preocupación por lo que puede suceder. Nuestra ambición debe ser puente para lograr las metas y objetivos, no la ansiedad. Podemos estar en el camino correcto, con la ambición a flor de piel, pero gracias a la angustia no avanzar, no correr y al final poder desmayar.
Existió una época en la cual los estoicos deseando jamás tener emociones negativas, relataron una encrucijada: son tan fuertes éstas emociones que no tiene cura, son irreversibles. Con el miedo de llegar a sentirse ansiosos, depresivos o angustiosos quitaban todo ápice de sentir contraproducente, pensado en que una cura para ello sería solo un milagro. ¿Qué nos dice la ciencia? ¿hay alivio y cura para la ansiedad? Por supuesto, muchos testimonios de personas que se han levantando de pensar en cómo pagar las deudas y tomaron la iniciativa de buscar, gracias a esa ansiedad generalizada, la forma correcta de actuar.
Como cristianos, lidiar con este tipo de problemas es tener una victoria segura, porque existe la cura, así que tomando las fuerzas necesarias empezamos a tomar nota de las principales formas de obtener una solución.
Las cadenas del futuro
Seguramente las vivencias pasadas te han librado de volver a cometer errores, otras veces te han facilitado la obtención de recursos. Ahora, los miedos producidos por experiencias pasadas pueden ser de defensa propia o para la pérdida de oportunidades. Es aquí donde la angustia si es nuestra aliada nos llevará a tomar la decisión correcta, pero si es nuestra enemiga, quizá ni siquiera decidamos, formando una cadena futurista.
Estas cadenas son las que nos limitan a mirar las opciones posibles, porque se basan solo en la experiencia pasada, pudiendo ser muy diferente el entorno que nos rodea, pero al llevar una carga emocional de una experiencia vivida la sentimos muy real. Para encontrar la solución es necesaria la concentración en lo que pensamos.
Nuestros pensamiento definen cuales serán nuestras acciones, gestos y nuestro futuro. Son los conceptos de la psique los que mantendrán nuestro presente estable. La última vez que sentimos ansiedad ¿Qué pensamos? ¿Lo que podría ocurrir o lo que podría suceder si sucedería algo que ya me pasó? Sin un control de las variables, estaremos dando cavidad a la angustia para hacernos creer, gracias a nosotros mismos, la solución más “lógica”, no hacer nada. Pero esto no es experiencia, es miedo por no intentar lo que en su momento no resultó.
En Deuteronomio 31:8 encontramos una respuesta en forma de promesa para nosotros, para controlar nuestra necesidad de sentirnos inseguros en lo que vamos a hacer.
Las cadenas no se rompen solas

Siguiendo con el ejemplo de las cuentas en cero, si hemos actuado con astucia y prudencia, tendremos un plan de negocio, en el cual reflejamos que hacer en caso de una mala racha. Uno de estos puntos puede ser: pedir ayuda. Alguien que asesore, preste, eduque en el proceso de crecimiento, a la vez procede con empatía hasta alcanzar juntos la solución. No es para menos, hablar de nuestras dificultades con alguien más y como vemos el futuro en primera instancia, nos proporciona una mejor concepción de nuestra forma de ver los resultados posteriores. No menos importante, podremos escuchar las perspectivas de alguien más, de esta forma no sentirnos abrumados al no conseguir salidas, sino complementar juntos una resolución.
En muchas casos las respuestas a nuestras ansiedades más perturbadoras están en compartirlas con otras personas de confianza. Desde amigos, familiares, hasta personal calificado para terapias de apoyo. A diferencia de transmitir nuestros problemas a otros, estamos buscando una solución con otros. Aun así, necesitamos a alguien para mantenernos apoyados constantemente, y existe.
Dejo mi futuro en manos seguras
Una vez en alta mar el barco estaba por desmoronarse, los pesqueros expertos veían la muerte ante sus ojos, angustiados por la próxima ola que tumbaría la barca, gritó el capitán: “Si aquí morimos, que sea por las olas y no por el miedo a ellas”. Lograron salir ilesos de aquella tormenta, con frío y muy cansados; llegaron a puerto seguro. Uno de los marineros fue entrevistado por lo sucedido. Una de sus respuestas fue: “No recuerdo haber confiado en lo hice, ni en mi fuerza o experiencia como navegante, sólo recordé las palabras del capitán e hice mi parte”.
Recordando siempre las palabras de Pedro, otro navegante que estuvo en alta mar: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. Esta cita está ligada a su amigo Jesús, gracias a Él no se tumbaron sus barcas en el alta mar, ni se tumbaron sus vidas en angustias futuras. Aceptando la solución que solo Cristo da a nuestras vidas, dejando todo nuestro yugo y permitirle guiar nuestra senda veremos la realidad de una vida lejos de la angustia opresiva, abundante de seguridad en cada pisada y rasgo de nuestra vida.
El verdadero reposo
Sentirse abrumado por las multitareas de la vida, un ciclo de rutinario de hacer las actividades con un comportamiento atareado y por salir del paso, nos conduce a la angustia indebida. La búsqueda de plenitud y felicidad se transforma en una constante persecución de tira y afloja, también de tiros de suerte, sin certeza ni la seguridad de alcanzarla. Debemos recordar la historia del comienzo. Alcanzar la felicidad de no ser dominados por la angustia, no es una pesquisa, es una lucha.
Los obstáculos para alcanzar la buenaventura estarán presentes en todo momento, sin ellos no creceriamos. Cuando alguno es muy grande, portentoso, nos podemos desanimar pensando en nuestros anteriores fracasos, sucumbiendo ante la ansiedad de una posibilidad degradante. Allí se encuentra el verdadero reposo a nuestras manos, te dice las palabras de Isaías 41:10 y entre tantas preocupaciones abordan el consuelo y la alegría (Salmos 94:19). Jesús tiene ese poder, y solo lo aceptamos por la fe y cumplimiento de sus mandatos en nuestro corazón.
La completa resolución
Podemos aprender a controlar la ansiedad siguiendo una serie de consejos:
- Respira: cada inhalación y exhalación son una forma de recordar la importancia de Dios para nosotros, si estás respirando es la principal evidencia de una solución a tus problemas.
- Libera la tensión: empecemos por poner en práctica el control de nuestros pensamientos, guardemos nuestro corazón de la desdicha, porque nuestro Dios nos asegura salir victoriosos. Solo hay que tener presente su voluntad y no la nuestra, la gloria es Suya, por ende, mi futuro está en sus manos. No hay mejor remedio que este.
- Habla de tus problemas: comunícate con el Dueño del universo, te escucha y te comprende mejor que cualquier amigo en esta tierra. Puede responderte de la forma más inusual y sencilla, como un silbido apacible, tomar una siesta o comer un aperitivo, pero ¿dudaremos de la solución de nuestro Creador? Igualmente, charlar con tu cónyuge y dedicar tiempo a la conversación mutua es un beneficio para seres sociables como nosotros.
¡Cristo viene pronto!
Recuerda! Si vamos por el camino al cielo, angosto y lleno de baches, no hay que dudar, porque Dios va con nosotros. Hasta aquí nos ha ayudado Dios, y seguirá obrando en la armonía de la salud mental.
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.