Apacienta a mis ovejas – 1 y 2 de Pedro – Ser quien uno es

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Versículo para memorizar. 2 Ped. 1:5-7. “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”

Al comienzo de su segunda epístola, Pedro nos escribió acerca de la fe, para que “después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (2P. 1:15). Nos enseña acerca de una fe preciosa, que crece hasta permear toda nuestra vida, ayudarnos a enfrentar la muerte y darnos la seguridad de la vida eterna.

UNA FE PRECIOSA.

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra” (2ª de Pedro 1:1).

Hemos obtenido la fe, no por nuestros propios méritos, sino “por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo”. La recibimos a través del conocimiento de Dios y de Jesús (v. 2-3). Llegamos a conocer a Dios por medio de la Palabra, la creación, la transformación de nuestra vida, la obediencia y la gracia que Dios derrama sobre nosotros. Esta fe nos lleva a huir “de la corrupción que hay en el mundo” (v. 4). El amor de Jesús transforma nuestra vida y nuestros deseos, de modo que ya no deseamos participar del pecado que reina en este mundo.

AMOR, EL OBJETIVO DE LA VIRTUD CRISTIANA.

“vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2ª de Pedro 1:5-7).

A los dones que Dios ya nos ha concedido, debemos añadir nuestra búsqueda diligente de las virtudes cristianas. El cristiano puede crecer en la vida santificada si coopera con Dios.

• Fe. Creer que somos salvos en Jesús.
• Virtud. Excelencia moral del creyente.
• Conocimiento. Comprensión práctica de los caminos y los planes de Dios para nosotros.
• Dominio propio. Los cristianos maduros son capaces de controlar sus impulsos.
• Paciencia. Valiente y firme perseverancia bajo la adversidad.
• Piedad. Comportamiento amable y humilde, coherente con nuestra fe.
• Afecto fraternal. Los cristianos forman una familia bien avenida.
• Amor. Estar dispuesto a sacrificar el yo por el bien del que se ama (amigo o enemigo).

Nota de EGW: “Estas palabras están llenas de instrucción, y dan la nota tónica de la victoria. El apóstol presenta a los creyentes la escalera del progreso cristiano, en la cual cada peldaño representa un avance en el conocimiento de Dios, y en cuya ascensión no debe haber detenciones. Fe, virtud, ciencia, temperancia, paciencia, piedad, fraternidad y amor representan los peldaños de la escalera. Somos salvados subiendo escalón tras escalón, ascendiendo paso tras paso hasta el más alto ideal que Cristo tiene para nosotros. De esta manera, él es hecho para nosotros sabiduría y justificación, santificación y redención”.( Los hechos de los apóstoles, pg. 422).

SER QUIEN UNO ES.

“Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2ª de Pedro 1:10).

Tras invitarnos a ascender por la “escalera de la fe”, Pedro nos indica el resultado de “abundar” en las virtudes mencionadas (v. 8), o no hacerlo (v. 9).

• ABUNDAR. No estamos ociosos, sino que llevamos fruto (compartimos nuestra fe) y crecemos en el conocimiento de Jesús.
• NO ABUNDAR. Somos ciegos. Incapaces de ver el resultado de nuestra justificación (la santificación), perdemos nuestra relación salvífica con Jesús.

Debemos vivir de acuerdo con nuestra fe. Si lo hacemos de otra forma, la negamos.

DEJAR EL TABERNACULO.

“Además, considero que tengo la obligación de refrescaos la memoria mientras viva en esta habitación pasajera que es mi cuerpo; porque sé que dentro de poco tendré que abandonarlo, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo” (2ª de Pedro 1:13-14 NVI).

Pedro habla de su cuerpo como una “habitación pasajera” o “tabernáculo” [RV1909] que en breve abandonará. ¿Esperaba Pedro, por tanto, que su alma ascendiera al Cielo al morir? En realidad, Pedro piensa de su cuerpo mortal, material, como algo temporal que finalmente será sustituido por algo inmortal. Pablo declara enfáticamente que nuestra esperanza después de la muerte es la resurrección, y no una vida eterna inmediata tras la muerte (1ª de Corintios 15:12-57; 1ª de Tesalonicenses 4:16-18). En ese momento, nuestra “habitación pasajera” (cuerpo mortal) se convertirá en “habitación eterna” (cuerpo incorruptible).

Nota de EGW: “Nuestros cuerpos mortales pueden morir y ser puestos en la tumba. No obstante la bendita esperanza vive hasta la resurrección, cuando la voz de Jesús llama al polvo durmiente. Entonces gozaremos de la plenitud de la bendita y gloriosa esperanza. Sabemos en quién hemos creído. No hemos corrido ni trabajado en vano. Una recompensa rica y gloriosa está ante nosotros; es el premio por el cual corremos, y si perseveramos con ánimo seguramente lo hemos de obtener” (En los lugares celestiales, 11 de diciembre).

FE ANTE LA MUERTE.

“También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (2ª de Pedro 1:15).

Cumpliendo la profecía de Jesús (Juan 21:18-19), Pedro iba a ser crucificado en breve por orden de Nerón. ¿Cuál era la preocupación de Pedro ante la proximidad de su muerte? No había ni temor ni preocupación por sí mismo. Gracias a las promesas divinas de una vida eterna, el creyente no debe temer a la muerte. Como pastor del rebaño que el Señor dejó a su cargo, la preocupación de Pedro era dejar un legado que animase a sus hermanos de todas las épocas a seguir fieles a Jesús.

Nota de EGW: “Por muchos años Pedro había recalcado a los creyentes la necesidad de un crecimiento constante en gracia y en conocimiento de la verdad; y ahora, sabiendo que pronto iba a ser llamado a sufrir el martirio por su fe, llamó una vez más su atención al precioso privilegio que está al alcance de cada creyente. En la completa seguridad de su fe, el anciano discípulo exhortó a sus hermanos a tener firmeza de propósito en la vida cristiana. “Procurad—rogaba Pedro—tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” ¡Preciosa seguridad! ¡Gloriosa es la esperanza del creyente mientras avanza por fe hacia las alturas de la perfección cristiana!” (Los hechos de los apóstoles, pg. 425).

Pedro identifica los medios por los que el creyente puede asegurarse de hace firme su vocación y elección, de no caer nunca, y de recibir una “amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.

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