Salvación solo por la fe – Libro de Romanos – Justificación por medio de la fe

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Versículo para memorizar. Romanos 3:28. “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las
obras de la ley”.

En esta lección, llegamos al tema básico de Romanos: la justificación por la fe; la gran verdad que, más que cualquier otra, dio lugar a la Reforma Protestante. Y, a pesar de todo lo que se afirma en contra, Roma no ha cambiado respecto de esta creencia hasta ahora, así como no lo hizo en 1520.

LAS OBRAS DE LA LEY.

“Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Rom. 3:19 y 20).

La ley es la Toráh (especialmente el Pentateuco y, por extensión, todo el Antiguo Testamento).
¿PARA QUÉ SIRVE LA LEY?

• Revela al hombre el pecado y su culpa ante Dios.
• No puede, de ninguna forma, eliminar la culpa ni hacernos justos a la vista de Dios.
• Señala el camino para obtener el perdón (por ejemplo: el sistema de ritos del santuario).
• Muestra el carácter de Dios.

LA JUSTICIA DE DIOS.

“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:21-22).

La ley nos enseña que todos somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios. Además, en el Antiguo Testamento Dios ya había manifestado la forma
en que Él nos iba a salvar. No obstante, hasta que no vino Jesús no pudimos comprender plenamente esta salvación. Aunque todos somos pecadores, todos podemos ser salvos por medio de la fe en Jesús.

POR SU GRACIA.

“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24).

Somos justificados cuando somos declarados justos por Dios. El medio que Dios ha dispuesto para declararnos justos es la redención a través de la muerte de Jesús. Esta declaración de justicia no tiene nada que ver con algo que nosotros podamos hacer; no la merecemos. Nos es dada sólo por gracia, como un favor por parte de Dios.

LA JUSTICIA DE CRISTO.

“A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe” (Romanos 3:25-27).

El propiciatorio (la tapa del arca) se interponía entre la manifestación de Dios entre los querubines y la ley. Así, Jesús se interpone entre el pecador y Dios para que se cumpla la justicia divina y el pecador sea aceptado por su fe en Jesús. Dios es justo y ésta es la única solución para cumplir la justicia divina que demanda la ley y, además, aceptar al pecador.

SIN LAS OBRAS DE LA LEY.

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28)

Las obras no tienen nada que ver con la justificación, porque nada podemos hacer para ser justificados. La justificación se recibe sólo por la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo. ¿La justificación por la fe nos exime de guardar la ley? De ninguna manera, porque el que ha sido perdonado ¿cómo seguirá pecando (porque el pecado es transgresión de la ley)?

 

Nota de EGW: “La justicia es la obediencia a la ley. La ley demanda justicia y, ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre, y Dios recibe, perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama como ama a su Hijo” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 430).

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