La educación – El cielo, la educación y el eterno aprendizaje

Versículo para memorizar: 1ª Corintios 2:9. “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.

Durante toda nuestra vida no cesamos de aprender. Pero este ciclo de aprendizaje acaba con la muerte… ¿o no? La Biblia nos enseña que, aun después de la muerte, tenemos la oportunidad de seguir aprendiendo, de realizar un “estudio de postgrado” o “máster”. Cuando seamos resucitados por Jesús comenzaremos una nueva y apasionante etapa educativa: la escuela del más allá.

EL DESTINO DE LOS MUERTOS

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:54).

La última etapa de nuestro aprendizaje comenzará con la resurrección. Para poderla comenzar, debemos pues cumplir con los requisitos para participar de la “resurrección de vida” (Juan 5:29). Jesús dejó claros los requisitos: (1) comer su carne [tener comunión con Él] y (2) beber su sangre [aceptar su sacrificio en la cruz en nuestro favor] (Juan 3:16). En ese momento, se nos concederá un don que marcará el tiempo que durará nuestra educación en el más allá: la vida ETERNA (1Jn. 5:13; 1Tim. 1:16; Jn. 4:14; 6:40; Jud. 1:21; Tit. 3:7). En contraste con el tiempo limitado del que disponemos en esta vida, Jesús nos proveerá de tiempo ilimitado para un aprendizaje ilimitado en su compañía.

UNA EXISTENCIA NUEVA

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

Actualmente existen muchas trabas que limitan nuestro aprendizaje: maestros imperfectos, temarios con errores, capacidad intelectual limitada, problemas personales y familiares…Pero todas esas trabas desaparecerán en los “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2P. 3:13). Con el fin del pecado y de la muerte, el ambiente en el que estudiaremos será un ambiente perfecto. Nosotros mismos habremos sido transformados y perfeccionados por Dios, que nos dotará de una capacidad intelectual incomparablemente superior a la actual (1Co. 15:42-49).

“¡Gracias a Dios, porque nos ha hecho un regalo tan grande que no tenemos palabras para expresarlo!” (2ª de Corintios 9:15 DHHe).

ENTONCES CONOCEREMOS

“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:12).

El propósito de Dios al fundar la primera escuela en Edén era que Adán y sus descendientes adquiriesen conocimientos ilimitados sobre Dios, sobre el mundo que les rodeaba, sobre el universo y sobre cualquier otro tema que pudiera venirles al pensamiento. Tras este breve paréntesis provocado por el pecado, la intención de Dios es la de reabrir la escuela del Edén. Todos estamos invitados a inscribirnos en ella (Juan 3:16). ¿Cómo rellenar nuestra inscripción y ser aceptados como alumnos de esta escuela?

• Aceptar por fe a Jesús como Salvador (Hechos 16:13).
• Confiar en sus promesas (Hebreos 10:23).
• Vivir de acuerdo con la luz recibida (Santiago 1:21-22).
• Perseverar hasta el fin (Mateo 24:13).

LA ESCUELA EN EL MÁS ALLÁ

“Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos” (Zacarías 13:6).

En un mundo libre de los efectos del pecado, nuestro temario y el contenido de nuestros “libros de texto” será muy diferente del actual. Por ejemplo:

• Biología. Sin muerte, enfermedad ni dolor, estudiaremos el maravilloso funcionamiento aún de los organismos más ínfimos.
• Zoología. Sin animales que se maten entre sí ni dañen, podremos estudiarlos con toda tranquilidad y aprender de ellos.
• Astronomía. ¿Para qué usar telescopios cuando podremos viajar directamente al planeta que queramos estudiar?
Pero la materia estrella que ocupará nuestra atención será el plan de Redención y el gran amor de Dios (Zacarías 13:6).

EL GRAN MAESTRO

“porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:17).

Una de las funciones principales de Jesús durante su ministerio terrenal fue la de enseñar (Mat. 5:2; Mar. 4:2; Luc. 19:47; Jn. 6:59). En la universidad del más allá seguirá siendo Jesús nuestro maestro, quien tutorizará nuestros estudios y nos conducirá a un conocimiento cada vez mayor de Su carácter y de Su Creación (Isaías 54:13). Con un tiempo ilimitado para aprender, recibiremos cada vez más amplia y gloriosa revelación de Dios. Cuanto más aprendamos de Su carácter, más le admiraremos y nuestros cantos de alabanza serán cada vez más intensos. Entonces, “desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declara[rá]n, en su belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es amor” (Elena G. White, CS, pg. 657).

Nota de EGW: “Allí las mentes inmortales estudiarán con deleite inextinguible las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor… Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la mente ni desgastará las energías. Se llevarán a cabo las más grandes empresas, se alcanzarán las más elevadas aspiraciones, se realizarán las más elevadas ambiciones; y aún surgirán nuevas alturas que alcanzar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos propósitos para ocupar las facultades de la mente, el alma y el cuerpo” (La historia de la Redención, pg. 452).