Versículo para memorizar: Isaías 53:5. “Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
¿Una persona inocente que deja que le abofeteen y escupan sin quejarse ni defenderse? ¿Y qué hacer cuando te das cuenta de que la culpa de lo que le está ocurriendo a él la tienes tú? Jesús sufrió y murió para que nosotros tengamos vida. El Justo se entregó por los pecadores. Todo esto fue predicho con increíble exactitud por Isaías, el profeta evangélico.
LA VERDAD PROBATORIA DE ISAÍAS (ISA. 50:4–10)
“Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos” (Isaías 50:6).
La injuria, los insultos o las burlas inferidas hacia una persona, hacen que ésta se sienta humillada, y se llene de ira contra los que injustamente le ofenden. Por ejemplo, el trato degradante sufrido por los embajadores de David desencadenó una guerra entre Israel y Amón (2ª de Samuel 10). Sin embargo, la persona más poderosa que ha existido sobre esta tierra soportó las burlas y el desprecio sin defenderse ni airarse (Mateo 26:67-68). Colgado en una cruz, Jesús no quiso descender de ella para acallar las burlas y los insultos (Mateo 27:38-44). ¿Por qué?
EL POEMA DEL SIERVO SUFRIENTE (ISA. 52:13–53:12) ¿QUIÉN HA CREÍDO? (ISA. 52:13–53:12)
“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” (Isaías 53:1).
Isaías 53:12 nos presenta al siervo “puesto muy en alto”. Repentinamente, algo ocurre. El siervo queda desfigurado (v. 13). Esto provoca que los reyes vean “lo que nunca les fue contado” y entiendan “lo que jamás habían oído” (v. 14). Al igual que Job, este siervo (Jesús) sufre sin culpa alguna. ¿Qué provocó el sufrimiento de estos y otros muchos inocentes? La respuesta queda en el aire. Entonces, llega la pregunta crucial: ¿Quién está dispuesto a creer lo que está anunciado? El que crea, experimentará el poder salvador de Dios. El mismo brazo que liberó a Israel de Egipto, librará de la muerte a aquel que crea. ¿Crees?
¡LOS INALCANZABLES SOMOS NOSOTROS! (ISA 53:3–9)
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).
Dios nos regaló un Niño, un Príncipe de paz (Isaías 9:6). Sin embargo, hubo guerra contra Él. Sin razón alguna lo llevaron a juicio, lo condenaron como malhechor (aunque nunca hizo pecado), y lo maltrataron (Isaías 53:7-9). ¿Quién fue su enemigo? ¿Quién le hizo esto? La respuesta es dolorosamente clara: TODOS NOSOTROS (Isaías 53:6). A causa del amor de Dios, su Mesías elegiría sufrir. ¡Él eligió sufrir para alcanzar lo inalcanzable; y lo inalcanzable somos nosotros!
UNA OFRENDA DE RESTITUCIÓN TRANSFORMADORA (ISA. 53:10-12)
“Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada” (Isaías 53:10).
Toda ofensa (pecado) contra Dios o contra el prójimo debía ser expiada. Si la ofensa lo requería, debía hacerse una restitución al agraviado. En todo caso, debía ofrecerse un sacrificio. Un animal inocente moría en lugar del ofensor. Jesús, el “Cordero de Dios” (Juan 1:29), se ofreció voluntariamente para expiar nuestro pecado. Él murió para que nosotros no tuviésemos que sufrir la muerte eterna. En su resurrección, se asegura nuestra resurrección. Nosotros somos el “linaje”, “el fruto de la aflicción de su alma”. Cree este mensaje, y el sacrificio supremo de Jesús habrá valido la pena. Él quedará satisfecho cuando nos vea entrar por las puertas de la Nueva Jerusalén.
Nota de EGW: “Cristo no era insensible a la ignominia y la desgracia. Experimentó todo amargamente. Lo sintió más profunda y agudamente que lo que nosotros podemos sentir el sufrimiento, porque su naturaleza era más exaltada, pura y santa que la de la humanidad pecadora por quien sufría. Era la Majestad del cielo, era igual al Padre, era el Comandante de las huestes angélicas, y, sin embargo, murió por el hombre sufriendo una muerte que más que ninguna otra era considerada ignominiosa. Ojalá que los enaltecidos corazones de los hombres comprendieran esto. Ojalá que comprendieran el significado de la redención, y procuraran aprender la humildad de Jesús” (A fin de conocerle, 29 de noviembre).
