El libro de Job – El Redentor de Job

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Versículo para memorizar. Isaías 53:4. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestrosescuela-sabatica-4to-trimestre-2016 dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido”.

Con la aparición de, comenzando en el capítulo 38, el libro de Job llega a su clímax. Dios se reveló a Job de una manera poderosa y milagrosa, y esto resultó en la confesión y la contrición de Job. Dios, entonces, reprendió a los amigos de Job por sus palabras equivocadas, y Job oró por ellos. Sin embargo, hay algo insatisfactorio en la historia y el modo en que termina. Dios y Satanás, discutiendo en el cielo, ¿batallan por la vida del pobre Job? Sencillamente, no parece justo que Job tuviera que cargar con el impacto terrible de este conflicto entre Dios y Satanás, mientras Dios seguía en el cielo y miraba lo que sucedía. Sólo en Jesús encontramos repuestas consoladoras a las preguntas del libro de Job.

MI REDENTOR VIVE.

“Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.” (Job 19:25-27).

Con estos famosos versículos, Job muestra que él tiene algún conocimiento del Redentor, conocimiento de que, aunque la gente muriera, había esperanza más allá de la tumba, y esta esperanza se encontraba en el Redentor, quien había de venir a la Tierra un día. Estas palabras de Job apuntan a la verdad más vital e importante de la Biblia: Dios como nuestro Redentor. En un mundo caído, necesitamos más que un Creador, necesitamos también un Redentor. De hecho, él puede ser nuestro Redentor solo porque es el Creador.

HIJO DEL HOMBRE.

 “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11).
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

Lo que planteaba Job era sencillo: Tú eres Dios, el Soberano del universo, el Creador. La queja de Job de que Dios no era humano y, por lo tanto, no podía conocer el dolor humano, fue respondida completa y plenamente con la venida de Jesús a la Tierra. Aunque nunca perdió su divinidad, Jesús también fue plenamente humano, y en esa humanidad supo lo que era sufrir y luchar, así como Job y todos los humanos lo hacen. De hecho, en todos los evangelios, vemos la realidad de la humanidad de Cristo y los sufrimientos

Nota de EGW: “Cristo no tomó sobre sí una humanidad solo aparente. Tomó la naturaleza humana y vivió la naturaleza humana. […] No solo fue hecho carne, sino también fue hecho a semejanza de carne de pecado” (CBA 5:1.098)

 

LA MUERTE DE CRISTO.

“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (1 Juan 2:6).
“Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.” (Marcos 8:31).

Jesús es el Hombre modelo. Su vida es el ejemplo que todos los que lo seguimos deberíamos procurar imitar, por la gracia de Dios. Jesús es el único ejemplo perfecto que tenemos sobre cómo vivir la clase de vida a la que Dios nos llama. Sin embargo Jesus no vino a esta Tierra para darnos un ejemplo, vino como Sustituto. Alguien que pague la pena por nuestros pecados: Jesús también vino para morir la muerte que nosotros merecemos, de modo que su vida perfecta se nos pueda acreditar como propia. Jesús tenía que morir por nosotros por causa de la obediencia a la Ley que, aunque central para la vida cristiana, no es lo que salva a los caídos. Solo la perfecta vida de nuestro Ejemplo perfecto, Jesús, podía salvarnos, y por eso Cristo vino para ofrecer “para siempre un solo sacrificio por los pecados”.

 

LOS SUFRIMIENTO DEL HIJO DEL HOMBRE.

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. (Isaías 53:6).

Jesús llevó nuestros dolores y tristezas. Esto incluye los dolores y las tristezas de Job y de todo el mundo. Jesús murió en la Cruz por el pecado de todos los seres humanos que alguna vez vivieron, que viven y que vivirán. Él asumió el dolor y la angustia que cada uno de nosotros conoce; ninguno puede darle lecciones a Dios acerca del sufrimiento, porque en su humanidad cargó sobre sí mismo todo el dolor que el pecado ha esparcido alrededor del mundo. Visto a través de la Cruz, el libro de Job tiene más sentido, porque la Cruz resuelve muchas preguntas que ese libro deja sin respuesta. La Cruz muestra que, por mucho que haya sufrido Job o cualquier ser humano, nuestro Señor voluntariamente sufrió mucho más que cualquiera, a fin de darnos la esperanza y la certeza de la salvación. Job vio a Dios como el Creador. Después de la Cruz, lo vemos como el Creador que llegó a ser nuestro Redentor.

 

SATANÁS DESENMASCARADO.

“que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”. (2 Corintios 5:19).

Nota de EGW: “Los falsos cargos de Satanás contra el carácter del gobierno divino aparecieron en su verdadera luz. Él había acusado a Dios de buscar tan solo su propia exaltación con las exigencias de sumisión y obediencia por parte de sus criaturas, y había declarado que, mientras que el Creador exigía que todos se negasen a sí mismos, él mismo no practicaba la abnegación ni hacía sacrificio alguno. Entonces, se vio que, para salvar a una raza caída y pecadora, el Legislador del universo había hecho el mayor sacrificio que el amor pudiera inspirar, pues ‘Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo’ (2 Cor. 5:19). Se vio además que, mientras que Lucifer había abierto la puerta al pecado debido a su sed de honores y supremacía, Cristo, para destruir el pecado, se había humillado y hecho obediente hasta la muerte” (CS 556).

Jesús con su muerte garantizó la destrucción final del pecado y de Satanás. En la Cruz, Jesús pagó la pena legal por el pecado y, de ese modo, reconcilió al mundo caído con Dios. Aunque somos pecadores condenados a muerte, por fe podemos tener la promesa de vida eterna en Jesús.

Nota de EGW: “‘Ahora es el juicio de este mundo –continuó Cristo–; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo. Y esto decía dando a entender de qué muerte había de morir’. Esta es la crisis del mundo. Si soy hecho propiciación por los pecados de los hombres, el mundo será iluminado. El dominio de Satanás sobre las almas de los hombres será quebrantado. La imagen de Dios que fue borrada será restaurada en la humanidad, y una familia de santos creyentes heredará, finalmente, la Patria celestial. Tal es el resultado de la muerte de Cristo. El Salvador se pierde en la contemplación de la escena de triunfo evocada delante de él. Ve la Cruz, la cruel e ignominiosa Cruz, con todos sus horrores, esplendorosa de gloria. “Pero, la obra de la redención humana no es todo lo que ha de lograrse por la Cruz. El amor de Dios se manifiesta al universo. El príncipe de este mundo es echado fuera. Las acusaciones que Satanás había presentado contra Dios son refutadas. El oprobio que había arrojado contra el Cielo queda para siempre eliminado. Los ángeles tanto como los hombres son atraídos al Redentor” (DTG 579).

Mucho antes de que Jesús viniera a vivir y morir por nosotros, Job sabía que su Redentor vivía. Ahora miramos atrás, a la Cruz, más de dos mil años después. Desde Este punto de vista ventajoso, entendemos la muerte sustitutiva de nuestro Redentor, cuyos sufrimientos abarcan la suma total de todos los sufrimientos y tristezas que las generaciones de ese mundo han vivido o han de vivir. Este conocimiento salvífico nos lleva, por medio de nuestros sufrimientos, a la vida de los redimidos.

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