El libro de Hechos – La conversión de Pablo

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Versículo para memorizar. Hechos 9:15. “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de
los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”

Tras el apedreamiento de Esteban, el sanedrín autorizó a Saulo de Tarso (Pablo) a perseguir a los seguidores de Jesús de Nazaret. De esta manera, Saulo se convirtió en el enviado (apóstol) del Sanedrín para destruir a la secta del “Camino”. Pero Jesús intervino para colocarlo bajo otras órdenes. Le estaba reservado un lugar en Sus filas, como apóstol de los gentiles.

PERSEGUIDOR DE LA IGLESIA.

“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que, si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9:1-2).

Según él mismo relató después, Saulo creyó su deber perseguir duramente a los que creían en Jesucristo (Hechos 26:9-11). Considerando que una persona colgada en un madero había sido maldecida por Dios, no podía aceptar un Mesías muerto de esa manera (Deuteronomio 21:22-23). Al recibir autoridad del Sanedrín, se convirtió en su shalia, un enviado oficial. La palabra griega equivalente a shalia es apóstolos, es decir, apóstol. Saulo era apóstol del Sanedrín. Con los poderes recibidos, viajó 220 km hacia el norte, a Damasco. Allí esperaba apresar a los creyentes del “Camino” para llevarlos a Jerusalén y ser juzgados por herejía.

CAMINO A DAMASCO.

“Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hechos 9:5).

Aunque todos vieron la luz y cayeron al suelo, solo Saulo quedó ciego. Aunque todos oyeron la voz, solo Saulo la entendió. Evidentemente, ésta era una manifestación especial para él. Aunque Saulo perseguía a la iglesia, Jesús consideró que era Él mismo el perseguido. “Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos” (Zacarías 2:8 DHHe). Una aguijada (o aguijón) es un palo largo terminado en una punta de hierro que se usaba para dirigir a los bueyes en su trabajo. Cocear contra él solo podía causar daño. El “aguijón” contra el que Saulo luchaba era su propia conciencia, sus dudas acerca de Jesús como el verdadero Mesías. Al ver cara a cara a Jesús resucitado, se quebraron todos sus razonamientos.

LA VISITA DE ANANÍAS.

“Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:18).

Dispuesto a seguir a Jesús, Pablo le preguntó: “¿qué quieres que yo haga?”. Luego, quedó ciego por tres días. Durante ese tiempo, Pablo renunció a ser apóstol del Sanedrín para convertirse en Apóstol de Jesús. Pero no debía trabajar solo, primero debía ser puesto en contacto con la iglesia, convertirse en parte de ella, y actuar en colaboración con ella. Ananías fue llamado para realizar estas funciones. A pesar de sus dudas iniciales (bastante razonables, por cierto), Ananías fue a ver a Pablo. Le restauró la vista y le ratificó el llamamiento divino.  Además, le invitó a ser bautizado y unirse así a la iglesia.

EL COMIENZO DEL MINISTERIO DE PABLO.

“En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios […] Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle” (Hechos 9:20, 23).

El hombre que había venido a arrestar a los seguidores del “falso mesías”, ahora los defendía públicamente en las sinagogas. Además, demostraba bíblicamente que Jesús era el verdadero Mesías. Los judíos, alarmados, buscaron el apoyo de las autoridades civiles para arrestar a Pablo (2ª de Corintios 11:32-33). Los creyentes ayudaron a Pablo haciéndole descender por el muro, usando una canasta. Esto no desalentó al nuevo apóstol, pues ya había sido advertido que tendría que sufrir por su Maestro (Hechos 9:16).

EL REGRESO A JERUSALÉN.

“Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos tenían miedo de él, porque no creían que de veras fuera discípulo” (Hechos 9:26 NVI).

Aunque ya habían pasado tres años desde su conversión, la iglesia de Jerusalén todavía no estaba convencida de la sinceridad de su cruel perseguidor. Dios usó a Bernabé como intermediario para quebrar estos prejuicios. Pablo aprovechó su estancia en Jerusalén para continuar con la obra de Esteban, que él mismo había interrumpido. Su predicación levantó la misma oposición que él había desencadenado contra Esteban. La vida de Pablo estaba en peligro. Fue avisado en visión que abandonase Jerusalén (Hechos 22:17-21). Nuevamente, fue ayudado por los hermanos para poder huir.

Nota de EGW: “El Señor siempre asigna una tarea a cada ser humano. Esta es la cooperación divino-humana. Aquí conocemos al hombre que obedece la luz que se le ha dado. Si Saulo hubiera dicho: “Señor, no me siento inclinado en lo más mínimo a seguir tus indicaciones para obrar mi propia salvación”, todo habría sido inútil, aunque Dios le hubiera dado diez veces más luz. La obra del hombre es colaborar con Dios. Y el conflicto más duro y más severo se produce cuando llega la hora de la gran resolución del ser humano de someter su voluntad y sus caminos a la voluntad y los caminos de Dios, y confiar en las influencias de la gracia que lo han acompañado durante toda su vida […] Sigan y obedezcan la dirección del Espíritu Santo” (Mente, carácter y personalidad, tomo 2, pg. 397).

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