El libro de Hechos – El ministerio de Pedro

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Versículo para memorizar. Hechos 10:34-35. “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no
hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”.

Antes de negar a su Maestro, Jesús le había dicho a Pedro: “una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32). En cumplimiento a esta orden, Pedro recorrió diversos lugares fortaleciendo a los hermanos y ministrando a los necesitados, los escépticos y los extranjeros. Paralelamente, el evangelio fue llegando a los gentiles que habitaban en Antioquía.

EN LIDA Y JOPE.

“Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva” (Hechos 9:41).

Dios realizó por medio de Pedro milagros similares a los realizados por Jesús mismo. Ejemplos como la sanación de Eneas y Tabita. En todos los casos, el resultado fue el mismo: “glorificaban a Dios”; “se convirtieron al Señor”; “se llenaron de asombro”; “muchos creyeron en el Señor”. Cuando permitimos plenamente que Dios nos utilice para la causa del evangelio, ocurren grandes cosas.

EN LA CASA DE CORNELIO.

“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10:34).

Un ángel se apareció al centurión Cornelio para darle indicaciones precisas de a quién debía llamar y dónde podía encontrarlo. Pero Pedro, judío devoto, no tenía intención alguna de entrar en casa de un gentil (apartado, según él, de la salvación de Dios). Por esta razón, Dios le tuvo que mostrar una visión especial para que fuese a predicar a un gentil. A través de Pedro, Jesús mostró a la iglesia la universalidad de la salvación (Tito 2:11; Gálatas 3:26-28; Efesios 2:11-19). Nadie está excluido de la gracia divina. A todos se les debe predicar la Buena Nueva.

EL DON DEL ESPÍRITU.

“Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18).

Pedro vio que los gentiles recibían el Espíritu Santo “como sobre nosotros al principio”. Por lo tanto, dedujo que podían ser bautizados, y ser incorporados a la iglesia (sin necesidad de ser circuncidados). No obstante, la iglesia no estaba preparada aún para recibir a incircuncisos en su seno. Disputaron con Pedro sobre su comportamiento. Pero cuando oyeron la historia completa, no pudieron seguir oponiéndose. La puerta estaba abierta a los gentiles. Esta aceptación pronto daría sus abundantes frutos.

LA IGLESIA DE ANTIOQUÍA.

“Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús”. (Hechos 11:20).

Ante la dura persecución de Saulo, muchos creyentes tuvieron que huir de Jerusalén. Éstos predicaban a los judíos que encontraban. En Antioquía, un grupo decidió predicar también a gentiles. Dios fue moviendo sus “fichas”. Saulo se convirtió en apóstol, Pedro predicó a gentiles, y la iglesia aceptó acogerlos en su seno. Al oír la noticia de la conversión de gentiles en Antioquía, la iglesia envió a Bernabé. ¿Por qué precisamente a él? Además de ser “varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe”, conocía a Pablo y sabía dónde encontrarle. Juntos, llenaron Antioquía de Cristo durante un año. Así, los creyentes llegaron a ser conocidos como “cristianos”.

LA PERSECUCIÓN DE HERODES.

“En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan” (Hechos 12:1-2).

Airado por el crecimiento de la iglesia, el enemigo instó a Herodes para tratar de detener el avance del Evangelio. La iglesia quedó consternada por la muerte del primer apóstol, y el encarcelamiento de Pedro. Ante la evidente facilidad de los apóstoles de escaparse de la prisión (Hechos 5:17-20), Herodes se aseguró de evitar la fuga de Pedro. Los hermanos se reunieron para orar. Como respuesta, Dios envió un ángel para liberar a Pedro. Posteriormente, el mismo Herodes fue herido por un ángel.

Nota de EGW: “Cristo no admitía distinción alguna de nacionalidad, jerarquía social, ni credo. Los escribas y fariseos deseaban hacer de los dones del cielo un beneficio local y nacional, y excluir de Dios al resto de la familia humana. Pero Cristo vino para derribar toda valla divisoria. Vino para manifestar que su don de misericordia y amor es tan ilimitado como el aire, la luz o las lluvias que refrigeran la tierra. La vida de Cristo fundó una religión sin castas; en la que judíos y gentiles, libres y esclavos, unidos por los lazos de fraternidad, son iguales ante Dios. Nada hubo de artificioso en sus procedimientos. Ninguna diferencia hacía entre vecinos y extraños, amigos y enemigos. Lo que conmovía el corazón de Jesús era el alma sedienta del agua de vida”. (El ministerio de curación, pg. 15).

Pedro, como miembro de la iglesia, guerrero de la oración, evangelista y dirigente de la iglesia, ha dejado un modelo para que los cristianos sigan.

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