Descanso en Cristo – Las raíces del descontento

Versículo para memorizar: Santiago 3:16. “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa”.

El descontento surge cuando existe un conflicto entre lo que queremos y lo que obtenemos. Son situaciones que nos producen ansiedad y nos quitan la paz. En muchas ocasiones, las raíces del descontento se encuentran en nuestra naturaleza pecaminosa. En otras, es nuestro deseo de ser fieles lo que motiva a otros a ponernos trabas en el camino. ¿Podemos encontrar paz cuando nos rodea el descontento?

JESÚS TRAE DIVISIÓN

“Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra” (Mateo 10:35).

¡Qué palabras tan extrañas tratándose de Jesús, quien predicó y vivió el amor, la paz y la armonía! Nos enseñó a amar a nuestros enemigos, ¡cuánto más a nuestros familiares y amigos!
Sin embargo, Jesús nos dice que, si los amamos más que a Él, no somos dignos. Jesús es digno porque lo dio todo por nosotros (Ap. 5:9). Nosotros somos dignos cuando elegimos seguirle por sobre todo lo demás. Cuando nuestros allegados no hacen la misma elección, surge el conflicto. Buscarán apartarnos de nuestra lealtad a Jesús. Entonces, “los enemigos del hombre son los de su casa” (Miq. 7:6).

EGOÍSMO

“Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).

Yo, mi, mío. Es un lenguaje que aprendemos con rapidez y usamos demasiado a menudo. Cuando le pidieron a Jesús que dirimiera acerca del reparto de una herencia, Él se negó. Pero aprovechó la oportunidad para ahondar en las raíces de ese descontento: el egoísmo (Lc. 12:13-15). Planteó también el hipotético caso de un hombre que se miró a sí mismo y, olvidando a Dios y a su prójimo, lo perdió todo (Lc. 12:16-21). ¿Cuál es el antídoto bíblico contra el egoísmo? Ser humildes como Cristo, servir a los demás, y darles la preferencia (Fil. 2:5-8; Gál. 5:3; Ro. 12:10).

AMBICIÓN

“Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor” (Lucas 22:24).

Jesús les acababa de decir a sus discípulos que iba a ser traicionado y moriría, derramando su sangre por el perdón de los pecados (Lc. 22:20-21; cf. Mt. 26:28). Sin embargo, no pudieron captar estas verdades espirituales porque sus pensamientos estaban llenos de ambición. Ambicionaban un puesto importante en el futuro reino terrenal del Mesías. Colocando a un niño en el centro del grupo, Jesús les había enseñado que debían dejar de ambicionar grandes cosas para su vida (Mt. 18:1-3). Como un niño, debemos confiar en Dios y depender de Él para que dirija nuestra vida. Jesús tiene planes para nosotros y, pacientemente, nos lleva a abandonar nuestras ambiciones erróneas y dejarnos conducir por Él.

HIPOCRESÍA

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!” (Mateo 23:13, 14, 15, 23, 25, 27, 29).

En el evangelio de Mateo se registran 14 veces en las que Jesús usó la expresión “hipócritas”. Ninguna de ellas fue para decir algo agradable.

• Cerráis el reino de los cielos. Ni entráis ni dejáis entrar
• Arruináis a las viudas, pero hacéis grandes oraciones
• Hacéis a vuestros prosélitos más fanáticos que vosotros
• Diezmáis lo más pequeño, pero olvidáis el amor, la justicia y la fe
• Limpiáis lo de fuera, pero por dentro estáis llenos de robo e injusticia
• Sois como sepulcros blanqueados. Bonitos, pero llenos de inmundicia
• Honráis a los profetas muertos, pero desecháis a los vivos

¿Por qué estaba Jesús tan en contra de los hipócritas? Un hipócrita, en el mundo griego, era un actor, una persona que representaba un papel. Este término ha pasado a nuestro lenguaje como una expresión de alguien que aparenta ser quien no es, o que no actúa en coherencia con lo que dice. Es una forma de ser realmente peligrosa: “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Por eso, Jesús nos anima, nos invita y nos fortalece para vivir lo que creemos. De esta manera ayudaremos a otros a confiar en Jesús, y a aceptarlo.

CÓMO ERRADICAR LA ANSIEDAD

“No os angustiéis. Confiad en Dios, y confiad también en mí” (Juan 14:1 NVI).

Como hemos visto, no solo nuestra naturaleza pecaminosa puede provocarnos descontento, sino nuestra propia fidelidad nos puede llevar a vivir situaciones angustiosas. ¿Cómo obtener paz en la angustia? La clave está en la confianza. Jesús nos ha prometido darnos vida plena (Jn. 10:10). Cuando estamos heridos, cansados, agotados, enfermos y desanimados, confiemos en Jesús, Él es la Vida (Jn. 14:6). Por otro lado, Jesús está preparando un lugar para nosotros, donde nuestro dolor, ansiedad y sufrimiento serán desterrados para siempre (Jn. 14:2-3; Ap. 21:4). Al enfocar nuestros pensamientos en esa preciosa promesa, las vicisitudes de esta vida pasan a un segundo plano. Tenemos esperanza en medio del descontento.

Nota de EGW: “Ante vosotros hay dos caminos—el camino ancho de la complacencia propia y la senda estrecha del sacrificio. Yendo por el camino ancho, podéis elegir el egoísmo, el orgullo, el amor al mundo; pero aquellos que recorren la senda estrecha, deben abandonar todo peso, y el pecado que tan fácilmente nos acosa. ¿Cuál camino habéis escogido, el camino que lleva a la muerte eterna, o el camino que conduce a la gloria y a la inmortalidad?” (Nuestra elevada vocación, 2 de enero).