Unidos en Cristo – «Para que sean uno»

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Versículo para memorizar. Juan 17:20,21. “Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros;
para que el mundo crea que tú me enviaste”.

Poco antes de ofrecerse en sacrificio, Jesús elevó una oración intercesora ante el Padre por sus discípulos (¡y por nosotros!). Esta oración es conocida como la oración sumo sacerdotal. Uno de sus temas principales: la unidad.

JESÚS ORA POR SÍ MISMO.

“La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22).

En Juan 17 Jesús comienza su oración pidiendo ser glorificado para, a su vez, poder glorificar al Padre. ¿Cómo iba a ser glorificado Jesús? Al hacer la voluntad del Padre, ofreciéndose en sacrifico por la humanidad, Jesús estaba glorificándole, y era, a su vez, glorificado por el Padre. Con su sacrificio voluntario, Jesús ofrece la vida eterna. Y la vida eterna consiste en conocer personalmente a Dios (v. 3). Una relación íntima con Dios produce una unidad tan sólida como la que existe entre Jesús y el Padre. Una unidad que perdurará por la eternidad.

JESUS ORA POR SUS DISCÍPULOS.

“Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11).

Jesús estaba preocupado porque, en su ausencia, los discípulos podían perder la fe. Por eso, los coloca en las manos del Padre, y pide para ellos cuatro cosas:

• Que sean uno, como Él y el Padre (v. 11).
• Que se gocen en Él (v. 13).
• Que sean guardados del mal (v. 15).
• Que sean santificados en la verdad (v. 17).

Conseguir la unidad, el gozo, el apartarse del mal, y la obediencia a la verdad. Ésta no es una obra que pueda alcanzarse por el esfuerzo humano. Es el Padre el que la debía realizar en ellos. El resultado: un testimonio eficaz, que redundó en la difusión del Evangelio.

“POR LOS QUE HAN DE CREER EN MÍ”.

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-21).

Es especialmente animador que Jesús estuviese pensando en mí momentos antes de ofrecerse en sacrificio. ¿Cuál era el deseo especial de Jesús para nosotros? Jesús anhelaba que llegásemos a una unidad de propósito. Una unidad similar a la existente en la misma Divinidad. Una unidad que convenza al mundo de que Jesús es su Salvador. Una unidad que persista por la eternidad. Porque Jesús quiere “que donde yo estoy, también ellos estén conmigo” (v. 24).

LA UNIDAD ENTRE CRISTIANOS.

“Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía” (Marcos 9:38).

Si no aceptan la verdad como nosotros la conocemos, no son verdaderos cristianos. ¿Es eso cierto? Ser la Iglesia Remanente, divinamente profetizada, no nos convierte en los únicos cristianos sobre el planeta. Dios conoce a los que son suyos (2ª de Timoteo 2:19), y tiene pueblo que le adora en toda nación [y religión] (Hechos 10:34-35). Por tanto, somos llamados también a buscar la unidad con aquellos con los que compartimos el mismo Salvador.

• La unidad puede basarse en intereses sociales comunes.
• La unidad no debe comprometer nuestras creencias.
• La unidad nos permite compartir las verdades bíblicas.

UNA FE QUE SE COMPARTE CON AMOR.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).

“Sobre todo revestíos de amor, que es el perfecto lazo de unión” (Colosenses 3:14 DHHe). Jesús nos dio un solo mandamiento: “Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 13:34; 15:12). Lo nuevo de este mandamiento no es el amar, sino la forma de amar. Amar como Jesús nos amó. Pero Jesús no hablaba de un amor teórico, sino práctico: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Al igual que la vida de Jesús fue una manifestación incesante de obediencia, amor y abnegación por el bien de los demás, así debe ser la nuestra. Este amor es el lazo que produce la unidad. Esta unidad es el testimonio más poderoso para que el mundo conozca a Dios.

Nota de EGW: “Santificación es llegar a la unidad con Cristo mediante la obediencia a la verdad; éste es el propósito de Dios para nosotros. Por la santificación y la unidad los cristianos deben dar evidencia al mundo de que, mediante Cristo, se hizo una obra perfecta en favor de ellos. De esta manera deben dar testimonio de que Dios envió a su Hijo para salvar a los pecadores. ¿Permitirán Uds. que Cristo realice esta obra de santificación en sus corazones? Hoy pueden ser perfectos en Él. Tienen la seguridad de que por medio de la santificación de la verdad pueden ser perfeccionados en la unidad” (Alza tus ojos, 17 de enero).

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