Unidos en Cristo – La unidad en la fe

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Versículo para memorizar. Hechos 4:12. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos”.

Un elemento unificador es compartir una doctrina común (Hechos 2:42). Compartir las mismas doctrinas fundamentales, aunque podamos tener pequeñas diferencias en asuntos menores, unifica a los creyentes de todo el mundo. La Iglesia Adventista comparte muchas doctrinas con otras iglesias cristianas. No obstante, retiene doctrinas bíblicas específicas que, juntas, la diferencian de cualquier otro grupo religioso.

SALVACIÓN EN JESÚS.

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6).

¿Qué es el evangelio eterno? Es la buena noticia de que Jesús, con su muerte, nos ha reconciliado con Dios. A este acto se le llama también expiación. De este modo, recibimos el perdón, siendo justificados gratuitamente (Romanos 3:24-25). De igual modo que el propiciatorio (la tapa del arca del testimonio) se interponía entre la presencia divina y la ley, Jesús es la propiciación por nuestros pecados (1ª de Juan 2:2; 4:9-10; 2ª de Pedro 2:21-24). Los que aceptamos a Jesús estamos unidos en una fe y en una misión: proclamar el evangelio eterno.

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

“Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).

Creemos que Jesús regresará a la Tierra, y que lo hará tal como Él lo indicó:

• Será una venida real, como lo fue la ascensión (Hch. 1:11).
• Será visible por todos (Mt. 24:26-27; Ap. 1:7).
• Será audible (1Co. 15:52).
• Los muertos serán resucitados y los vivos transformados (1Ts. 4:13-18).

Aunque no sabemos cuándo vendrá, somos llamados a esperarlo, porque este evento puede ocurrir en cualquier momento (Mt. 24:36; 25:1-13). La Segunda Venida nos une en la esperanza, en el anhelo de pasar la eternidad con el Dios de amor y gracia.

EL MINISTERIO DE JESÚS EN EL SANTUARIO CELESTIAL.

“[Jesús] ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Hebreos 8:2).

En toda la Biblia se encuentran referencias a un Templo o Santuario celestial, morada de Dios (Sal. 11:4; 102:19; Ap. 7:15; 15:5; Heb. 9:24). Podemos entender las funciones de este Santuario a través del santuario terrenal y sus servicios. La razón de ser de este Santuario es la eliminación del pecado.  Jesús, el Sumo Sacerdote del Santuario celestial, vive allí para interceder por nosotros (Heb. 7:25). El Día de la Expiación representaba el juicio que debía realizarse en el Santuario celestial antes de la Segunda Venida (que comenzó en 1844, ver Lev. 16; Dan. 8:14). El ministerio de Cristo en el Santuario celestial nos une al reconocer nuestra necesidad continua de la misericordia de Dios.

EL SÁBADO.

“Acuérdate del día del sábado para santificarlo” (Éxodo 20:8).

El sábado en el Antiguo Testamento.

• En la Creación, Dios bendijo y santificó el sábado (Gn. 2:3).
• Es un tiempo apartado para el encuentro de Dios con su pueblo (Lv. 23:3).
• Es una señal distintiva del pueblo de Dios (Ez. 20:20).

El sábado en el Nuevo Testamento.

• Jesús guardó el sábado, y enfatizó su labor sanadora (Lc. 13:10-17).
• Los apóstoles guardaron el sábado y predicaban en él tanto a judíos como a gentiles (Hch. 13:44; 16:13).

El sábado hoy.

• Nos recuerda la liberación del pecado (Dt. 5:15).
• Reconocemos que Dios es el dueño de nuestra vida y nuestro tiempo (Éx. 20:8-11).
• Nos une en un descanso espiritual en Cristo (Isaías 58:13-14).

LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN.

“Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria.»” (1ª de Corintios 15:54 NVI).

No podemos tener inmortalidad hasta que la muerte sea destruida. No puede existir, pues, un alma inmortal que siga viviendo cuando nosotros hayamos muerto. Solamente en Dios habita la inmortalidad (1Tim. 6:15-16). Él nos la concederá en la Segunda Venida (1Co. 15:50-55; 1Ts. 4:13-18). Mientras tanto, al morir, dormimos hasta el momento en que seamos despertados por la voz de Jesús (Ecl. 9:5-6, 10; Sal. 146:4; 115:17; Jn. 11:11-15; Jn. 5:28). Nuestra interpretación del estado de los muertos nos une al reconocer nuestra finitud y dependencia de Dios para cada aliento de vida.

Nota de EGW: “Aunque tenemos una labor individual y una responsabilidad individual ante Dios, no hemos de aferrarnos a nuestro propio criterio sin consideración a las opiniones y sentimientos de nuestros hermanos, pues semejante proceder acarrearía el desorden en la iglesia. Los predicadores tienen el deber de respetar el criterio de sus hermanos; pero sus relaciones entre unos y otros, así como las doctrinas que enseñen, deben estar comprobadas en la piedra de toque de la ley y el testimonio. Por lo tanto, si los corazones están dispuestos a recibir enseñanza, no habrá divisiones entre nosotros. Algunos propenden al desorden y se apartan de los grandes lindes de la fe; pero Dios mueve a sus ministros para que tengan unidad de espíritu y doctrina”. (Testimonios selectos, tomo 1, pg. 201).

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