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Versículo para memorizar. 1 Cor. 9:13-14. “¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el
Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”
El diezmo es una importante expresión de fe. Es una manera de revelar, o de verificar, la realidad de nuestra profesión. El uso del diezmo, su importancia, su método de distribución y el impacto que esto podría generar están planificados para nuestro crecimiento espiritual, al apoyar la obra de Dios y proporcionar la base financiera para predicar el evangelio. Este es el plan de Dios, y se lo considera el primer paso que da un mayordomo fiel.
JUNTOS FINANCIAMOS LA MISIÓN.
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Dios quiere que participemos en la obra más importante en la tierra: llevar a la gente a Jesús. Es responsabilidad del mayordomo costear esta misión con los recursos que Dios le ha confiado. La participación profundiza el compromiso personal de presentar a Cristo a los demás. Es el deber de cada discípulo, mayordomo y obrero entregar todo el diezmo para esta obra sagrada. Todos tenemos la responsabilidad de entender y trabajar juntos para sostener económicamente esta tarea global. No podemos darnos el lujo de ser desorganizados, descuidados o poco sistemáticos para financiar la misión.
LAS BENDICIONES DE DIOS.
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.” (Hechos 20:35).
El significado de la bendición de Dios se evidencia mediante la salvación, la felicidad, la paz mental y en el hecho de que Dios siempre hace lo que es mejor para nosotros. Además, cuando Dios nos bendice, nos vemos obligados a compartir esas bendiciones con los menos afortunados. Hemos sido bendecidos para bendecir a los demás. De hecho, a través de nosotros, Dios puede extender sus bendiciones por todas partes. Hay una doble bendición en diezmar. Recibimos bendiciones y somos una bendición para los demás.
Nota de EGW: “El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan duradero como la Ley de Dios. Este sistema del diezmo era una bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no lo habría dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen hasta el fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de la benevolencia sistemática para enriquecerse, sino a fin de que fuese una gran bendición para el hombre. Vio que este sistema de beneficencia era precisamente lo que el hombre necesitaba” (Testimonios para la iglesia 3, pág. 444).
EL PROPÓSITO DEL DIEZMO.
“Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová.” (Levítico 27:30).
Dios crea los sistemas e interviene en ellos. Creó sistemas solares, ecosistemas, sistemas digestivos, sistemas nerviosos y muchos más. Los levitas usaban el sistema del diezmo (Núm. 18:26) para atender el Tabernáculo y sostenerse. El equivalente actual sería quienes dedican su vida a predicar el evangelio. El sistema de diezmos de Dios es el medio que escogió para sostener el ministerio, y se ha utilizado a lo largo de toda la historia de la salvación.
Nota de EGW: “El diezmo ha sido puesto aparte con un propósito especial. No debe considerarse como un fondo para pobres. Debe dedicarse especialmente al sostén de los que predican el mensaje de Dios al mundo; y no hay que desviarlo de este propósito” (Consejos sobre mayordomía cristiana, pág. 108).
EL DEPÓSITO.
“Yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión” (Núm. 18:21).
Llevar el diezmo sagrado al depósito es el único modelo presentado en la Biblia. En cada dispensación, Dios ha tenido un depósito central para administrar el diezmo.
Nota de EGW: “A medida que la obra de Dios se extienda, se pedirá ayuda más y más frecuentemente. Para que estas peticiones puedan atenderse, los cristianos deben prestar atención al mandato: ‘Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa’ (Mal. 3:10). Si los profesos cristianos fueran fieles en traer a Dios sus diezmos y ofrendas, su tesorería estaría llena. No habría entonces que recurrir a exposiciones, loterías o excursiones de placer para asegurar fondos para el sostén del evangelio” (HAp 272).
EL DIEZMO Y SALVACIÓN POR LA FE.
“¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:1-5).
La esencia del mensaje bíblico es que ninguno de nosotros merece la redención (Rom. 3:23). Si la mereciéramos, sería por méritos, o por obras, y esa idea es contraria a la Biblia. Entonces, la salvación es un regalo (Efe. 2:8, 9) que reciben los que no lo merecen. La salvación se da porque los méritos del sacrificio perfecto de Cristo son acreditados a nuestra cuenta. Diezmar no es un acto que nos salve, como tampoco nos salva ninguna de las otras buenas acciones para las que hemos sido creados como cristianos. Sin embargo, la devolución del diezmo revela una actitud que o bien es humilde y sumisa, o es prepotente y desafiante respecto de lo que Dios nos ha pedido que hagamos. Si amamos a Dios, le obedeceremos. El diezmo es una expresión externa de nuestra comprensión de que, por cierto, nosotros aquí solo somos mayordomos y todo se lo debemos a Dios.
Nota de EGW: “Así también sucede con las exigencias de Dios hacia nosotros. Pone sus tesoros en las manos de los hombres, pero requiere que una décima parte sea puesta fielmente a un lado para su obra. Requiere que esta porción sea entregada a su tesorería. Ha de serle devuelta como propiedad suya; es sagrada y debe emplearse para fines sagrados, para el sostén de los que han de proclamar el mensaje de salvación en todas partes del mundo. Se reserva esta porción a fin de que siempre afluyan recursos a su tesorería y se pueda comunicar la luz de la verdad a los que están cerca y a los que están lejos. Obedeciendo fielmente este requerimiento, reconocemos que todo lo que tenemos pertenece a Dios” (TI 6:386).
Entender el impacto que tiene el diezmo refuerza nuestra determinación de ser mayordomos fieles de los recursos que Dios ha puesto bajo nuestro control.
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