Versículo para memorizar. Salmos 19:1. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”.
La educación actual, en general, se basa en la presuposición de que Dios no existe o no interviene en las leyes naturales. Esta base excluye cualquier cambio sobrenatural, grande o pequeño. Se rechaza de plano que existió un tiempo en el que no había muerte, o que el Universo llegó a existir repentinamente de la mano de un Dios Todopoderoso. Sin embargo, como cristianos, nuestra educación debe incluir estos conceptos. De esta forma, estaremos capacitados para sacar el mejor provecho de la educación artística y científica.
SOLO EL SEÑOR
“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien” (Salmo 139:13-14).
Cuando estudiamos la forma en la que Dios ha dispuesto el desarrollo de la vida (genética), quedamos maravillados ante el bondadoso amor de Dios. Por ejemplo, Él dispuso que el feto se desarrollase cerca del corazón materno, y que la madre pudiese constatar visualmente cómo el bebé crece en su interior (realmente es imposible para ella no verlo). Conforme descubrimos las leyes que Dios dispuso en la naturaleza encontramos más motivos para alabar a Dios por su sabiduría. En realidad, como Pablo dijo, al estudiar la naturaleza los hombres “no tienen excusa” que les permita negar la existencia de Dios (Romanos 1:20).
LA HERMOSURA DE LA SANTIDAD
“Todo lo hizo hermoso en su tiempo” (Eclesiastés 3:11).
Aún después de miles de años de pecado, podemos seguir viendo belleza en la naturaleza que nos rodea. Incluso a nivel microscópico, podemos asombrarnos por la belleza y simetría de un copo de nieve. El concepto de lo hermoso parte de Dios. Él ama la hermosura tanto física como espiritual. Aprecia la belleza de un carácter convertido y desea ser adorado “en la hermosura de la santidad” (Salmo 96:9). No obstante, no todo lo hermoso es bueno. Salomón nos advierte respecto de la mujer (u hombre) pecador: “no codicies su hermosura”, ya que él o ella te arrastrarán al pecado (Proverbios 6:25). Eva aprendió tarde que no todo lo que es “agradable a los ojos” y “codiciable” es bueno (Génesis 3:6).
EXPERTOS EN EL ERROR
“Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando […] los argumentos de la falsamente llamada ciencia” (1ª de Timoteo 6:20).
A causa de la maldad innata del ser humano, la ciencia y el arte se han empleado demasiado a menudo para fines malvados. Los avances científicos que facilitan nuestra vida se usan también para fines bélicos. De igual modo, la avaricia, el amor al dinero o la satisfacción de placeres egoístas pervierten el uso de los dones artísticos como la pintura, la fotografía o el cine. Por otra parte, la ciencia ha demostrado que no siempre ha tenido la razón. Hace años, por ejemplo, los expertos estaban convencidos de que la Tierra era el centro del Universo. Por ello, Pablo aconseja que no pongamos nuestra confianza en el conocimiento, sino que sigamos “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1Tim. 6:11).
LA NECEDAD Y LA SABIDURÍA
“Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aún más excelente” (1ª de Corintios 12:31).
Los estudiantes de artes y ciencias utilizan sus talentos para adquirir conocimiento y lograr la excelencia en sus estudios. Somos capaces de alcanzar el esplendor artístico y de realizar avances científicos gracias al conocimiento y la capacidad. Pero la auténtica excelencia se consigue cuando podemos emplear todo este conocimiento de forma sabia. Y el principio de la sabiduría se define como “el temor de Jehová” (Proverbios 1:7). Dios nos confiere la capacidad de alcanzar la sabiduría, el conocimiento y la expresión artística a través de su Espíritu Santo (Éxodo 35:31). De esta forma podremos discernir entre lo bueno y lo malo, y aplicar correctamente nuestro conocimiento científico y artístico.
EL SEÑOR LE RESPONDIÓ A JOB
“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia” (Job 38:4).
Los descubrimientos científicos actuales nos permiten ver en el mundo que nos rodea un diseño inteligente. Para el que lo quiera ver, esta es una muestra inequívoca de la mano creadora de Dios. No obstante, la filosofía actual impuesta por los propios científicos descarta completamente la existencia de Dios. Por esta razón, prefieren creer en un azar caprichoso que ejecuta obras maestras (¿?). Esta filosofía levanta un inexistente muro de separación entre fe y ciencia. Para los creyentes todo ha sido creado por Dios y es sustentado por Él. Este pensamiento es compatible con cualquier descubrimiento, cuando es correctamente interpretado.
Nota de EGW: “En la ciencia verdadera no puede haber nada que sea contrario a la Palabra de Dios porque ambas tienen el mismo Autor. Un entendimiento correcto de ambas siempre confirmará que están en armonía la una con la otra. La verdad, bien sea en la naturaleza o en la revelación, está en armonía consigo misma en todas sus manifestaciones. Pero la mente que no está iluminada por el Espíritu de Dios siempre estará en tinieblas con respecto a su poder. Esta es la razón por la cual las ideas humanas acerca de la ciencia muy a menudo contradicen las enseñanzas de la Palabra de Dios” (Testimonios para la iglesia, tomo 8, pg. 269).