El evangelio en Gálatas – El camino de la fe

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Versículo para memorizar. Gálatas 3:22. “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes”.

¿Qué relación existe entre la ley y la fe? ¿Cuál es su papel dentro del plan de salvación? ¿Qué implica estar bajo la ley? ¿Deja de tener validez la ley cuando aceptamos a Cristo por la fe?

LA LEY Y LA PROMESA.

“¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley” (Gálatas 3:21).

En su defensa de la superioridad de la promesa (Cristo aceptado por fe) sobre la ley, Pablo podría dar a entender que la ley ya no es necesaria. La fe y la ley tienen roles distintos en el plan de salvación. Al leer que al cumplir los preceptos de la ley el hombre “vivirá en ellos” (Levítico 18:5), los fariseos entendieron que la ley podía dar vida. Pero la ley no puede dar vida espiritual, esto es algo que solo Dios, por Cristo, puede hacer. Por ello, Pablo pasa a explicar el rol de la ley en la vida del creyente.

“CONFINADOS BAJO LA LEY”

“Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada” (Gálatas 3:22-23).

Pablo dice que, antes de que viniese Jesús, los judíos estaban “bajo la ley”. Esta expresión puede ser entendida de dos formas:

• Estar bajo la ley como una forma alternativa de salvación (Gálatas 4:21).
• Estar bajo la condenación de la ley, a causa de nuestro pecado (Gálatas 3:10; Romanos 6:14-15).

La ley actúa como una carcelera que encierra a todos los que la han transgredido y que han acarreado sobre sí mismos la sentencia de muerte.

LA LEY COMO NUESTRO “GUARDA”.

“Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada” (Gálatas 3:22-23).

Las palabras “confinados” y “encerrados” no tienen que tener, necesariamente, una connotación negativa.

• CONFINADOS: Protegidos o guardados (Filipenses 4:7; 1ª de Pedro 1:5)
• ENCERRADOS: Recogidos, sujetos (Lucas 5:6; Romanos 11:32)

La ley no era una maldición, sino una bendición. Además de indicar el pecado y mostrar a Cristo como el medio de salvación (a través de los sacrificios), protegía a Israel de los vicios que provocaron la destrucción física y moral de otras civilizaciones.

LA LEY COMO NUESTRO TUTOR.

“De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24).

El ayo era la persona encargada de la educación del niño, hasta que llegaba a la madurez. Esta educación abarcaba todos los aspectos de la vida e incluía reprensiones y castigos a la desobediencia. ¿En qué sentido ha sido la ley nuestro ayo?

• Provee instrucción y nos muestra qué es pecado
• Nos reprende y condena como pecadores
• Nos dirige a Cristo como único medio de salvación

La ley fue dada para señalar a los pecadores su necesidad de salvación.

LA LEY Y EL CREYENTE.

“Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3:25).

Cristo nos libra de la condenación de la ley y escribe su ley en nuestro corazón (Hebreos 8:10).
¿Qué implica esto?

• Al ser perdonados, ya no estamos bajo la condenación de la ley, sino que disfrutamos del privilegio de estar bajo la gracia (Romanos 6:14).
• Cuando tenemos la ley escrita en nuestro corazón, se refleja en nuestra vida el carácter de Jesús; pues la ley es una transcripción de su carácter (ver Mateo 5-7).

¿Cómo podemos cooperar mientras Dios escribe sus leyes en nuestro corazón?

Nota de EGW: “La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el aspecto de la prohibición, como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo, ella obra en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través de los siglos eternos. Es una muralla de protección para el obediente. Contemplamos en ella la bondad de Dios, quien al revelar a los hombres los principios inmutables de justicia, procura escudarlos de los males que provienen de la transgresión” (Mensajes selectos, tomo 1, página 276).

Mientras la Ley actúa como salvaguarda y administradora de disciplina, nos señala a Cristo. Al someternos a la voluntad del Padre, Cristo cumple los requisitos de la Ley. Al vivir su vida, le permitimos a Dios que escriba la Ley en nuestro corazón.

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