El evangelio en Gálatas – Pablo apóstol de los gentiles

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Versículo para memorizar. Hechos 11:18. “Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!”.

Pablo, autor de la epístola de Gálatas, se describe a sí mismo de la siguiente forma:

“Todos los judíos saben cómo he vivido desde que era niño, desde mi edad temprana entre mi gente y también en Jerusalén. Ellos me conocen desde hace mucho tiempo y pueden atestiguar, si quieren, que viví como fariseo, de acuerdo con la secta más estricta de nuestra religión” (Hechos 26:4-5 NVI).

Para él, un Mesías crucificado era una afrenta. Él nunca aceptaría tal cosa. Hasta que dejó actuar al Espíritu Santo, y se encontró cara a cara con Jesús. Desde entonces, no pudo dejar de hablar al mundo de este Mesías crucificado, en quien encontró la salvación.

PERSEGUIDOR DE CRISTIANOS.

 “Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba” (Hechos 6:9-10).

El hecho de no poder contrarrestar las palabras de Esteban sobre Jesús, el Mesías, irritó grandemente a los judíos –y, especialmente, a Pablo. No pudiendo confrontarlo con la verdad, buscaron testigos mentirosos que acusasen a Esteban de hablar contra el Templo y contra la Ley (Hechos 6:11-14). El joven Saulo apoyó la sentencia del Sanedrín, fue testigo de su apedreamiento y consintió en su muerte (Hechos 7:58; 8:1).

LA CONVERSIÓN DE SAULO.

 “Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hechos 8:3).

Con furia satánica –para él, celo religioso– Saulo persiguió a la iglesia. El verbo “asolar” que se usa en este pasaje describe el comportamiento destructivo de una fiera (por ejemplo, de un jabalí). Su mente se obstinó en destruir la herejía, pero su conciencia le decía que Esteban era inocente y su razonamiento correcto. Todo cambió camino de Damasco. Jesús se le manifestó y le extendió su gracia. Toda excusa que su mente hubiera podido forjar para rechazar al Mesías crucificado y resucitado se desvaneció. Según él mismo dijo: “no fui rebelde a la visión celestial” (Hechos 26:19).

SAULO EN DAMASCO.

 “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (Hechos 9:17).

Durante tres días, Saulo quedó ciego en casa del discípulo Judas. Los hermanos creían, tal como lo manifestó Ananías, que estaba fingiendo para tomarlos por sorpresa. Pero Jesús le mostró a Ananías la sinceridad de Saulo. Una vez recobrada la vista, Ananías le invitó a entregar su vida a Jesús, manifestándolo a través del bautismo (Hechos 22:16). En el mismo lugar donde pensaba detener el avance de la fe cristiana, Saulo fue convertido por Dios en el paladín de Cristo para llevar el Evangelio alrededor del mundo.

EL EVANGELIO LLEGA A LOS GENTILES.

 “Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús” (Hechos 11:20).

Antioquía era la tercera ciudad en importancia en el siglo I. Sus 500.000 habitantes provenían de todas las regiones del mundo. Allí fue donde se celebró la primera campaña misionera entre gentiles, y fue enormemente fructífera. Al enterarse en Jerusalén del éxito de la misión, enviaron allí a Bernabé. Éste, viendo las posibilidades del Evangelio en esa ciudad, fue a buscar a Saulo para que le ayudará. Cuando la iglesia estaba bien establecida y había líderes para apoyarla, el Espíritu Santo llamó a Saulo a predicar el Evangelio a todo el mundo gentil.

CONFLICTO DENTRO DE LA IGLESIA.

 “Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1).
“He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” (Gálatas 5:2).

Según anunció Jesús, los primeros cristianos no judíos fueron los samaritanos a los que predicó Felipe. Luego vino Cornelio. Luego las multitudes de Antioquía. Finalmente, Saulo extendió la fe a la actual Turquía y, poco a poco, al resto del mundo conocido. Pero surgió el problema: ¿Qué hacemos con los gentiles? ¿Deben circuncidarse y guardar la ley de Moisés, o basta solo con la fe en Jesús? El concilio de Jerusalén (Hechos 15) intentó aclarar las cosas. No obstante, fariseos obstinados siguieron predicando sus ideas. Éste es el tema de fondo de la carta a los Gálatas.

Nota de EGW: “Durante las largas horas en que Saulo estuvo encerrado a solas con Dios, recordó muchos de los pasajes de las Escrituras que se referían al primer advenimiento de Cristo. Cuidadosamente, rastreó las profecías, con una memoria aguzada por la convicción que se había apoderado de su mente. Al reflexionar en el significado de esas profecías, se asombraba de su anterior ceguera de entendimiento… El que había sido un orgulloso fariseo, confiado en que lo justificaban sus buenas obras, se postró ahora delante de Dios con la humildad y la sencillez de un niñito, confesando su propia indignidad, e invocando los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. Saulo anhelaba ponerse en completa armonía y comunión con el Padre y el Hijo; y en la intensidad de su deseo de obtener perdón y aceptación, elevó fervientes súplicas al trono de la gracia… Las oraciones del penitente fariseo no fueron inútiles… Cristo y su justicia llegaron a ser para Saulo más que todo el mundo” (Los hechos de los apóstoles, pg. 97).

 

Nota de EGW: “Pablo había sido conocido anteriormente como un celoso defensor de la religión judía, y un incansable perseguidor de los seguidores de Jesús. Era valeroso, independiente, perseverante, y sus talentos y su preparación lo capacitaban para prestar casi cualquier servicio. Razonaba con extraordinaria claridad, y mediante su aplastador sarcasmo podía colocar a un oponente en situación nada envidiable. Y ahora los judíos veían a ese joven de posibilidades extraordinarias unido a los que anteriormente había perseguido, y predicando sin temor en el nombre de Jesús. “Un general muerto en la batalla es una pérdida para su ejército, pero su muerte no da fuerza adicional al enemigo. Mas cuando un hombre eminente se une al adversario, no solamente se pierden sus servicios, sino también aquellos a quienes él se une obtienen una decidida ventaja. Saulo de Tarso, en el camino a Damasco, podría fácilmente haber sido muerto por el Señor, y se hubiera restado mucha fuerza al poder perseguidor. Pero Dios, en su providencia, no solo le perdonó la vida, sino también lo convirtió, transfiriendo así un campeón del bando del enemigo al bando de Cristo. Como elocuente orador y crítico severo, Pablo, con su firme propósito y denodado valor, poseía precisamente las cualidades que se necesitaban en la iglesia primitiva” (Los hechos de los apóstoles, pg. 102,103)

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