El evangelio en Gálatas – Los dos pactos

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Versículo para memorizar. Gálatas 4:26. “Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es
libre”.

En Gálatas 4:21-31, Pablo presenta la oposición entre la salvación por fe y la salvación por obras usando una alegoría: El hijo de la libre (Sara), en oposición al hijo de la esclava (Agar).

LOS FUNDAMENTOS DEL PACTO.

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).

Antes del pecado (Génesis 2), el pacto incluía, al menos, las siguientes cláusulas que el hombre debía cumplir:

• Guardar el sábado (v. 3).
• Cuidar de la creación (v. 15).
• No comer del fruto prohibido (v. 17).

Todo estaba claro: ¡Obedece y vivirás! Por supuesto, Adán y Eva podían –en su estado de perfección– cumplir sin problemas este pacto. Con la desobediencia del hombre, Dios introduzco un pacto de gracia, basado en la promesa de un Salvador (Génesis 3:15)

EL PACTO CON ABRAHAM.

“Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará.” (Génesis 15:4).

Cuando Dios llamó a Abram prometió hacer de él una “nación grande”
(Génesis 12:2). Después de 10 años de peregrinación, llegaron las dudas sobre el cumplimiento de esta promesa: “Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa” (Génesis 15:3). Bajo estas circunstancias, Dios hizo un pacto firme con Abram pasando entre los cuerpos divididos de los animales sacrificados (Génesis 15:9-21). Con este acto, puso su propia vida como garantía del cumplimiento del pacto. Y, efectivamente, dio su vida en el Calvario para hacer realidad su promesa.

ABRAHAM, SARA Y AGAR.

“Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti […] Y en cuanto a Ismael, también te he oído […] Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene” (Génesis 17:18-21).

El primer error de Abram fue abandonar la tierra prometida para ir a Egipto. Este incidente añadió a su séquito algunos esclavos egipcios entregados por Faraón a Sara. Entre ellos, Agar. Tras diez años de espera, Sarai razonó que, si ella era estéril, podía tener descendencia por otro medio: entregar a su esclava como “madre de alquiler” de su hijo. Ismael fue, por tanto, el fruto del esfuerzo humano (“según la carne”), mientras que el auténtico hijo de Sara, Isaac, fue el fruto de la fe (“por la promesa”, Gálatas 4:23).

AGAR EN EL MONTE SINAÍ.

“Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud” (Gálatas 4:25).

El pacto de Sinaí presentaba la obediencia como una respuesta de fe a las promesas y bendiciones divinas (“Si diereis oído a mi voz”, Éxodo 19:5). Sin embargo, el pueblo fue incapaz de permanecer en él porque lo intentó cumplir con sus propios esfuerzos, relegando la fe a un lugar secundario (Hebreos 4:2; Éxodo 19:8). De la misma manera en que Abraham y Sara intentaron ayudar a Dios a cumplir sus promesas, los israelitas buscaron transformar el Pacto de gracia de Dios en un pacto de obras. Agar simboliza el Sinaí, en que ambos revelan intentos humanos de obtener la salvación por obras.

ISMAEL E ISAAC HOY.

“Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora” (Gálatas 4:29).

Los judaizantes confiaban en sus propias obras para alcanzar la salvación. Tenían a Jerusalén y su Templo como el centro de su vida religiosa. En realidad, eran tan esclavos como Agar (Gálatas 4:25). La salvación por las obras y la salvación por la fe son completamente incompatibles. Tenemos que “echar fuera” uno de los dos métodos de salvación (Gálatas 4:30). Al igual que Ismael ridiculizaba a Isaac con la intención de arrebatarle la herencia, los “hijos del Espíritu” sufrimos dificultades de parte de los “hijos de la carne”.

Nota de EGW: ““Pero si el pacto confirmado a Abraham contenía la promesa de la redención, ¿por qué se hizo otro pacto en el Sinaí? Durante su esclavitud, el pueblo había perdido en alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de Abraham […]. “Dios los llevó al Sinaí; manifestó allí su gloria; les dio la Ley, con la promesa de grandes bendiciones siempre que obedecieran: ‘Ahora pues, si dais oído a mi voz, y guardáis mi pacto […] vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa’ (Éxo. 19:5, 6). Los israelitas no percibían la pecaminosidad de su propio corazón, y no comprendían que sin Cristo les era imposible guardar la Ley de Dios; y con excesiva premura concertaron su pacto con Dios […]. Sin embargo, apenas unas pocas semanas después, quebrantaron su pacto con Dios al postrarse a adorar una imagen fundida. No podían esperar el favor de Dios por medio de un pacto que ya habían roto; y entonces, viendo su pecaminosidad y su necesidad de perdón, llegaron a sentir la necesidad del Salvador revelado en el pacto de Abraham y simbolizado en los sacrificios. De manera que, mediante la fe y el amor, se vincularon con Dios como su libertador de la esclavitud del pecado. Ya estaban capacitados para apreciar las bendiciones del Nuevo Pacto” (Patriarcas y Profetas pág. 341, 342).

Así como Abraham, Agar e Israel en el Monte Sinaí, muchas veces somos tentados a tratar de hacer que la Palabra de Dios se haga verdad en nosotros. Pero nuestros propios esfuerzos no solamente no funcionan, sino también traen tragedias consigo. La gracia de Dios trae bendiciones, no tragedia.

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