El evangelio en Gálatas – La fe del Antiguo Testamento

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Versículo para memorizar. Gálatas 3:13. “Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: ‘Maldito todo el que es colgado de un madero’ ”.

En Gálatas 3:1-14, Pablo demuestra que Dios ha tenido siempre un único medio de salvación: la fe. ¿Cómo habían perdido de vista los gálatas esta doctrina fundamental? ¿No fue Abraham justificado por fe, como lo habían sido ellos? ¿Cómo pretendían ser justificados por las obras de la ley, cuando todos los que se aferran a ella están bajo maldición?

LOS GÁLATAS INSENSATOS

“¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?” (Gálatas 3:1)

Insensatos, alocados, descerebrados, torpes, ¿quién os hechizó? ¿quién os quitó la razón? ¿quién ocultó de vosotros a Jesucristo crucificado? Con palabras duras y claras, Pablo quiere hacer razonar a los gálatas sobre su postura. ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley? No, sino por el oír con fe (Gálatas 3:2). ¿Hizo Dios maravillas en ellos por las obras de la ley? No, sino por el oír con fe (Gálatas 3:5). Habiendo recibido a Jesús por fe, ahora quitan Su justicia y la sustituyen por las obras de la ley (su propia justicia).

CIMENTADOS EN LA ESCRITURA.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2ª de Timoteo 3:16-17).

Después de haber apelado a su autoridad apostólica, a la autoridad del resto de los apóstoles, y a la experiencia de los propios gálatas, Pablo expone su argumento definitivo: la autoridad del Antiguo Testamento (las Escrituras). Las Escrituras (ampliadas en la actualidad con el Nuevo Testamento) son la máxima autoridad doctrinal. Pablo basa su teología en citas bíblicas. Éstas se encuentran diseminadas por todas sus epístolas (excepto en las dos más breves, Tito y Filemón). Para defender la justificación por la fe en los capítulos 3 y 4, Pablo comienza con una cita bíblica: Génesis 15:6.

CONTADO POR JUSTICIA.

 “Así fue con Abraham: «Le creyó a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.»” (Gálatas 3:6 NVI)

El pueblo judío pensaba que la bendición transmitida por Abraham se basaba en su perfecta obediencia.  Abraham obedeció a Dios al salir de su patria, al aceptar ser circuncidado, al estar dispuesto a sacrificar a su hijo… Abraham fue justo y todos debemos imitarle para obtener la salvación. Sin embargo, Pablo usa el ejemplo de Abraham para demostrar precisamente lo contrario. ¿Fue Abraham considerado justo por su obediencia? Ciertamente no. Se le contó como justicia su fe, y no sus obras. Él no hizo las cosas que hizo para ser justificado; las hizo porque ya había sido justificado.

EL EVANGELIO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

“Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” (Gálatas 3:8).

Abraham aprendió el Evangelio directamente de Dios. Dios prometió darle a Abraham una familia numerosa y un lugar donde habitar. Además, le enseñó que de sus descendientes vendría el Mesías, que habría de morir por los pecados de todos nosotros (Génesis 22:1-18).
Por su parte, a Abraham no se le pidió que prometiera nada. Simplemente tenía que aceptar las promesas divinas. Ninguna buena obra que él hiciera podía añadir nada a esas promesas.
David o Josué son ejemplos del Antiguo Testamento de perdón sin obras, basado solo en el arrepentimiento (Salmo 32:1-5; Zacarías 3:1-4).

¿REDIMIDOS DE LA MALDICIÓN?

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gálatas 3:13).

La ley es clara. Si obedeces completamente tienes bendición. Si desobedeces en algún punto, maldición (Dt. 27 y 28). Todo o nada. Y, por cuanto todos hemos pecado (Romanos 3:23), todos estamos bajo la maldición de la ley. Pero Cristo nos redimió, es decir, nos compró pagando el precio de nuestro rescate. Cargó con nuestra maldición, y sufrió el castigo por nuestro pecado muriendo en la cruz (Juan 3:16; 1ª de Corintios 6:20; 2ª de Corintios 5:21). Este regalo está disponible para todos los que hoy comparten la fe de Abraham.

En la cruz, Jesús cargó una maldición. Pero no era la suya… era la mía. Gracias Jesús.

Por medio del sistema sacrificial, el Antiguo Testamento ilustró el precio terrible del pecado y la ofrenda de un Sustituto perfecto que tomaría el lugar del pecador al morir.

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