Versículo para memorizar: Mateo 11:28. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Al hablar de descanso en Cristo, es imprescindible acudir a Mateo 11:28-30. Vale la pena analizar detenidamente el texto para comprender cuán abarcante es el descanso que Jesús nos ofrece.
“YO OS HARÉ DESCANSAR”
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
A la luz del contexto inmediato (Mt. 11:27), podemos deducir que la capacidad de Jesús para dar descanso se basa en su divinidad y su unidad con el Padre. El descanso que Jesús ofrece no es automático e incondicional. Solo tiene una sencilla condición: “Venid”. Para ir a Jesús necesitamos hacer dos cosas. La primera es la más fácil: sentirnos trabajados y cargados, y sentir la necesidad de descanso. La segunda consiste en renunciar a tener el control sobre nuestras cargas, y llevárselas a Jesús para que Él se ocupe de ellas.
“LLEVAD MI YUGO SOBRE VOSOTROS”
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,” (Mateo 11:29).
El yugo que se colocaba sobre los hombros de los animales les permitía realizar su trabajo con menor esfuerzo (p.e. labrar). Sin embargo, este yugo limitaba al animal, pues ya no era libre de hacer lo que él quería, sino que estaba sometido a aquel que lo había uncido. Al colocar sobre nosotros SU yugo, Jesús hace que nuestras cargas sean fáciles de llevar. Por otro lado, cuando aceptamos su yugo, nos sometemos a la voluntad de Jesús y aprendemos a obrar como Él desea que lo hagamos. Al llevar el yugo de Cristo, nos convertimos en sus colaboradores. Tenemos un trabajo que realizar con Él y para Él.
“SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN”
“que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. (Mateo 11:29).
Al igual que se dice de Moisés (Nm. 12:3), la Biblia expone que Jesús era manso (2Co. 10:1). La mansedumbre es fruto del Espíritu Santo (Gál. 5:22-23). Todo creyente debe actuar con mansedumbre (Col. 3:12; 1Tim. 6:11; Tit. 3:2). Jesús no era manso y humilde porque fuese incapaz de responder con contundencia a sus adversarios. Actuaba con amabilidad, no se imponía a la fuerza. Esta actitud llegó a su punto culminante cuando se entregó voluntariamente para ser crucificado (Fil. 2:8). Con este acto, se convirtió en nuestro Salvador. El único capaz de librarnos de la carga del pecado, aliviar nuestro sufrimiento, y darnos descanso para nuestras almas.
“PORQUE MI YUGO ES FÁCIL”
“porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:30).
El yugo se usa frecuentemente para ilustrar un estado de esclavitud o sometimiento a otros. En este contexto, encontramos yugos difíciles de llevar y que nos esclavizan, como, por ejemplo, el de la circuncisión (Hch. 15:10), o el de la salvación por las obras (Gál. 5:1). En contraste, Jesús nos habla de un yugo fácil de llevar. Este yugo es un símbolo de la “Ley de la libertad” (Stg. 2:12). Cuando entendemos correctamente su función, los mandamientos de la Ley de Dios “no son gravosos” (1Jn. 5:3). Cuando la justicia de Jesús nos cubre y caminamos unidos a Él, Él nos sostiene en nuestros pasos tambaleantes, nos levanta cuando caemos, y nos ayuda a andar en el camino de la justicia.
“Y LIGERA MI CARGA”
“porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:30).
El yugo se colocaba sobre dos animales. Esto permitía repartir el esfuerzo. En un momento determinado, si un animal estaba débil, el otro suplía esa debilidad con su fortaleza. Jesús es, sin lugar a duda, la parte fuerte de la yugada. Podemos confiar en Él, pues hace ligera la carga para nosotros. También es un ejemplo para nosotros. Al igual que Jetro enseñó a Moisés a repartir las cargas (Éx. 18:13-22), la Biblia nos indica: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gál. 6:2). Llevar las cargas significa restaurar al que cae, ayudarnos en las dificultades, apoyar a otros en sus tareas… Compartir la carga es una actividad de la iglesia, ordenada por Dios, que requiere mansedumbre y produce compasión.
Nota de EGW: “Llevar el yugo con Cristo significa trabajar de acuerdo con sus directivas, ser copartícipe con él en sus sufrimientos y esfuerzos en favor de la humanidad perdida. Significa ser sabio instructor de almas. Seremos lo que permitamos que Cristo nos haga en estas preciosas horas del tiempo de gracia. La clase de vasija que lleguemos a ser dependerá de nuestra docilidad para ser modelados. Debemos unirnos con Dios en la obra de modelar y adaptar, sometiendo nuestra voluntad a la voluntad divina” (CBA, tomo 5, material suplementario sobre Mateo 12:29, pg. 1067).