Apocalipsis – El evangelio de Patmos

 

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Versículo para memorizar. Apocalipsis 1:3. “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”

Las profecías de Apocalipsis le fueron reveladas en visión al apóstol Juan hace más de 19 siglos, durante su exilio en una islita rocosa del mar Egeo conocida como Patmos. Las profecías bíblicas son como una lámpara que brilla en un lugar oscuro. Tienen por objeto proporcionar una guía para nuestra vida actual y esperanza para nuestro futuro. Necesitaremos esta guía profética hasta la venida de Cristo y el establecimiento del Reino eterno de Dios.

EL TITULO DEL LIBRO

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto”. (Apocalipsis 1:1 y 2).

La palabra revelación proviene de la palabra griega apokalupsis (apocalipsis), que significa “descubrir”, o “develar”. Apocalipsis es una develación de Jesucristo; es de Jesús y acerca de él. Si bien procedió de Dios a través de Jesucristo, el libro testifica que Jesús también es el centro de sus contenidos. Apocalipsis es una autorrevelación para su pueblo y una expresión de su cuidado hacia él. Jesús es la figura central de Apocalipsis. El Jesús de Apocalipsis es el Jesús de los cuatro evangelios. Junto con la Epístola a los Hebreos, Apocalipsis enfatiza el ministerio celestial de Jesús. Muestra que después de su ascensión Jesús asumió su ministerio real y sacerdotal en el Santuario celestial.

EL PROPOSITO DEL LIBRO

“¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”. (Apocalipsis 22:7).

El propósito principal de las profecías bíblicas es asegurarnos que, sin importar lo que nos depare el futuro, Dios está al mando. El libro de Apocalipsis hace justamente eso: nos garantiza que Jesucristo está con su pueblo a lo largo de toda la historia de este mundo y en sus alarmantes acontecimientos finales. Por consiguiente, las profecías de Apocalipsis tienen dos propósitos prácticos: enseñarnos a vivir hoy y prepararnos para el futuro. Las profecías de Apocalipsis sobre el tiempo del fin no se nos revelan para satisfacer nuestra curiosidad obsesiva sobre el futuro. El libro revela solo aquellos aspectos del futuro que es importante que conozcamos. Se revelan para impresionarnos sobre la seriedad de lo que sucederá, a fin de que nos demos cuenta de nuestra dependencia de Dios y, en esa dependencia, le seamos obedientes.

EL LENGUAJE SIMBÓLICO DE APOCALIPSIS.

“Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo”. (Apocalipsis 13:1).

Por lo tanto, el lenguaje en el que se describen las profecías de Apocalipsis en su mayoría no debe interpretarse literalmente. Como norma, la lectura de la Biblia en general presupone una interpretación literal del texto (a menos que el texto intencionalmente muestre simbolismos). Pero, cuando leemos Apocalipsis, salvo que el texto indique un significado literal, debemos interpretarlo simbólicamente. A pesar de que las escenas y los sucesos predichos per se son reales, generalmente se expresan en lenguaje simbólico. Tener presente el carácter mayormente simbólico de Apocalipsis nos protegerá de la distorsión del mensaje profético.

LA DEIDAD.

“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,” (Apocalipsis 21:4 y 5).

Apocalipsis comienza con un saludo similar al que encontramos en las cartas de Pablo. Evidentemente, el libro fue enviado como una carta a las siete iglesias de Asia Menor en los días de Juan. Sin embargo, Apocalipsis no fue escrito para ellas solamente, sino para todas las generaciones de cristianos a lo largo de la historia. Dios el Padre se identifica como “el que es y que era y que ha de venir”. Esto alude al nombre divino Yahvéh, “YO SOY EL QUE SOY”, que se refiere a la existencia eterna de Dios. El Espíritu Santo se menciona como “los siete espíritus”. Siete es un número de plenitud. “Los siete espíritus” significa que el Espíritu Santo está activo en cada una de las siete iglesias. Esta imagen se refiere a la omnipresencia del Espíritu Santo y a su obra constante entre el pueblo de Dios a lo largo de la historia, que le permite a este cumplir con su llamado. Tres títulos identifican a Jesucristo: “El testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra”. Se refieren a su muerte en la Cruz, a su resurrección y a su reinado en el cielo.

LA NOTA TÓNICA DE APOCALIPSIS

“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.” (Apocalipsis 1:7-8).

La conclusión del prólogo de Apocalipsis señala el verdadero enfoque de todo el libro: la venida de Jesús con poder y gloria. La promesa de Cristo de volver se reitera tres veces en la conclusión del libro. En Apocalipsis, la segunda venida de Cristo es el punto final hacia el cual avanza la historia. Este acontecimiento marcará la conclusión de la historia de este mundo y el comienzo del Reino eterno de Dios, así como la liberación de todo mal, angustia, dolor y muerte. La certeza de la venida de Cristo se reafirma con las palabras: “¡Así será! Amén” (Apoc. 1:7, NVI). Las palabras así será son una traducción de la palabra griega nai, y amén es un afirmativo hebreo. Juntas, estas dos palabras expresan certeza.

Nota de EGW: “Esa revelación fue dada para la orientación y el aliento de la iglesia durante la dispensación cristiana. […] Una revelación es algo revelado. El Señor mismo reveló a su siervo los misterios contenidos en dicho libro, y es su propósito que estén abiertos al estudio de todos. Sus verdades se dirigen tanto a los que viven en los últimos días de la historia de esta Tierra como a los que vivían en los días de Juan. Algunas de las escenas descritas en esa profecía pertenecen al pasado, otras se están cumpliendo ahora; algunas tienen que ver con el fin del gran conflicto entre los poderes de las tinieblas y el Príncipe del cielo, y otras revelan los triunfos y las alegrías de los redimidos en la Tierra Nueva. “Nadie piense que al no poder explicar el significado de cada símbolo de Apocalipsis es inútil seguir escudriñando el libro en un esfuerzo por conocer el significado de la verdad que contiene. El que reveló esos misterios a Juan dará al investigador diligente de la verdad un goce anticipado de las cosas celestiales. Los que tengan sus corazones abiertos para la recepción de la verdad serán capacitados para entender sus enseñanzas, y se les otorgará la bendición prometida a los que ‘oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas’ ”. (Hechos de los Apóstoles 466-467).

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