Apacienta a mis ovejas – 1 y 2 de Pedro – Vivir para Dios

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Versículo para memorizar. 1 Ped. 3:12. “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal”.

Esta semana, Pedro sigue la línea de pensamiento de que el mundo apesta a pecaminosidad y de que solo el poder de Cristo puede  cambiar nuestra vida y hacernos nuevas personas en él. Esta clase de vida nueva es la que los cristianos tendrán en Cristo después de haberse entregado a él y ser bautizados. Pedro continúa con una temática que impregna la Biblia entera: la realidad del amor, en la vida de un creyente en Jesús.

SER “DE UN MISMO SENTIR”.

“Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;” (1ª de Pedro 2:20-21).

“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.;” (1ª de Pedro 3:8-9)

Pedro comienza diciendo que todos deben ser “de un mismo sentir” (homophrones). No está hablando acerca de uniformidad, en el sentido de que todos deban pensar, hacer y creer exactamente del mismo modo. Una unidad así no siempre es tan fácil, tal como lo ha mostrado la historia de la iglesia cristiana de modo tan amplio (y triste). Pero, inmediatamente después de esta amonestación, Pedro indica a sus lectores cómo pueden revelar y expresar este ideal cristiano. Debemos actuar con simpatía, amándonos unos a los otros, siendo compasivos, con humildad, armonía, así se reconoce que somos discípulos de Cristo.

Nota de EGW: “Crucificad el yo, considerad a los demás como más excelentes que vosotros mismos; y así realizaréis la unión con Cristo. Ante el universo celestial, ante la iglesia y el mundo, daréis la prueba indiscutible de que sois hijos de Dios. Dios será glorificado por el ejemplo que deis” (TI 9:151).

SUFRIR EN LA CARNE.

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;” (1ª de Pedro 3:18).

Sí, Jesús murió por nuestros pecados, y nuestra esperanza de salvación se halla solamente en él y en su justicia, que nos cubre y nos hace ser considerados justos a los ojos de Dios. Dios también nos da el poder para vencer nuestros pecados. Por medio del bautismo, el cristiano participa del sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús; el cristiano ha tomado una decisión de “no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios”

NACIDOS DE NUEVO.

“Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. (1ª de Pedro 4:6).

En Cristo tenemos una nueva vida, un nuevo comienzo. Nacemos de nuevo. Lo significativo de esto, especialmente para aquellos que aceptaron a Cristo después de la niñez, es que ahora vivirán de manera diferente de como lo hicieron antes. De hecho, después de hablar acerca de la muerte al yo y de la nueva vida que tenemos en Jesús (habiendo sido bautizados en su muerte y su resurrección), Pedro luego habla acerca de la clase de cambios que experimentaremos. De hecho, según Pedro, el cambio que experimenta un cristiano debería ser lo suficientemente grande como para que a aquellos que conocían al cristiano en su vida pasada les parezca “cosa extraña” que el cristiano ya no participe en actividades libertinas. Cuando Pedro habla acerca de la predicación del evangelio a los muertos, se está refiriendo a que, aun en el pasado, las personas que ahora están muertas tuvieron oportunidad, mientras vivían, de conocer la gracia salvadora de Dios. Así, Dios también puede juzgarlos con justicia.

PECADOS DE LA CARNE.

“Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.” (1ª de Pedro 4:3).

Las dos palabras que tienen connotación sexual distintiva son lascivia y concupiscencia. Sí, es demasiado fácil que los cristianos den una mala impresión acerca de la sexualidad. La Biblia no está en contra del sexo. Al contrario, Dios creó el sexo y dio la sexualidad a la humanidad para que fuera una gran bendición. La sexualidad estaba allí en el Edén, desde el principio. En su lugar correcto, entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio, la sexualidad es una profunda bendición; en el lugar equivocado, en el contexto equivocado, puede ser una de las fuerzas más destructivas del mundo.

EL AMOR LO CUBRE TODO.

“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. 8 Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados…” (1ª de Pedro 4:7-8).

En la época de Pedro todos estaban convencidos del pronto regreso de Jesús y del fin del mundo presente. En unas palabras que estemos listos para el fin, aunque sea la muerte, siendo un fin en sí mismo, porque al morir cerramos nuestros ojos y, ya sea que pasen miles de años o solo unos pocos días, lo siguiente que sabremos es el fin del mundo y Jesús viniendo por segunda vez. Pedro expresa la misma idea que Jesús y Pablo, que dicen que toda la Ley se resume en la obligación de amar a Dios de todo corazón y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Nota de EGW: ““El amor longánimo y bondadoso no transformará una indiscreción en una ofensa imperdonable, ni tampoco magnificará los errores ajenos. Las Escrituras enseñan claramente que a los que yerran se los ha de tratar con tolerancia y consideración. Si se sigue la debida conducta, el corazón aparentemente endurecido puede ser ganado para Cristo. El amor de Jesús cubre una multitud de pecados. Su gracia no induce nunca a exponer los errores de otros, a menos que ello sea positivamente necesario” (Consejos para los maestros p. 254).

Pedro apela a sus lectores, en el contexto de la inminencia del Juicio, a vivir vidas que estén a la altura de la vida de Cristo, ejemplificando amor, simpatía, humildad, armonía y compasión, entre otras cualidades de carácter. Pedro ve que el llamado de Dios incluye modelar estas cualidades en la vida del cristiano, lo cual resultará en la bendición de Dios.

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