¿Y había alguna otra opción razonable?
Se dice que detrás de la escogencia de una opción en la bifurcación del camino, hay distintos procesos que pueden llevarse a cabo antes de hacer efectiva la toma de la decisión. Por tanto, las decisiones pueden clasificarse de acuerdo a la naturaleza de esos procesos. Ejemplo:
- Decisiones programadas: Son aquellas que se repiten casi de manera inconsciente al presentarse asuntos o problemas de la vida de manera rutinaria.
- Decisiones con procesos extensivos: Son las decisiones que se toman antes de dar un paso importante, riesgoso, comprometedor, etc… El individuo dedica tiempo a pesar y analizar los pros y los contras de escoger un curso de acción.
- Decisiones intuitivas: La intuición es ese proceso cognitivo que construye rápidamente un panorama de la situación y propone una solución basada en lo que se desprende de la información (incompleta) conocida.
- Decisiones no programadas: Se caracterizan por la aparición de una situación desconocida hasta ahora, para la cual no existe una respuesta programada. Usualmente son decisiones complicadas.
- Decisiones emocionales: Son producto de los impulsos de necesidad, o de los sentimientos más difíciles de controlar (como el amor o la ira). Pero son también necesarias para el equilibrio y la supervivencia.
Cuando vas a una tienda a comprar helado, y te encuentras con que en la cartelera hay más de 300 sabores, las cosas se complican. Varios de estos procesos entran en juego en ese momento.
Si tuvieses una sola posibilidad, la escogerías sin problemas; pero la presencia de tantas otras opciones dificulta el proceso, e incrementa los niveles de insatisfacción posterior a haber hecho la elección.
Ahora bien, cuando Josué pronuncia las palabras de nuestro texto de hoy, “pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15), lo hace en el contexto de una invitación a decidir. Está pronunciando su último discurso a la asamblea del pueblo, y comienza hablando en nombre de Dios, resumiendo lo que ha acontecido hasta ahora en la historia de Israel (24:2-13).
Luego habla en su propio nombre, como el anciano y experimentado líder del pueblo, instrumento del cielo, y leal siervo de Dios. Y dice a los hijos de Israel:
Miren amigos míos, nuestra historia está escrita con el dedo de Jehová, pues nosotros no hemos hecho absolutamente nada de valor. Dios lo ha hecho todo. Ahora ustedes tienen dos opciones: o sirven a Dios con integridad y desechan los dioses ajenos, o eligen adorar otros dioses y dan la espalda a Jehová; pero no pueden hacer ambas.
¡Escojan quién será su Dios! Pero yo y mi casa serviremos a Jehová.
El asunto es que cuando leemos el capítulo completo, los relatos previos, los libros previos, notamos un grandísimo detalle imposible de pasar por alto: ¡En realidad no había otra decisión! Al menos no una razonable.
Ellos vivían gracias a Jehová, eran una nación gracias a Jehová, poseyeron la tierra gracias a Jehová, ellos y sus padres fueron salvados una y otra vez por Jehová, Jehová hizo increíbles milagros diarios durante 40 años en el desierto, Jehová cumplió todas sus promesas de gracia…
¡Pfff! ¿Otros dioses? ¿Qué otra decisión podía tomar una persona en todos sus cabales?
—¿Que quién será mi Dios? ¡Pero qué tontería de pregunta! Vamos, respóndele hijo.
—¡Nuestro Dios será Jehová! ‒responde el niñito‒.
Eso era lo que debía haber sucedido en todo hogar de Israel. Pero la realidad fue otra.
Esa decisión tan sencilla ‒adorar a jehová o servir a otros dioses‒, a lo largo de su historia vemos cuánto les costó tomarla.
Querido lector, hay decisiones sencillas, programadas y cotidianas. Otras son complicadas, requieren estudio y análisis. La cuestión es, ¿qué tan «programado» es para nosotros decidir por Dios?
Josué era un admirador del Dios del cielo. Se maravillaba en ver sus obras y su misericordia en favor de su pueblo. Eran tan cercanos que la duda era como una leyenda, un mito, en su mente y su corazón. Dios era el todo de su vida.
Para él, la decisión era muy sencilla. ¿Y para ti?“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Juan 15:16).