¿Cómo hacer para usar la palabra «amor», en una sociedad que la ha sobre utilizado, y que se entienda con claridad lo que queremos decir?
Observa los siguientes casos.
Sentado en Mc Gordo acabo de dar la primera mordida a una suculenta hamburguesa que llevaba semanas antojado de comer. Cierro mis ojos, la saboreo, y con una sonrisa tonta digo: «cómo amo las hamburguesas…»
En otra ocasión, alistándome para asistir en breves minutos a la boda de un amigo, estoy ajustando los últimos detalles de mi atuendo. Me detengo frente al espejo, mi mamá me mira y me dice: «amo lo lindo que te queda ese traje. Hermoso, mi hijo».
Un amigo de toda la vida, de mil batallas, de viajes juntos, de momentos inolvidables, me avisa que se irá a vivir fuera del país. Voy al aeropuerto a acompañarle, y cuando ya le corresponde abordar le doy un gran abrazo. Con lágrimas en los ojos le digo: «Te amo, hermano».
Estoy conversando con la persona que desde hace mucho tiempo ha tenido flechado mi corazón. Le confieso lo que siento por ella pero, tristemente, admite que no siente lo mismo hacia mí. Me siento destruido pero le digo: «contigo he aprendido a amar de verdad. Hacerlo aunque no sea correspondido».
En cada una de estas ocasiones, tan variadas en contexto y objeto, usualmente utilizamos el término “amor”. Y de esa forma hemos contribuido a la confusión creada cuando se lo menciona. Me amas, está bien. Pero, ¿de qué manera? ¿Como a la hamburguesa, como al amigo o como a la pareja?
Los griegos se nos habían adelantado a este problema. Advirtiéndolo, ellos crearon no una ni dos, sino cuatro palabras que podrían ser traducidas como “amor”; pero que dan a entender matices o grados distintos de su expresión. Al ser utilizadas, la audiencia podía entender con suficiente cercanía a lo que se refería.
Por ello en esta oportunidad queremos explorar los tipos de amor que existen según las Escrituras.
Tipos de amor
A fin de cuentas, uno dice sentir “amor” por objetos de distinta naturaleza. Uno puede amar a un amigo, pero este sentimiento será muy distinto del que se le expresa a una novia; a su vez, ambos serán distintos del propinado a nuestra mamá, a una mascota o a Dios.
¿Se puede decir que a todos se «ama»? En el lenguaje griego, esto parece ser posible.
El amor eros
Una de las palabras que el lenguaje griego nos lega al hablar del amor es el término eros. ¿A qué clase de sentimiento se refiere? El estudio de su uso arroja la conclusión de que esta palabra contempla el amor desde la perspectiva de la pasión, el deseo, el impulso sexual, es motivado por lo carnal, sensual y romántico.
Es también típico de los primeros encuentros de una pareja, donde lo que se siente más que todo es atracción. Podría estar relacionado con la segregación de hormonas como la dopamina, adrenalina, y noradrenalina.
No se puede decir que este amor es alguna clase de principio o decisión; es más bien algo que fluye muy naturalmente del corazón humano. Y no es negativo cuando se da dentro del contexto de la relación matrimonial.
Sus intereses son mayormente egoístas y a menudo se refiere a aquello que está inspirado por las bajas pasiones de nuestra naturaleza; pero también en él se halla el romanticismo. Todo ese matiz se encuentra bajo el uso de eros.
Palabra que no se haya en la Biblia, pero cuya descripción sí concuerda con algunos pasajes. Como se ha dicho antes, el libro de Cantares lo ejemplifica muy bien. Cuando Génesis 24:67 dice que Isaac llevó a Rebeca a la tienda y “la amó”, es otro caso. El impulso que movía a Amnón hacia Tamar (2 Samuel 13:1-14), y el de Siquem hacia Dina (Génesis 34:1-3), son buenos ejemplos.
Considero que es la clase de amor que mejor cuadra con esa sensación de “enamoramiento”, o esos momentos en que, como esposos, nos sentimos en buena medida “románticos”.
El amor storge
Otro término que se utiliza en el griego, que no aparece en las escrituras salvo en una palabra compuesta, pero cuyo matiz sí está presente en ellas, es el amor storge.
Este amor difiere en varios puntos con el amor eros. Mientras que aquel abarca el romanticismo y el fuego de la pasión (común entre parejas), este le echa un baldazo de agua fría a esa fogata. Pues su connotación alude al amor que existe en círculos afectivos íntimos, como lo es dentro de la familia.
Dentro de la familia obviamente el amor eros está ausente, pero existe algún tipo de amor que conecta a los miembros en un sentimiento de fraternidad, solidaridad, amor y unión afectiva.
Storge, sin embargo, guarda un aspecto en común con eros, y es el origen del sentimiento. Al igual que la fogata de la pasión, el amor storge es natural en el corazón humano. En cuanto tenemos consciencia, comenzamos también a sentir afecto por nuestra familia cercana. No se requiere mayor esfuerzo para esto.
Storge no aparece en la Biblia sino en una palabra compuesta: philostorgos (Romanos 12:10), que se traduce como “afecto fraternal”. En Romanos 1:31 y 2 Timoteo 3:3 se lee astorgos, que se traduce como “sin afecto natural”.
Por lo que storgos se refiere a un afecto propio al ser humano, un amor natural que se brinda a la familia, pero que también da lugar a un comportamiento respetuoso y amable con toda persona. Cuando la naturaleza humana se degrada más en el pecado, pierde incluso esta clase de afecto natural.
Ilustraciones de este matiz del amor se pueden hallar en el amor de David por sus hijos, de manera especial como se nota en los casos del primer hijo de Betsabé (2 Samuel 12:15-23) y de Absalón (cap. 18). En el amor ciego de Elí hacia sus hijos (1 Samuel 2:29), de Isaac a Esaú y de Rebeca a Jacob (Génesis 25:28), de Moisés a su pueblo (Éxodo 2:11, 32:31-32), de sus hermanas a Lázaro (Juan 11:1-3).
El amor fileo
Este matiz del amor es el que compete a las relaciones significativas y estrechas que no son parte del círculo familiar. No es únicamente natural, sino que un buen componente de elección consciente llega a formar parte de las causas que le dan origen. Es el amor que caracteriza a las amistades, y a la relación matrimonial cuando la pasión del eros da lugar al fileo.
Fileo describe un sentimiento fuerte y sólido, un vínculo que no se logra con cualquier persona y que les une de tal forma que llega a ser como parte del propio círculo de afecto natural, y aún más importantes.
Este amor es el segundo más recurrente en el uso bíblico, y aparece en textos como Mateo 6:5, 10:37, 23:6, Juan 5:20, 11:3, 36, 21:16-17, 1 Corintios 16:22 y Apocalipsis 3:19. En el Antiguo Testamento uno de los textos importantes es Proverbios 17:17.
Entre las historias que lo ilustran se encuentran las de David y Jonatán, Rut y Noemí, Jesús y Lázaro, María y Marta, Jesús y Juan, el centurión y su siervo, Pablo y Timoteo, y muchos otros.
El amor ágape
Como ya hemos dicho en otros artículos donde hemos comentado acerca de esta palabra, ágape fue considerada por mucho tiempo un término desconocido en la literatura griega clásica; se pensaba que era un invento cristiano. Sin embargo, en décadas pasadas se halló evidencia que confirma que ágape era, efectivamente, otro término de uso griego para hablar del amor.
Claramente, el énfasis cristiano en el ágape es desmedido comparado con el uso de la literatura griega. Por lo que se asume que los autores bíblicos tomaron este término para darle un uso santo, con él le darían otra dimensión al amor. La dimensión del amor divino, un don de Dios.
Así, ágape se convierte en el matiz del amor más superabundante en las Escrituras. Solamente algunos versículos que la mencionan son 1 Juan 4:8, 10, 1 Corintios 13, Romanos 5:6-10, Juan 3:16, 15:12-15, Santiago 4:4, Efesios 2:4, Gálatas 5:22, Mateo 5:44, Efesios 5:25.
Esta clase de amor, a diferencia de las anteriores, no es natural para el ser humano. No es un amor egoísta o propio a nuestra naturaleza, no es característico de nuestras relaciones personales tampoco. Es un milagro del cielo.
Es un amor puro, santo, abnegado, entregado, que pone en ejercicio los poderes más elevados de la mente. Es un fruto de la obra sagrada y renovadora del Espíritu Santo, es un amor que surge al contemplar primeramente el amor de Jesús, es un amor que incluso puede alcanzar hasta a los enemigos.
Cuando Jesús mandó a sus discípulos amarse los unos a los otros (Juan 13:34-35), lo hizo usando ágape. Lo que caracterizará a sus seguidores no será el afecto natural o erótico, sino el amor que no se irrita, que no guarda rencor, que no busca lo suyo, que todo lo sufre y todo lo soporta, ese amor que fluye del mismo corazón Divino.
A un amor así, que somete la voluntad, debemos aspirar. Orar por él, y trabajarlo. El amor debe ser el principio regidor de la vida, y de esa forma estaremos representando correctamente aquel para quien no hay mejor definición que “Dios es amor” (1 Juan 4:8).