Tiene fundamento la “doctrina social” de la iglesia

A pesar de haber transcurrido 5 años, recuerdo mi primer “Cerca de ti” como si hubiese sido ayer. 

En mi ciudad llevábamos meses escuchando de un programa que había venido realizándose en la capital y el oriente del país durante algún tiempo ‒con mucha fuerza y buenos resultados‒, llamado “Cerca de ti”.

Pronto se anunció el inicio de los preparativos para el lanzamiento en simultáneo del programa en todo el territorio del occidente de Venezuela en el 2016. 

El propósito del programa era decir a viva voz a la comunidad: «¡Sonríe! Dios está cerca de ti» durante una semana repleta de actividades. Jornadas de atención médica, corte de cabello, cardiovasculares, consultoría jurídica, planes vacacionales con los niños en distintos sectores, entrega de alimento, arborización, donación de sangre, evangelización en las mañanas y las noches, y otras más. 

Las semanas anteriores se vivieron con mucha expectativa, pues en el lugar donde vivo la preparación fue exhaustiva. 

Se organizaron comisiones distritales a cargo de coordinar la movilización de todos los voluntarios, se ubicó el personal capacitado para las diversas consultorías, se mandaron a hacer carteles para ubicar grupos de jóvenes en los semáforos más importantes de la ciudad, cada iglesia planificó escuelas bíblicas vacacionales con los niños de su comunidad, 7 grupos musicales estuvieron ensayando para un gran concierto en la plaza más hermosa y conocida de la región, ¡todos estábamos abocados!; se respiraba “Cerca de ti”.

Al culminar esa semana me sentía completamente realizado. Fueron días de contacto muy estrecho con la comunidad. No salíamos de una cosa cuando ya nos alistábamos para ir a otra. 

Ese fue, casi con seguridad, mi primer gran contacto con algo similar a la “Doctrina social” de la iglesia. A partir de ese momento abrimos nuestros ojos más que nunca al mundo de necesidad que hay alrededor de nosotros y en el cual la iglesia tiene la responsabilidad de influir.

Sin embargo, el papel de la iglesia en la sociedad es un tema muy amplio y complejo, que puede presentar en ocasiones serias dificultades. 

Qué es la “doctrina social”

La “doctrina social” es parte del compendio teológico de la iglesia católica, ocupando un lugar especial en el campo de la teología moral. 

En un artículo titulado “Los fundamentos de la doctrina social de la iglesia” el sacerdote Thomas Williams, doctor en Filosofía, la define como:

Un conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicio y de directrices de acción, cuyo alcance principal es interpretar tales realidades [las realidades complejas de la existencia del hombre en la sociedad], examinándose la conformidad o disconformidad con las líneas trazadas por las enseñanzas evangélicas sobre el hombre […]; para orientar, por lo tanto, el comportamiento cristiano”.

El propósito de todo esto, como dice en el párrafo siguiente, es “la evangelización de la sociedad y de todas las realidades temporales”. 

Ahora bien, notamos inmediatamente al menos dos objetivos que le confieren forma y sentido a la doctrina social: definir y orientar el comportamiento cristiano en un mundo que rápidamente evoluciona, usualmente en sentido opuesto a los principios evangélicos; y en segunda instancia, dirigir a la iglesia en el proceso de discipulado también a través de iniciativas y proyectos de índole social. 

En la formulación de los principios que subyacen a ella la iglesia se basa en varias fuentes: La Biblia, la tradición, el magisterio, y ciencias humanas y sociales que los complementan. Pero se admite que su aplicación tiene que ver en buena medida con el juicio fruto de la experiencia pastoral y el discernimiento cristiano.

Al fin y al cabo, los escritos de hace 1.000 años no pueden definir a ciencia cierta lo que debe hacer el creyente al día de hoy con problemas que no existían en aquella época. Comprendiendo y aplicando los principios permanentes, la iglesia debe discernir cuál será la posición moral del evangelio en el contexto mundial y los desafíos de hoy.

Si nos detenemos aquí, notamos que la doctrina social no se aparta del modelo propuesto a lo ancho de toda la escritura. Nunca ha sido el plan de Dios que la iglesia se encierre a sí misma en una burbuja, enviando de vez en cuando una señal de vida al exterior.

Por el contrario, los principios de las leyes del AT demuestran una sólida participación de la fe en el orden social y moral de la comunidad israelita. El Señor estaba profundamente interesado en la justicia, la solidaridad, la atención a los desvalidos y marginados, el bienestar de los esclavos, etc…

De la misma manera, en el NT la triple misión de Cristo se resume en Mateo 4:23 de la siguiente manera: “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando […], predicando […] y sanando”. En lugar de enfrascarse solamente en la predicación, el ministerio de Jesús fue holístico. Enseñó, predicó, aconsejó, sanó… se puede decir que irrumpió con poder en las necesidades sociales que imperaban en su tiempo.

Ya Isaías había profetizado el impacto social del evangelio de Jesús, pues, en Lucas 4:18 Jesús citó sus palabras cuando dijo: “El espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres […], a los quebrantados de corazón […], a los cautivos […], ciegos y […] oprimidos”.

Jesús defendió altos estándares de conducta, enseñó sobre las responsabilidades civiles, y ratificó los principios humanitarios y espirituales tangibles desde el Antiguo Testamento. Aunque Jesús no rompió con algunas instituciones moralmente erradas de su tiempo, sí sentó las bases sobre las cuales sus seguidores construyeron en años posteriores.

Los relatos del libro de los Hechos y los datos suministrados por las cartas apostólicas reiteran este doble énfasis de la doctrina social de la iglesia: conducta y moral, junto a evangelización pertinente a las necesidades sociales. 

Ningún cristiano que desea seguir al pie de la letra el modelo bíblico de la vida de fe puede quedar al margen de lo que representa en el pensamiento divino la responsabilidad de resplandecer como lumbreras en la moral de la época, y a la vez, evangelizar al mundo a través de un natural, personal, colectivo y pertinente programa social.

Claro está, la iglesia no puede cegarse a las necesidades del mundo que intenta salvar.

Principios de la doctrina social

Nótese, además, que la cita mencionada arriba hace alusión a principios, criterios de juicio y directrices de acción

Los principios son los ideales, componentes morales o fundamentos bíblicos de amplia trascendencia que de ninguna manera se alteran con el paso del tiempo. Éstos proveen la materia prima necesaria para formar una cosmovisión a través de la cual interpretar los desafíos contemporáneos.

Los criterios de juicio y las directrices de acción son básicamente la puesta en escena de tales principios. Los primeros se refieren a la consideración y evaluación de problemáticas específicas (llámese guerra, racismo, sistemas políticos opresivos, hambruna, aborto, matrimonio homosexual, etc…).

Mientras que la segunda determina los patrones de conducta de los creyentes ante tales problemáticas, y estimula la implementación de programas o proyectos destinados a su mitigación.

Ahora bien, siendo que, en teoría, los juicios y directrices son elaborados a partir de los principios, ¿cuáles son los principios de la “doctrina social”?

Comenzamos por el Amor. El Señor Jesús dijo que el amor es el primer y más grande mandamiento de la ley (Mateo 22:37-40), y dijo también que de él depende toda la ley y los profetas. Lo que lo convierte en el principio más básico y universal del existir cristiano. Todo debe ser juzgado a la luz y en pro del amor a Dios y el amor al prójimo.

Los teóricos de la doctrina social arguyen que el amor es la razón fundamental de la existencia de esta doctrina. Al fin y al cabo, amar no se trata de una experiencial emocional ajena a la realidad, sino de una fuerza santificada que modela la conducta. Por lo tanto, la iglesia tiene el deber de practicar y defender el amor en el entorno social, lo que incluye repeler toda clase de procederes contrarios a este principio.

El amor, así entendido, “es muy importante para poder superar la tendencia a considerar la economía o la política como algo completamente separado de lo moral” (Íbid). El amor bíblico compete a la esfera de lo espiritual y moral, pero si no incidiera en nada más allá, en las leyes, en el comercio, en la calle… sería una falacia.

El amor es la piedra angular de la doctrina social, pero viene acompañado de otros principios más específicos que lo amplían y explicitan, y que la iglesia católica presenta como fundamentos de esta doctrina.

La dignidad de la persona. Cada ser humano tiene un valor intrínseco superlativo a los ojos de Dios, por dos razones principales: creación a su imagen y redención por medio de su hijo. Él es quien decide conferir dignidad a cada uno, dignidad que es en absoluto equivalente a todos los individuos, cual sea su origen, raza, clase, etc…

El hecho de haber sido creados a imagen de Dios nos hace a todos iguales, y objetos inalienables de los derechos humanos fundamentales. Lo que nos lleva a comprender que el individuo es por sobre toda institución o sistema político. Dicho de otra manera: El bien del estado está supeditado al bien del individuo. 

Todo lo que tiende a disminuir o alterar la dignidad y el valor personal, es del todo contrario al evangelio.

El bien común. Este principio se deriva de los anteriores, claramente. En lugar de buscar alcanzar el mayor bienestar individual cualquiera sea el precio, con motivos egoístas, el bien común incluye al individuo dentro de una identidad social común que se expande hasta alcanzar el mundo entero.

Asume que el ser humano está sujeto al bienestar de sus pares, porque sólo así puede alcanzar la más perfecta medida de su propio bienestar. La realización del grupo es legítima realización propia. Por eso el “bien común se distingue pero no se opone al bien particular de cada uno”, antes bien, lo abarca y lo maximiza. 

Este principio toma en cuenta la dimensión social de la naturaleza humana, parte de la imagen de Dios impartida por un Dios trino que habita en perfecta unidad y cooperación.

Subsidiariedad. Toma en cuenta que toda decisión efectuada por parte de un colectivo, llámese estado o institución, debe ser hecha con la participación activa del nivel más cercano a las personas sobre las que más incidirá tal decisión.

Los entes u organismos existen para promover el bienestar individual, y no al revés. 

Solidaridad. No en el sentido de un sentimiento de compasión. Es el deber inherente al reconocimiento de los principios más santos y elevados, que impulsan al ser humano a servir, cooperar y cuidar de los demás como de sí mismo; en lugar de mostrarse indiferente a sus necesidades. Es el bien común llevado a la acción. Todos somos responsables de todos. 

Igualdad y calidad de vida. Toda persona tiene igual derecho a participar en el proceso de desarrollo social integrado, y de alta calidad de vida. Los excesos de ciertas clases en contraste con la vida paupérrima de otras viola las leyes más elementales del universo divino. 

Problemas de la doctrina social

Todo lo que hemos reseñado anteriormente, tanto objetivos como principios de la doctrina social, está en profundo acuerdo con la Palabra de Dios. El único déficit es que, en la práctica, la “doctrina social de la iglesia” tiende a salir de estos esquemas.

Si bien los cristianos estamos llamados a defender activamente los derechos de cada individuo, y colaborar con Dios en la evangelización del mundo a través del principio inmanente del amor, la doctrina social puede caer y ha caído en errores por pérdida del foco real. 

¿Cuáles son los problemas de la doctrina social? Enumeramos 4:

1) Cuando la iglesia va más allá de lo que le corresponde: la iglesia no fue establecida por Jesús para regir el mundo, ni mucho menos para intervenir en cuestiones seculares con propósitos seculares, ¡la naturaleza de la iglesia es espiritual! Y no puede haber comunión entre luz y tinieblas. 

Pese a ello, la iglesia católica (y otras) en ocasiones ha llevado al extremo la doctrina social al punto de inmiscuirse en asuntos que no son parte de su jurisdicción. 

Más allá de exponer un juicio acorde a la palabra de Dios, orientar a los creyentes e involucrarse activamente a solucionar los problemas en amor, el deseo de gobernar o legislar está en franco desacuerdo con el panorama del NT.

2) Cuando nos convertimos en una institución humanitaria en lugar de una agencia ganadora de almas: supongamos que una iglesia tiene un presupuesto de 80$. Si al revisar sus gastos hallamos que invirtió 65$ en proyectos sociales, 10$ en mantenimiento y 5$ en evangelismo, ¿será que armoniza ese orden de prioridades con la misión de la iglesia?

Si bien somos llamados a involucrarnos activamente en el bienestar social, la misión evangélica de la iglesia no puede ser diluida. Alguno podría decir: «se predica mejor trabajando en pro de la sociedad». ¡Por supuesto! Pero existe la fuerte tendencia a quedarse con un evangelio social y olvidarse del evangelio de Cristo.

3) Cuando el interés social es más organizacional que individual: la iglesia como organización debe promover lo descrito hasta ahora, junto a las congregaciones locales. Pero se da el conflicto de asumir la implementación de la doctrina social meramente como un movimiento organizacional, sugestión del enemigo.

Su verdadero valor radica en el testimonio, la experiencia, el trabajo personal. Cada cristiano siendo la sal y la luz del mundo, cada uno viviendo y practicando el evangelio y sus principios, ¡esa es la doctrina social! Si sólo abarca el estrato de la iglesia como institución, la doctrina social se desvía de su verdadera intención.

4) Cuando pervertimos ante los ojos del mundo la perspectiva de la temporalidad de los sistemas sociales actuales: finalmente, podemos mostrar al mundo una noción errada del evangelio cuando perdemos de vista la transitoriedad del siglo presente y sus sistemas. 

Al fin y al cabo, jamás podremos construir el reino de Dios en la tierra. Es una utopía, una falsa creencia. Jesús debe venir por segunda vez y hacer nuevas todas las cosas, para que el mundo manifieste en plenitud los principios divinos.

Por ello, todo nuestro esfuerzo social no debe jamás eclipsar nuestra esperanza del retorno de Jesús y un mundo nuevo. Mientras tanto, crecemos en carácter al representar al verdadero Dios y su amor en este tiempo, pero no vivimos para este tiempo; “nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:20).

Conclusión

La doctrina social, con sus dos objetos principales (conducta y evangelización) y cada uno de sus principios, goza de sólido fundamento bíblico. Está de acuerdo con las estipulaciones del gobierno divino del AT, y da continuidad a los valores que caracterizaron a la comunidad cristiana del siglo primero.

Sin embargo, en la práctica representa también un peligro silencioso. La iglesia no puede olvidar su origen y su futuro, de otra manera se perderá en un mar de proyectos e iniciativas sociales muy buenos, pero que no constituyen su verdadera misión. 

Mi consejo es: ama sin condiciones, sirve con integridad, piensa en los demás antes que en ti mismo, despójate del egoísmo, representa al Cristo humilde delante del mundo, ¡pero no olvides que eres un cristiano!, no un político, ni un activista.