Investigando un poco acerca de los lugares más protegidos del planeta, me crucé con uno que captó mi atención. Su nombre es Fort Knox. Quizás hayas escuchado hablar de él en algún momento o quizás no. Te cuento.
En este fuerte ubicado en Kentucky, Estados Unidos, se comenzó a construir –durante el período de paz entre las dos guerras, de 1935-1937– una bóveda especial para recibir parte de la reserva federal en oro de los Estados Unidos. Y hasta hoy es un emblema del poderío norteamericano.
Pero es tanta la seguridad del lugar, que se ha especulado demasiado en cuanto a la cantidad de oro que pueda haber allí. Se estima que probablemente se halle en él la mitad de la reserva federal del país, lo que correspondería a poco más de 4.000 toneladas de oro.
El lugar es resguardado por un personal altamente calificado elegido por la Casa de la Moneda de Estados Unidos. Capacitados en manejo de armas, áreas de peligro, gestión de cobertura, seguridad en 360 grados, etc… Y se calcula que hay más de 30.000 elementos militares en el lugar.
La bóveda tiene una puerta de 22 toneladas y 21 pulgadas de espesor (53cm). Encapsulada en 16.000 pies cúbicos de granito y 4.600 yardas de cemento. Puede soportar todo tipo de explosivos, armas y sopletes. El camino para llegar está minado y protegido por cerco eléctrico.
¿A dónde queremos llegar?
Aunque Fort Knox sea un lugar infranqueable, el sabio salomón dice que “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón. Porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Todas las medidas que se puedan tomar para proteger un edificio o un tesoro ‒¡aún si es la cantidad más grande de lingotes de oro reunidos!‒ no debieran compararse con el cuidado con que cada ser humano vela y guarda su corazón.
¿Y por qué yo debería hacer eso? El sabio responde: del corazón mana la vida.
Lo que quiere decir esta frase enigmática es que del corazón sale, fluye, se libera, mana, todo lo que nosotros pensaremos, hablaremos y haremos. Él es la suma de todo cuanto somos. Él es la causa última y el principio de la vida entera.
Jesús, en Lucas 6:45, da a entender que el corazón es sinónimo de la naturaleza del hombre. “El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo”.
Así que Corazón bueno = Hombre bueno que hace lo bueno, y Corazón malo = Hombre malo que hace lo malo.
La urgencia del consejo del sabio radica en los resultados de una vida buena o mala. Los resultados de lo que hablamos, pensamos y hacemos; de lo que decidimos creer o no creer.
Si del corazón mana la vida, y la vida es lo que somos, y al fin de los días cosecharemos los resultados de lo que hemos decidido ser y hacer, ¡entonces el cuidado del corazón tiene una importancia cósmica!
Si la vida se tratara simplemente de las decisiones que tomamos aquí en este mundo, el consejo no sería tan relevante. Pero en vista de que la siembra de esta vida determina nuestro futuro eterno, el corazón se convierte en un objeto más valioso que los tesoros, y más peligroso que la suma del poder de todos los misiles nucleares.
Si el hombre no vela sobre su corazón está en inminente peligro. Porque dejarlo a su libre potestad significa descubrir que por naturaleza es “engañoso” y “perverso” (Jeremías 17:9); y cosechará pérdida eterna (Apocalipsis 2:22).
Recibiremos según lo que hayamos hecho en nuestra vida, y ésta es resultado de lo que hay en el corazón.
El corazón vale más que toda cosa guardada, más que toda riqueza o tesoro, más que toda fortaleza o palacio, porque de lo que hay en él y sale de él, depende nuestro destino eterno.
Por eso este verso va acompañado de una recomendación de la mejor compañía de seguridad a la cual podemos encomendar algo tan peligroso y valioso como nuestro corazón:“Dame, hijo mío, tu corazón” (Proverbios 23:26) ‒dice Jesús‒.