Desde hace un tiempo he estado pensando qué bueno sería que tuviésemos interruptores para gestionar nuestras emociones. Por ejemplo, si pudiésemos presionar un botón para apagar todo impulso sexual, las cosas serían mucho más fáciles.
En una entrevista televisiva, Billy Graham relató lo que le sucedió una vez a un colaborador suyo durante una campaña de evangelización en París.
Una noche, tras finalizar el programa, el joven regresaba al hotel donde se alojaba. Pero transitando por las calles de París, doquiera miraba sus ojos contemplaban escenas que lo invitaban a dar rienda suelta a sus deseos y disfrutar de los placeres de la ciudad.
Ya en el hotel, el joven estaba luchando con un impulso vehemente de salir y entregarse a una noche de disipación y deleite. Por algunos minutos estuvo afrontando una fuerte lucha en su mente contra la tentación, hasta que tomó una decisión. Cerró la puerta con llave desde adentro, arrojó la llave por la ventana y se acostó a dormir.
A la mañana siguiente despertó en su encarcelamiento voluntario, y contempló la luz del sol con una sensación de alegría y bienestar increíble. La prueba fue dura, pero resistió la tentación y conservó su fidelidad [Citada en Ravi Zacharías, Yo, Isaac, te tomo a ti, Rebeca, p. 81].
Graham contó esta anécdota precisamente en respuesta a la pregunta de si la tentación sexual ataca a los pastores y ministros con la misma fuerza que a otras personas. Como podrás ver, creo que todos desearíamos poder presionar algún interruptor en nuestra cabeza para librarnos del fogoso problema sexual.
Algo que, en otras palabras, puede llamarse lujuria.
¿Qué es la lujuria?
En el español actual, “lujuria” puede tener dos connotaciones principales. En primera instancia se refiere a un deseo desordenado, un apetito insaciable y excesivo que por lo general es de naturaleza sexual. En segundo lugar, y derivada del uso anterior, lujuria puede significar simplemente demasía o exceso en algo.
Para nuestros fines aquí, nos interesa la primera definición.
Quizás en algún momento o en alguna etapa de tu vida te haya tocado enfrentar algo parecido, un deseo constante y excesivo por la satisfacción sexual. O quizás estés pasando por eso en este instante.
Así que haremos un breve esbozo de la lujuria en las escrituras, lo que quizás te hará sentir un poco mal contigo mismo. Desde ya te digo: ¡no desesperes! Al final proporcionaremos algunos consejos útiles para lograr «apagar el interruptor».
La lujuria en la Biblia
Aunque no hay un solo término asociado con la lujuria que nos permita identificar rápidamente todo lo que la Biblia dice en cuanto a ella, las escrituras hablan ampliamente acerca de este mal. A través de historias, en sus leyes, proverbios, las reprensiones proféticas, los consejos apostólicos y las epístolas universales. Por lo que en casi todo el canon bíblico hay contenido pertinente.
Un breve bosquejo de los relatos cuya trama se relaciona de alguna manera con la lujuria evidencia de manera bastante clara la perspectiva que las Escrituras tienen en cuanto a ella. Observa:
-“Los hijos de Dios” empiezan a tomar por mujeres a “las hijas de los hombres” y Dios anuncia que no contenderá con el hombre para siempre (Génesis 6:1-3).
-Cam descubre la desnudez de su padre y recibe maldición (Génesis 9:20-28).
-Sodoma y Gomorra son destruidas por sus pecados, especialmente por su desenfreno sexual (Génesis 19).
-Siquem viola a Dina y su pueblo es pasado a filo de espada (Génesis 34).
-José rechaza rotundamente las seducciones de la esposa de su amo (Génesis 39).
-El pueblo fornica en Baal-peor y murieron 24.000 hombres (Números 25).
-La vida de Sansón fue arruinada por su desenfreno (Jueces 13-16).
-Los hombres perversos de Gabaa de Benjamín violan a la esposa del levita y esto desencadena una guerra civil en Israel (Jueces 19-21).
-David adultera con Betsabé desgraciando su vida y su familia (2 Samuel 11).
-Amnón viola a su hermana Tamar, y comienza una secuela desastrosa para la familia de David (2 Samuel 13-18)
-Absalón se llega a todas las concubinas de su padre cometiendo un gran pecado (2 Samuel 16:21-22).
-Salomón desvió su corazón del Señor por amar a 700 esposas y 300 concubinas (1 Reyes 11:1-4).
-La mujer adúltera estuvo a punto de ser apedreada (Juan 8).
-El hombre fornicario fue expulsado de la feligresía de la iglesia (1 Corintios 5).
Los consejos e instrucciones bíblicas solo ratifican lo que ya las historias habían insinuado: que el pecado sexual no solo es odioso a la vista de Dios, sino que pervierte al hombre y perjudica todo el entorno al que pertenece. El que lo ha vivido, sabe de lo que estamos hablando.
Alrededor del concepto de lujuria la Biblia agrupa términos como fornicación, adulterio, pasión, concupiscencia, lascivia, deseos carnales, y otros más. Lo que permite reunir buen número de textos que tocan el tema de una u otra manera.
El mandamiento de “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14) no solo condena la práctica sexual fuera del matrimonio, sino todas las perversiones de índole sexual en que el hombre ha participado a lo largo de la historia. Este mandamiento es ampliado con estipulaciones como las de Levítico 18, 20, Deuteronomio 22 y 24.
Jesús lo profundiza al punto de decir que mirar a una mujer para codiciarla es transgredir este mandato (Mateo 5:28-29). Esto ya se infería desde que Job dijo que había hecho pacto con sus ojos para no mirar a las vírgenes (Job 31:1).
También Salomón había aconsejado no codiciar a las mujeres (Proverbios 6:25), confirmando el décimo mandamiento “no codiciarás a la mujer de tu prójimo” (Éxodo 20:17). Porque la lujuria no solo es promiscuidad o inmundicia; la lujuria comienza con el deseo que se alberga en el corazón, con el apetito que se alimenta y exige ser complacido.
Pablo requiere que fornicación o inmundicia “ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos” (Efesios 5:3), pues en otro lugar ha dicho “las vanas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33). Dar cabida al pecado en palabra o pensamiento es el primer paso en la senda del error.
Por eso Salomón pregunta “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que su vestido arda? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?” (Proverbios 6:27). Un apetito carnal es resultado de una mente carnal, Jesús dijo que “de dentro, del corazón de los hombres” nacen las fornicaciones, adulterios y lascivias (Marcos 7:21-22).
Pablo dijo que “el deseo de la carne” es “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia” (Gálatas 5:17, 19). Pedro afirmó que “lascivias y concupiscencias” es el andar de la carne, “conforme a las concupiscencias de los hombres” y no “conforme a la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:2-3).
Santiago 1:14 dice que el hombre es tentado por sus propios deseos. Porque naturalmente somos “esclavos de concupiscencias” (Tito 3:3). Lejos de Dios el ser humano es arrastrado por la lujuria a la completa degradación moral (Romanos 1:24-27, Efesios 4:19).
Pero tú y yo sabemos que la vida de fe debe romper con ese paradigma. “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación” (1 Tesalonicenses 4:3), y también dice “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia sino a santificación” (v. 7).
El cristiano sabe que “todo me es lícito, pero no todo conviene” (1 Corintios 10:23). Por eso desea en su corazón poder andar como de día, “no en lujurias y lascivias”, vestirse del Señor Jesucristo y no proveer “para los deseos de la carne” (Romanos 13:13-14).
Este es el panorama bíblico en cuanto a la lujuria. Podemos concluir que a la luz de las escrituras, se trata de todo exceso o perversión egoísta y obsesiva del ideal divino en cuanto a la sexualidad humana.
Tristemente somos muchos los que batallamos duramente con este pecado. Y rápidamente nos damos cuenta que, contra el apetito sexual, las buenas intenciones no son suficientes. ¿Cómo apagar el interruptor?
Algunos consejos
1) Aunque Dios nos ha llamado a la santificación, como vimos arriba, una visión correcta de la gracia ayuda a enfrentar y superar las tentaciones; incluso el problema sexual. Debes recordar que Dios no cesa de animarte a apuntar al ideal, pero ha prometido no abandonarte en el proceso. Ha dicho que mientras sigas esforzándote, su gracia te cubrirá.
Una conocida escritora lo dice en estas palabras “Para avanzar sin tropezar, debemos tener la seguridad de que una Mano Todopoderosa nos sostendrá, y que una infinita misericordia se ejercerá hacia nosotros si caemos” (White, HH, p. 157).
Para que el pecado pierda fuerza sobre ti, recuerda que la misericordia de Dios para levantarte es infinita.
2) Sé sincero, sé franco contigo mismo. Admite tus tendencias y debilidades. Reconoce que humanamente eres débil, para que puedas apoyarte por completo en la fidelidad y la fuerza Divina (1 Corintios 10:12-13).
3) Aléjate todo lo que puedas del pecado (2 Timoteo 2:22). Ten presente que «La mejor batalla es la que no se libra». La decisión que podrás tomar con mayor facilidad es la que tomas al comienzo, cuando no has escrito ese mensaje, cuando no te has quedado solo en la casa con tu pareja, cuando aún no has salido de tu cuarto en un hotel de París.
En ese momento es que debes lanzar la llave. Si avanzas, retroceder será más difícil.
4) Renuncia a lo que sabes que te hace daño. Ciertas compañías, una pareja, un lugar de trabajo, unas películas o canciones, algunos canales de televisión o páginas de internet. Toma una firme determinación de renunciar a aquello que representa una fuerte tentación para ti (Mateo 5:29-30).
5) Haz un lema que te sirva de motivación. El mío es «Fidelidad, o muerte». Y me ha funcionado muy bien. Escríbelo en algunos lugares claves, ponlo de fondo de pantalla del teléfono o en el chat de WhatsApp. Cortas palabras que te recuerden que la eternidad es mucho más importante que el placer terrenal.
6) Aunque es muy difícil, ora. Si has aplicado todo lo anterior, y aun así Satanás ha puesto una tentación muy difícil en tu camino, emplea toda tu fuerza para conseguir orar. Después que se ha orado y leído las escrituras, te darás cuenta que caer en pecado es más complicado que no hacerlo.
7) Gana la batalla desde la mente. No estés ocioso, el ocio es un enemigo demasiado poderoso en las manos del diablo. David cayó en pecado por estar desocupado (2 Samuel 11:5). Ocúpate en cosas productivas, y principalmente en el servicio de Dios.
8) Si eres casado, disciplínate a pensar más en complacer a tu pareja que en lo que tú deseas. Mírala como alguien con quien compartir y no como alguien a quien usar. Obsérvala con “santidad y honor” (1 Tesalonicenses 4:4). Aun en el seno del matrimonio la lujuria causará mucho perjuicio.
Si has buscado del Señor y todavía no encuentras solución, solicita ayuda profesional. Pero jamás, jamás pienses que Dios ha terminado contigo. Si tú perseveras, él perseverará junto a ti.