Estuve curioseando en internet sobre algunos récords relacionados con el consumo de alimentos, y quedé realmente asombrado.
Uno de ellos pertenece a Joey Chestnut, que en el Día de la Independencia de Estados Unidos de 2016, se comió 70 perros calientes en 10 minutos; rompiendo su propia marca de 69 perros calientes.
En otra ocasión un joven americano realizó la hazaña de comer 25 hamburguesas en 22 minutos. En total, ingirió más de 5Kg de carne, y 13.250 calorías.
Un hombre llamad Donald A. Gorske ostenta el récord de llevar, en sus 40 años de vida, 28.788 Big Macs consumidas.
Un joven llamado Rix Francisco, en mayo de 2017 consiguió romper el récord de la mayor cantidad de hamburguesas que se pueden comer en un minuto con una sola mano: ¡5 hamburguesas en 60 segundos!
Harold & Kumar afrontó el desafío de comerse el pack de hamburguesas de White Castle, que incluye 30 hamburguesas, 5 patatas y 4 sodas, ¡y lo hizo en 15 minutos con 10 segundos!
También se cuentan variedad de récords relacionados con comida extremadamente grande. Un pan de 1571 toneladas, un sándwich de 735 metros, el hot dog más grande disponible a la venta (3.18 kilos), una moneda de chocolate de 658 kilos, una porción de 1042 kilos de puré de papa, y un corte de carne de 30.11 metros.
Cada vez más el mundo parece hacer de la comida un espectáculo, un juego, un deporte. Lo que trae a nuestra mente el tema de la gula.
Si hemos llegado al extremo de competir con la cantidad de comida que se puede ingerir en cierto tiempo, y de invertir abundantes recursos en la elaboración del platillo más grande jamás visto… ¿cómo evitamos caer en este mal?
La gula
La primera vez que escuché acerca de la gula fue, extrañamente, en clase de castellano de octavo grado. La profesora realizó una actividad en el salón basada en la novela de La Divina Comedia, y a través de ella supe por primera vez que cierta cosa llamada “gula” formaba parte de los pecados capitales.
Probablemente no sea parte de las 3.000 palabras del español más utilizadas, pero en esa ocasión entendí que la gula se define como «desorden o exceso en la comida o bebida». A continuación me hice una pregunta: ¿en serio es tan grave eso? ¿Como para ser un pecado capital?
Dejé el asunto en stand by hasta que en estos días lo he vuelto a retomar. Para estudiar este tema vamos a seguir el siguiente esquema: repasaremos algunos textos bíblicos que podrían ilustrar de alguna manera el concepto de «gula», a partir de ello procuraremos entender su significado en el marco de las escrituras, y culminaremos abordando algunas razones por las cuales Dios condena este mal.
La gula en la Biblia
Observa que en el libro de Eclesiastés Salomón señala como algo muy positivo poder comer y beber: “No hay cosa mejor para el hombre que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo” (Eclesiastés 2:24, 3:13, 5:18, 8:15).
A su vez, los judíos criticaban a Juan el bautista porque no comía y bebía (Mateo 11:18). Es más, hay demasiadas referencias en las escrituras a “comer y beber” como para si quiera pensar en considerarlo algo negativo en sí mismo (ej. Rut 3:7, Nehemías 8:12, Job 1:3, 1 Corintios 9:3).
De hecho, Jesús le dijo a sus discípulos que en su reino se sentarían con él a comer y beber (Lucas 22:30)
Sin embargo, otros textos de las escrituras denotan una actitud distinta hacia el “comer y beber”. Por ejemplo, en el lamentable relato del becerro de oro se dice que el pueblo de Dios se “sentó a comer y a beber, y se levantaron a jugar” (Éxodo 32:6), lo que fue considerado por Pablo como un pecado en 1 Corintios 10:7.
También en Mateo 24:38 Jesús menciona “comer y beber” entre las prácticas de los antediluvianos previo al chaparrón. Y mantiene esta perspectiva negativa en 24:48-49 cuando habla del siervo negligente.
Otro texto curioso se presenta en 1 Corintios 11:22 donde Pablo critica duramente a los creyentes por abusar en la cena del Señor y les pregunta. “¿Pero es que no tenéis vuestras casas para comer y beber?”.
Es decir, comer y beber puede ser algo totalmente sano, un placer digno de ser disfrutado dando gracias al Señor, pero también puede ser un problema. ¿Qué es lo que marca la diferencia? Los abusos.
Por ejemplo, en el texto paralelo a Mateo 24:48-49, Lucas 12:45, no se dice únicamente que el siervo negligente come y bebe con los borrachos, sino que lo hace hasta embriagarse.
Por otro lado, aunque los judíos criticaban al bautista por ser un marginado social, juzgaban a su vez a Jesús por ser “hombre comilón y bebedor de vino” (Mateo 11:19). También en Lucas 5:33 le acusan porque sus discípulos “no dejan de comer y beber”.
Si bien este caso está sesgado por los intereses de los judíos, nos sirve para mostrar que comer y beber será algo sano en la medida que se mantenga un equilibrio. Si los límites son traspasados, algo que es positivo y necesario se convierte en una diversión profana.
Otros textos más nos hablan de estos excesos.
Deuteronomio 21:20 establece que los padres podían llevar a un hijo contumaz, rebelde, “glotón y borracho” ante los ancianos de la ciudad para ser apedreado. Proverbios 23:20-21 aconseja “No te juntes con los bebedores de vino ni con los comilones de carne, porque el bebedor y el comilón empobrecerán”.
En Filipenses 3:19 Pablo se lamenta acerca de algunos cuyo fin será la perdición porque “su dios es el vientre”, “y solo piensan en lo terrenal”. Y «profetiza» que la intemperancia sería una de las cualidades del carácter de los hombres en los últimos días. Serían “amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:3-4).
En su condena contra los ricos de este mundo, Santiago señala “habéis vivido en deleites sobre la tierra y sido libertinos. Habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza” (Santiago 5:5). Y Pedro se une y dice “baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando” en placeres, borracheras y disipación (1 Pedro 4:3).
En la carta a Tito Pablo le aconseja “reprender duramente” a los que son “glotones ociosos” (Tito 1:12).
Y ya hablando en el marco de la fe, en su sermón profético de Lucas 21:34 el Señor advirtió “mirad por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez […] y venga de repente sobre vosotros aquel día”.
Pablo se suma y exhorta “andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras” (Romanos 13:13). Mucho más ahora “conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño” porque nuestra salvación está muy cercana (v. 11).
¿Qué es la gula?
A partir de todos estos textos, podemos extraer de las escrituras una noción sólida en cuanto al significado de la gula.
Esta se refiere a un deseo desmedido por saciar el apetito, que excede en proporción a lo que es verdaderamente necesario. Se convierte en una comida libertina, ociosa, que distrae la mente y la incapacita para apreciar las cosas de carácter celestial.
La gula es ostentación, es avaricia (Lucas 12:15), se hace presente en la mente de aquel que no come para vivir, sino que vive para comer. La gula es consentir el apetito, lo que degenera en la complacencia de otro tipo de pasiones (véase sus consecuencias en Daniel 5 y Mateo 14:1-8).
La glotonería y la embriaguez son hábitos frecuentes en aquellos que viven solamente para este mundo (1 Corintios 15:32); que están distraídos en los disfrutes vanos, en el desenfreno y el derroche. Es el caso de Israel, por ejemplo, que prefería volver a Egipto a comer de las pailas que disfrutar de la bendición y las promesas de Dios (Éxodo 16:3).
Comer y beber es un don de Dios, pero la gula lo convierte en un pasatiempo con abundantes y nefastas consecuencias. En un disfrute banal que daña la salud, embota la mente, la incapacita, somete al individuo a sus propias pasiones, invierte desordenadamente el dinero, y desvía al hombre de los deseos y la voluntad del Señor.
¿Por qué es la gula un pecado?
Imagina que asistes a una competencia de quién come mayor cantidad de comida chatarra en el menor tiempo posible, o que vas con algunas amistades a All you can it. Si observas detalladamente la escena, ¿cuántos males ves?
Yo veo la mente humana absorbida por cosas superfluas ‒precisamente donde el diablo la quiere tener‒, veo personas dañando su salud sin reparar en ello, veo actitudes irrespetuosas y grotescas, veo pequeños atisbos de los bajos impulsos de la naturaleza humana, veo recursos malgastados, abusos y deseos egoístas de excesiva complacencia propia… Cuánto se ve en esa escena aparentemente inocente.
El problema central es la complacencia. Tal como cualquier adicción, y la sexualidad de manera especial, la glotonería y la intemperancia se niegan a dominar los impulsos pecaminosos de la naturaleza humana. Al contrario, les complacen.
El dominio propio es un fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:23, 2 Pedro 1:6), pero si continuamos sucumbiendo en lo que es aparentemente inocente, ¿crees que seremos capaces de dominarnos en las tentaciones más difíciles?
Es necesario empezar a dominar el apetito. Que ninguna hamburguesa de más aparte nuestra mente del Salvador.El consejo del sabio es bastante apropiado: “pon un cuchillo a tu garganta” (Proverbios 23:2).