Preparación para el tiempo del fin – La salvación y el tiempo del fin

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Versículo para memorizar. 1ª de Juan 4:10. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.

Una diferencia fascinante pero crucial entre el cristianismo y las religiones no cristianas es que, si bien estas enfatizan lo que sus fundadores les han enseñado, no enfatizan lo que sus fundadores han hecho por ellos. los cristianos enfatizan no solo lo que Jesús enseñó, sino también lo que hizo, porque lo que Cristo hizo provee el único medio por el que somos salvos. La encarnación de Cristo, su muerte en la Cruz, su resurrección y su ministerio en el cielo solo son los actos lo que nos salva. Indudablemente, no hay nada en nosotros mismos.

EL AMOR DEL PADRE.

“Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Juan 14:9).

Algunos dicen que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios de justicia en comparación con el del Nuevo Testamento, que está lleno de misericordia, gracia y perdón. Hacen entre los dos una distinción que no es válida. Es el mismo Dios, con los mismos rasgos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Si conociéramos bien todos los hechos que rodearon los acontecimientos del Antiguo Testamento, descubriríamos que Dios es igual de misericordioso en ambos Testamentos. La Biblia declara: “Dios es amor” (1 Juan 4:8) y Dios no cambia.

EL AMOR DE CRISTO.

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14).

Cristo era eterno y no dependía de nadie ni de nada para su existencia. Él era Dios; no la mera apariencia exterior de Dios, sino Dios mismo. Su naturaleza esencial era divina y eterna. Jesús retuvo esa divinidad, pero se convirtió en ser humano para guardar la Ley en carne humana y morir como Sustituto de quienes han violado la Ley, que somos todos nosotros. El amor de Cristo por nosotros no es más que una manifestación del amor del Padre por nosotros, ¡entonces no es de extrañar que tengamos tantas razones para regocijarnos y ser agradecidos!

EL AMOR DEL ESPÍRITU.

“porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir” (Lucas 12:12).

El Espíritu Santo ha sido incomprendido, casi tanto como el Padre. Algunos teólogos creen que el Espíritu es el amor entre el Padre y el Hijo. Las Escrituras, sin embargo, revelan su personalidad. Los cristianos se bautizan en su nombre junto con los del Padre y del Hijo. El Espíritu glorifica a Cristo y convence a la gente. Se lo puede agraviar. Es Consolador, Abogado Defensor y Consejero. Enseña, intercede y santifica. Cristo dijo que el Espíritu guía al pueblo a toda verdad. En síntesis, el Espíritu Santo es Dios, como lo son el Padre y el Hijo. Juntos, son un solo Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman de igual modo y trabajan con el fin de salvarnos para el Reino eterno de Dios. ¿Cómo podremos descuidar una salvación tan grande?

LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN.

“porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7:14).

Algunos cristianos se preguntan si serán salvos. Les falta seguridad y anhelan conocer su futuro, en términos de vida eterna. Se esfuerzan por ser buenos y, sin embargo, se quedan cortos. Miran introspectivamente y es poco lo que encuentran que los anime en su experiencia de vida. A fin de estar preparados para el tiempo del fin, debemos contar con la seguridad de la salvación en el presente. Debemos deleitarnos en la realidad de la salvación para enfrentar el futuro sin temor. Como hemos visto, toda la Deidad trabaja para salvarnos y, por lo tanto, podemos y debemos vivir con la seguridad de nuestra salvación. Se nos llama, e incluso se nos ordena, llevar una vida santa, pero esta vida es el resultado de haber sido salvados por Cristo, no el medio para lograr esa salvación.

EL EVANGELIO ETERNO.

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.” (Apocalipsis 14:6-7).

Al evangelio se lo denomina “eterno”. Esta es otra evidencia de que Dios no cambia. Un Dios inmutable tiene un evangelio inmutable. Este evangelio eterno les da seguridad a todos los que estén dispuestos a aceptarlo. El evangelio revela el amor inmutable de Dios, y es este mensaje el que necesita llegar al mundo. Todos deben tener una oportunidad para escucharlo  y necesitan hacerlo, por lo que Dios ha llamado a su pueblo a difundirlo. Escogidos en él “antes de la fundación del mundo”. ¡Hablando de evangelio “eterno”! Incluso antes de la creación de este mundo, el plan de Dios era que tuviéramos salvación en él.

El estudio del sacrificio de Cristo nos ayuda a tener una idea de lo que él experimentó para poder salvarnos. Dos versículos en especial resumen su oferta de salvación. Aceptar su regalo nos asegura la vida eterna, paz en el presente y esperanza para el futuro.

 “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. (Mateo 11:28-30).

“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. (Juan 15:4-5).

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