Lo contrario a fracaso no es éxito, es perseverancia. Y sin embargo, muchos son los que se han quedado paralizados frente a una puerta cerrada. Una derrota significó para ellos lo suficiente como para abandonar su sueño, y grandes ideas y propósitos hoy yacen en el cementerio de la desesperanza.
¿Por qué? Por un fracaso.
Al parecer, leer historias de superación es mucho más fácil que protagonizarlas. Y aun así, de vez en cuando aparece un héroe que, sin capa ni antifaz, demuestra que una caída no tiene por qué ser el final.
Uno de ellos, sin duda, fue Robert M. Pirsig. En un comienzo su carrera prometía mucho, pues apenas a los 9 años tenía un coeficiente intelectual de 170 y adelantó varios cursos en el colegio, a pesar de sufrir acoso por su dificultad para expresarse. Lamentablemente, luego se desinfló.
Pero de su vida llena de altibajos queremos destacar un aspecto encomiable. Robert duró cuatro años escribiendo el primero de los dos libros que publicó: Zen o el arte del mantenimiento de la motocicleta (1974), el cual se convertiría en su gran éxito y legado.
Pero anota este dato. Antes de convertirse en su gran éxito, es probable que pudiese haberlo considerado su gran fracaso.
Después de haber invertido cuatro años de su vida, levantándose a las 2:00 AM para poder dedicar al menos 4 horas diarias para escribir y después ir a trabajar para llevar el sustento a su familia, Robert entró al libro de Récord Guiness por la mayor cantidad de rechazos.
Se registra que al menos 126 editoriales se negaron a publicar su libro. ¿Te imaginas? No, no, no… Una puerta tras otra… Un rechazo tras otro…
Pero al fin la editorial española Sexto Piso decidió aceptar el proyecto, aunque pensaban que no sacarían ganancia alguna de él. Para su sorpresa ‒y creo que probablemente incluso para la del propio Pirsig‒, en el primer año Zen vendió más del millón de copias.
Años después, el libro de Robert habría vendido más de 4 millones de copias y llegaría a ser considerado un «bestseller», siendo incluido en casi todas las listas de los libros que no deberías dejar de leer antes de morir.
Una locura, ¿no crees? Rechazado tantas veces, por tantas editoriales, y luego llegar a la cumbre. Una historia de perseverancia.
Y sobre esto la Biblia tiene mucho para decir…
La perseverancia como una virtud
¿Qué hubiese sucedido si no hubieses dejado de hacer aquello que comenzaste? ¿Si hubieras seguido esforzándote por la chica que te gustaba? ¿Si hubieses puesto todavía más empeño en tu carrera? ¿Si te hubieras dedicado un poco más, si no hubieses retrocedido ante el primer obstáculo?
Hace años llegué a la conclusión de que el verbo «hubiera» no existe. Tal vez nunca debiera haberse inventado. Se refiere a una posibilidad que ya se agotó. A un «quizás» que no fue. A un presente diferente que quedó condenado en el pasado. Pero muchos son los que hoy viven esclavos de lo que «hubiera» podido ser. Y puede llegar a ser muy frustrante.
¿Sabes cómo evitar los «si yo hubiera…» en el futuro? ¡Perseverando hoy! Así de simple.
Me hace ruido cada vez que me cruzo por allí con una de esas imágenes que muestran a una persona que ha cavado muchos metros de arena, y al no encontrar el tesoro, cansado, desistió. Sin saber que a esa altura el tesoro se encontraba apenas a pocos centímetros. Un solo picotazo más, y el «hubiera» sería el presente. Pero desistió.
Este término, perseverancia, se refiere a la actitud de constancia y firmeza, prosecución hacia el alcance de un objetivo, incluso ‒y especialmente‒ ante la adversidad.
Cuando decimos «yo perseveré» usualmente no hablamos de un camino que transitamos y culminamos sin problemas; sino de uno que, aunque escabroso, no fue suficiente para ahogar nuestra convicción.
¡De eso hablamos! Porque perseverancia no es solamente no rendirse. Es no rendirse, y avanzar, poniendo el pecho firme a cantidad de elementos desalentadores. La perseverancia no es perseverancia si no hay una fuerte tentación de tirar la toalla.
Por eso la Biblia habla de la perseverancia como una virtud. En el conocido texto donde Pedro enumera aquellas cualidades a las que el cristiano debe aspirar con “toda diligencia”, dice: “añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento […]; al dominio propio, perseverancia [para el uso del vocablo griego hupomoné ver nuestro artículo El amor es sufrido]” (2 Pedro 1:5-6).
Y esto es porque la gran mayoría de talentos, dones o rasgos afables de carácter no tendrán mucho valor si no van acompañados por la perseverancia. No llegaremos a ningún lado en la vida. Perseverar logra lo que no logran las virtudes. Y perseverancia + virtud es una combinación poderosa en las manos de Dios.
Pablo complementa lo dicho por pedro en Gálatas 6:9 cuando exhorta: “no nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos si no desmayamos”. El principio que expresa es pertinente para toda esfera de la vida.
No te canses, persevera. Si te cansas, jamás segarás. Si perseveras, a su tiempo verás los frutos del esfuerzo. Y déjame decirte que es mucho más satisfactorio mirar hacia atrás y pensar: «me esforcé más de la cuenta y aun así no recibí lo que esperaba»; que decir «no recibí lo que esperaba porque no perseveré».
El salmista dice que “los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmos 126:6). Por momentos el trabajo puede volverse duro y recio; y a veces tocará llorar y sentarse cabizbajos a los pies del Señor. Pero cuando llegue la oportunidad de segar, disfrutaremos del trabajo realizado.
Mira siempre más allá. Fíjate en el objetivo, en la meta, en los resultados que gozarás, y que ningún obstáculo sea suficiente para impedirte perseverar.
Perseverancia para salvación
La salvación no termina con aceptar a Jesús como el rey, el Señor, el Salvador. Recién comienza. Y sin embargo, la salvación es tuya, es real desde ese momento. Juan lo dijo: “Estas cosas os he escrito […] para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
Pero así como después de recibir el platillo que habías pedido, puedes devolverlo si no lo quieres; así también en los negocios con Dios «se aceptan devoluciones».
La salvación es tuya desde el comienzo. Es un regalo de Dios, y en Cristo es tuya. Pero solo en Cristo. Fuera de Cristo, no hay salvación.
Por ello los autores del NT se cansan de hablar de la permanencia y la perseverancia. Porque solo el que persevere en Cristo recibirá al final el galardón.
Algunos textos lo dicen bien claramente: “mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (la misma idea ser repite en Mateo 10:22 y 24:13), “Con perseverancia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21:19), “sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
En la misma línea, el apóstol Juan anima a sus lectores “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2:28).
Perseverar, entonces, es nada menos que la condición para recibir la salvación prometida. Perseverar en Cristo. Ser constantes en nuestra fe, no desmayar ni separarnos de su amor, avanzar a paso firme junto a él, esa es la condición.
Ahora bien, ¿qué significa perseverar en Cristo?
En Hebreos 10:36 es perseverar en hacer su voluntad, sin desanimar.
En Filipenses 3:14 y Hebreos 12:1-2 es perseverar corriendo la carrera, mirando por la fe el gozo y la recompensa final.
En Lucas 9:62 es perseverar sin volvernos atrás de la decisión de seguir y amar a Jesús.
En Lucas 18:1 y Efesios 6:18 es perseverar en la oración en todo tiempo, sin desmayar en la fe.
En Romanos 5:3-4 y Santiago 1:2-4, 12 es perseverar en las pruebas y tentaciones.
En Romanos 2:7 es perseverar en hacer el bien.
En 1 Corintios 15:1-2 es perseverar en el evangelio que hemos creído, reteniéndolo puro hasta el final.
En Apocalipsis 14:12 es perseverar en los mandamientos de Dios y en el mensaje recibido por la inspiración bíblica.
En Colosenses 1:23 es perseverar sin moverse de la esperanza a la cual hemos sido llamados.
Jesús perseveró en nuestra salvación porque ancló su esperanza en los resultados eternos que su muerte aseguraría (Hebreos 12:2). Se consideró totalmente incapaz de cargar por los siglos sin fin con ese gran «Si yo hubiera…». Perseveró, triunfó y nos abrió el cielo.
No te rindas querido amigo, amado compañero de carrera. El camino no es fácil; pero la recompensa será tan gozosa, que un día los sacrificios, las privaciones y padecimientos serán nuestra corona.
Persevera en cada proyecto que emprendas, haz de esta cualidad tu estandarte; pero de manera especial, persevera en Jesús. Que ningún «hubiera» te robe la realidad de la salvación.Un conocido himno cristiano dice: Contigo yo quiero cantar en el cielo, vamos, mi hermano, al hogar.