Hoy el despertador sonó un poco más temprano que de costumbre. Quería comenzar las actividades a buen tiempo para no tener que estresarme más tarde. Abrí los ojos y volví a cerrarlos por un momento para disfrutar del canto de los pajaritos y las tórtolas, que desde muy temprano revolotean por los árboles de nuestro jardín.
Sonreí y pensé: “Una vez más me ganaron, Padre. Ya ellos te están alabando. Nunca se cansan de hacerlo. Nunca se les hace tarde”.
Es tiempo de levantarse para iniciar la jornada. ¿Por dónde comenzar cuando la lista de deberes es tan larga? Muchas veces pienso que necesito días de 48 horas, pero tengo 24 y deberían ser suficientes. Probablemente habrá que sacrificar algunas cosas, pero ¿cuáles?
En una ocasión, hace mucho tiempo, dos mujeres enfrentaron un dilema parecido. El día prometía ser emocionante porque recibirían en casa a un amigo muy querido. Un visitante muy especial al que deseaban agradar y colmar de lindas atenciones fraternales.
Tenían tiempo sin verlo, sin escuchar su cálida voz. Estaban ávidas de empaparse de todas esas experiencias acumuladas durante los últimos meses en su andar por los caminos, entre la gente. Esta vez vendría por un corto tiempo.
María y Marta parecían dos graciosas gacelas, corriendo de aquí para allá entre la casa y el patio. Que si el agua, la comida, la limpieza, el orden, la mesa y un sinfín de cosas más…. También necesitarían tiempo para su arreglo personal. Querían cuidar todos los detalles.
El tiempo avanzó, y cuando el tan esperado visitante llegó, no estaban listas. ¿Qué hacer? ¿Habría sido preferible que demorara un poco más en llegar?
Conocemos bien la historia. Cada una tomó su decisión, que por supuesto, estuvo basada en sus necesidades y prioridades.
Marta pensó que lo más importante era brindarle un buen servicio a su amigo en un lugar bien dispuesto. María, en cambio, escogió disfrutar de su presencia, sentándose a sus pies.
El día transcurrió deprisa y el momento de la despedida llegó muy pronto. La oportunidad pasó.
Muchas veces me he preguntado qué sucedería más tarde, cuando cada una analizó el saldo del día. ¿Sentirían que habían escogido lo mejor? Supongo que las palabras de Jesús resonarían en la mente de Marta: “Marta, Marta… estás muy afanada, pero solo una cosa es necesaria…” (Lucas 10: 41-42).
“Solo una cosa es necesaria”. Nos cuesta mucho entender esto cuando tenemos miles de cosas pendientes y todas parecen necesarias e inaplazables. ¿Cuál es esa cosa verdaderamente necesaria?
Se cuenta que en cierta oportunidad, un matemático brillante subió a un pequeño bote para trasladarse a un poblado distante. Durante la travesía entabló conversación con el humilde joven que conducía la embarcación.
—“¿Sabes leer?” –le preguntó.
Ante la respuesta negativa del joven, el hombre respondió: “Si no sabes leer, has perdido una parte importante de tu vida”.
—¿Sabes sacar cuentas? -insistió en preguntar el hombre.
El joven negó con la cabeza.
—Entonces, definitivamente, has perdido una gran parte de tu vida -refirió nuevamente, en tono un poco molesto.
Rato después el río se embraveció, y ante la inminente zozobra de la embarcación, el joven le preguntó al hombre: “Amigo, ¿sabe nadar?”.
—¡Nooo! Fue su desesperada respuesta.
—Pues lamento decirle que, si no sabe nadar, usted está a punto de perder toda su vida.
Solo una cosa es necesaria, nos dice Jesús. Y esta afirmación es una invitación a analizar nuestras prioridades.
¿Cuáles asuntos están consumiendo nuestro tiempo? ¿Son realmente lo más importante? Porque “¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8: 36).
La vida, con sus múltiples afanes, tiende a hacernos perder de vista lo que realmente es importante: tomar del Agua que saciará por completo nuestra sed, comer del Pan de vida, alimentarnos del Maná del cielo, afianzarnos en la Roca de nuestra salvación; en otras palabras sentarnos diariamente a los pies de Jesús.
Una alabanza que solemos cantar en la iglesia y que me gusta mucho dice así:
El mejor lugar del mundo
Está a los pies del Salvador,
Donde encuentra esperanza
Y alivio el corazón.
Es allí donde me encuentro
Con la fuente del amor.
El mejor lugar del mundo,
Está a los pies del Salvador.
“El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22: 17). Al igual que María, yo quiero aprovechar esta maravillosa oportunidad, todos los días.
¿Y tú?