El trabajo en equipo en la Biblia

el trabajo en equipo en la biblia

“Noches mágicas”, apodan a los encuentros de la UEFA Champions League, ¡y vaya que fue mágica aquella noche del 8 de marzo de 2017! Aunque de este lado del mundo era de tarde todavía, la recuerdo como una de las más emocionantes de mi vida.

Tres semanas antes  había visto a mi equipo vitalicio, el Barcelona F.C, sufrir una derrota aplastante y dolorosa en la ida de los octavos de final de la temporada 2017-2018 contra el Paris Saint-Germain. 

Esa no fue una noche mágica, fue trágica; y regresaron al Camp Nou con un 4-0 en contra.

Jamás en la historia de la competición se había revertido un 4-0; pero Neymar fue el primero en creer en la remontada posteando la frase “1% de posibilidades, 99% de fe”.

En el minuto 87 el Barca ganaba 3-1, necesitaba hacer 3 goles más, y parecía que la esperanza era ilusoria. 

“Todo acabó” ‒pensaba yo‒. Pero justo cuando ya estaba por apagar el televisor, Neymar encendió la esperanza con un gol de tiro libre al 88. 4-1, faltaban dos goles más… ¿sería posible?

5 minutos después, con gran algarabía los barcelonistas celebraban la mayor remontada de la historia de la Champions.

Meditando en lo sucedido, yo cambiaría un poco la frase. Diría: “1% de posibilidades, 99% de fe, y 100% de equipo”. Porque para una noche mágica como esa, no solamente se necesita un hombre, no solo se necesita fe y valor, hace falta un equipo.

Neymar se llevó los reflectores, pero en el fútbol es imposible ganar solo. Cada jugador tuvo que dar el 100% al equipo para que el milagro sucediese. Desde el técnico hasta el portero hicieron su parte. La remontada fue, sin duda, un trabajo de equipo.

¡Trabajar en equipo es necesario! ¿Alguien podría disimular eso? No lo creo. Pero yo quisiera proponerte que no solo es necesario, también es muy bueno. ¿Concuerdas conmigo?

Trabajar en equipo no es fácil

A muchos no les gusta trabajar en equipo, y no los culpo. Un conocido proverbio reza: «si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo». 

Es muy cierto que por no dominar métodos correctos y por no tener la cultura de grupo apropiada, a menudo resultamos chasqueados al intentar trabajar en equipo. Las cosas salen mal, surgen problemas, acaban enemistados, uno termina cargando con todo el peso en el último momento.

Eso conduce a algunos, y entre ellos me he incluido yo muchas veces, a preferir hacer las cosas por cuenta propia. No hay que estar detrás de nadie, no habrá opción para echarle la culpa a alguien más, y haga lo que haga me sentiré satisfecho, porque lo hice yo.

¿Es difícil trabajar en equipo? ¡Sí! ¿Cómo lo solucionamos? ¡Trabajando solos! ¿Resultado? Familias, empleados, estudiantes, iglesias, comunidades, países divididos; cada uno velando por lo suyo propio. 

Pero, ¿sabes qué es lo interesante? Mientras que para cumplir con las responsabilidades o hacer lo bueno somos malos para trabajar en equipo; pareciera que para hacer lo incorrecto las cosas cambian. 

¡Haz la prueba! Pon a un grupo de jóvenes a trabajar juntos para hacer un bien a la comunidad, y pon a otro grupo a coordinarse para hacerle una maldad a alguien despreciable; siéntate, y observa la diferencia.

De hecho, hay un tremendo ejemplo bíblico para ilustrar esto.

Un modelo irónico de trabajo en equipo

El profesor de Pentateuco nos compartió una vez una presentación que llevaba por título “Unidad de propósito”. Al abrirla me hizo ruido el subtítulo: “Lecciones de liderazgo emanadas de la historia de la Torre de Babel”.

Allí fue que caí en cuenta que, a ciencia cierta, la narrativa de Génesis 11 es uno de los mayores ejemplos de liderazgo efectivo, trabajo en equipo y cooperación que se encuentran en toda la Biblia. ¡Y el propósito era rebelarse contra Dios!

Ellos aplicaron los principios tan perfectamente que Dios mismo vio que nada los haría desistir de la obra (11:7)… ¡Qué tremendo! Para lo malo sí nos es fácil unirnos.

Pero esta historia, aparte de demostrar que sí es posible trabajar en grupo, asoma también el tremendo potencial humano del que disponemos cuando nos organizamos en unidad para alcanzar un objetivo; a su vez, nos aconseja descifrar las maneras correctas de convertir un grupo en un organismo eficaz.

Por tanto, la pregunta que debemos hacernos no tiene tanto que ver con por qué trabajar en equipo (aunque destacaremos tres razones puntuales), puesto que sus beneficios no pueden cuestionarse; tiene que ver más bien con cómo hacerlo. 

¿Por qué?

1) Para la salud emocional: aunque Adán podía ser efectivo en solitario en el trabajo que se le asignó, Dios dijo “no es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Somos seres sociales, necesitamos de la cooperación mutua, necesitamos ver hacia un lado y compartir nuestros éxitos con alguien. Si no, el trabajo y sus recompensas se vuelve insípido.

Eso sin mencionar el apoyo físico y emocional que la buena compañía nos brinda cuando el trabajo se vuelve adverso. En solitario somos vulnerables, pero en grupo somos fuertes y tenaces; porque cuando uno cae, se enfría o es golpeado, el otro está allí como su mano derecha (Eclesiastés 4:10-13).

2) Para un mayor potencial: John C. Maxwell ha explicado antes que cada ser humano tiene un «tope» en su capacidad individual, más allá del cual no puede ir. Pero cuando se une en grupos bajo un liderazgo, su «tope» se eleva dramáticamente. 1 Solo hombre no podía construir la torre de babel, para un grupo era más que realizable.

3) Para crecer: si toda la vida trabajásemos de manera solitaria, nuestro crecimiento se vería truncado. Hay aprendizajes que se dan en la dinámica grupal que no se lograrán de otra manera: tolerancia, coordinación, sumisión, liderazgo, habilidades interpersonales, etc… Tú tienes mucho para darle a los demás y ellos a ti. Y esta interacción constante producirá un maravilloso crecimiento (Efesios 4:11-13).

Considero que solamente con estas 3 razones generales (que agrupan muchas más dentro de sí mismas) tenemos suficiente base para explicar por qué no solo es conveniente sino necesario trabajar en equipo.

¿Cómo?

Ahora vamos a la pregunta más urgente. Sabemos que es bueno trabajar en equipo, ¿pero cómo lograr que funcione? He aquí algunos principios bíblicos pertinentes.

Liderazgo bien definido: todo grupo por pequeño o grande que sea, precisa de liderazgo para su éxito. Buena parte de los fracasos en la realización de un trabajo radica en que no existe una «torre de control». ¿Consecuencia? Desorden, descontrol, incumplimiento, etc…

La Biblia muestra claramente que Dios junto con el grupo levantaba un líder para estar al frente. Los jueces, Samuel, Nehemías, Zorobabel, Pedro y después Santiago son ejemplos de esto… 

Los casos de Moisés y Josué son especialmente importantes porque el Señor procuró hacer notable a los ojos de todos quién era el líder (véase Éxodo 17:1-10, Deuteronomio 31). El liderazgo confiere al equipo forma, orden y un sistema básico de rendición de cuentas.

Visión compartida: un grupo no se involucra fácilmente de lleno en un trabajo solo porque el líder lo dice. Cuando hablamos de servicio voluntario debe existir una visión común, un objetivo compartido por todos los integrantes que actúe como la fuerza integradora y motivadora por excelencia.

Nehemías compartió su visión de la construcción con el pueblo, y se identificaron con ella (Nehemías 2:17-18). Perseveraron hasta terminar el muro porque compartían un interés común; les animaba a trabajar el objetivo de ver restaurada su ciudad (4:6).

En el caso de la torre de Babel, suponemos que nadie estaba allí por obligación. Más allá del liderazgo de la obra, el objetivo común era el mayor impulso motivador.

Por tanto, para que el trabajo en equipo sea funcional, es necesario mantener siempre fresca la visión, el objetivo que se persigue alcanzar. Es necesario también buscar formas diferentes de expresar el mismo objetivo de tal manera que todos puedan identificarse.

Si el plan es hacer un campamento, a algunos les motivará salir de la rutina, a otros conocer nuevas personas, a otros más participar de competencias deportivas… El objetivo central debe expresarse de manera que todos se sientan interesados por tomar parte en el trabajo.

Fortalecer el sentido de grupo: el apóstol Pablo plasmó este principio de forma magistral en 1 Corintios 12:14-26. 

Un grupo debe ser semejante a un cuerpo. Los miembros son diferentes, pero todos juntos constituyen el cuerpo. Cada uno depende de los demás, y a la vez todos son imprescindibles. Ninguno es mejor que otro, pero todos son muy valiosos. Y cada quien tiene su función que nadie puede suplantar.

Los miembros trabajan para el bien del cuerpo, y el cuerpo trabaja por el bien de los miembros. ¡Así funciona! En este sentido, para tener éxito el grupo necesita verse a sí mismo como lo que es: un grupo; y no como la simple suma de las partes que lo componen.

Se nos dice que pongamos por encima a los demás antes que a nosotros mismos (Romanos 12:10, Filipenses 2:3), que seamos unánimes, humildes, no mirando únicamente por lo propio (Filipenses 2:2-4), llevando las cargas de los compañeros (Gálatas 6:2), en resumen: sirviendo al grupo (Mateo 20:26-28).

La aspiración de todo miembro debe ser que el grupo alcance sus objetivos, no la ganancia individual (1 Corintios 1:10-12, 3:4-10). Estar conscientes de eso librará al equipo de muchos problemas.

Buena comunicación: esto no se aprende de la noche a la mañana, pero un equipo precisa del buen ejercicio de la comunicación. No solamente ser claro en las instrucciones, estimular el feedback, y hacer uso de un lenguaje asertivo, inclusivo y afectivo; también es saber cómo y cuándo decir las cosas.

El principio bíblico es sazonar nuestras palabras con sal, y procurar siempre responder a cada uno de la forma debida (Colosenses 4:6). No permitir que salga de nuestra boca sino palabras de edificación para los líderes y compañeros (Efesios 4:29).

Esto implica que cuando alguna recomendación o amonestación debe comunicarse por el bien del grupo, debe hacerse. Pablo tuvo que amonestar a Pedro en su visita a Antioquía (Gálatas 2:14). Pero esto sin dejar a un lado los principios bíblicos. 

Otros consejos: 1) Estimular la camaradería y confraternidad (Hechos 2:46); 2) no descuidar el elogio (1 Tesalonicenses 1:3-9; Romanos 1:8, Apocalipsis 2:2, 3, 9), 3) practicar la autoevaluación (1 Corintios 4:8-18), 4) desarrollar el potencial individual con la delegación (2 Timoteo 4:1-8).

Trabajar en grupo puede llegar a ser un gran placer y una obra satisfactoria, no solo será necesario sino muy beneficioso. En unidad podemos lograr grandes remontadas, y éxitos para el Señor cuando seguimos los consejos de la palabra de Dios.