Cuando era apenas un jovencito, mi madre se esforzó en ayudarnos a cultivar el hábito de estudiar la Palabra de Dios. Debo decir que no fue nada fácil al principio. Mi hermano y yo, acostumbrados a otras cosas, no terminábamos de encontrar placer en leer la Biblia.
No por eso mi madre se rindió. Todos los días en la mañana cuando íbamos de camino al colegio, ella nos colocaba a leer la “Matutina” (libro compuesto de pequeñas reflexiones para cada día del año). Luego comentábamos sobre lo leído.
Una mañana leímos sobre un personaje que nunca más pude olvidar. Líder de la reforma en Escocia y considerado padre de la iglesia presbiteriana; hombre lleno de celo y fervor, que cuando predicaba hacía temblar a la audiencia (literalmente). Su nombre fue John Knox.
Vivió en una época muy turbulenta en Europa, en medio de conflictos políticos y religiosos. Recibió educación sacerdotal, se convirtió al protestantismo, fue ministro y capellán real. Estuvo preso, fue esclavo y perseguido, y mantuvo relaciones muy tensas con la reina María de Escocia.
Pero lo más destacado de Knox era su vida de oración. María lo sabía. Sabía que había un poder sin par en las plegarias de ese siervo de Dios. Es conocido popularmente que ella decía “temo a las oraciones de John Knox más que todos los ejércitos reunidos de Europa”.
Y no es para menos. Si has leído alguna oración de Knox, sabrás por qué lo dijo.
Un alegato que siempre estuvo en la boca de Knox fue “Un hombre con Dios siempre es mayoría”, ¡y oraba creyendo en eso! Oraciones profundas, sinceras, francas, llenas de pasión y certidumbre; oraciones que desafían el «respeto» o «fría reverencia» a Dios en el siglo XXI.
Y yo jamás pude olvidar las oraciones de Knox. Una vida de poder como la suya, trastornando el mundo en que vivía, sólo podía ser resultado de una apasionante vida de oración.
¿Es más poderosa la oración que “todos los ejércitos reunidos de Europa”? Parece una hipérbole, sí, pero, ¿lo es a fin de cuentas? Estaríamos hablando del arma más poderosa jamás creada, más peligrosa que los almacenes nucleares de las naciones, ¡y sólo al alcance de una palabra! ¿Será posible?
Lo que sucede cuando oramos
La oración no es, de ninguna manera, solamente la perpetuación de una tradición honrosa de los seres humanos. Tampoco es una terapia conductual, o un espejismo terrenal ilusorio. La oración no es un hecho puramente humano, natural, en la mente del individuo, sin ninguna trascendencia.
Pero lamentablemente, eso es lo que muchos creen.
He tocado puertas de personas con el interés de interceder delante del Dios eterno por sus necesidades y anhelos, solo para recibir un portazo en la cara. Otros me reciben, pero se nota en su rostro que la oración no tiene valor para ellos. Lo aceptan por cortesía.
Y si la oración no fuese más que un hombre o mujer pecadores hablando con algo de elocuencia y certeza, pero sin nada especial, sobrenatural, peligroso; yo también me contaría entre aquellos que no sienten interés alguno de orar.
Sin embargo, por muy generalizada que sea esta opinión, no acierta en cuanto a la naturaleza de la oración.
¿Qué sucede cuando oramos? Me gusta la manera como lo describe el Salmo 5:2, 3 “Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío […] De mañana me presentaré delante de ti y esperaré”.
La oración es como una audiencia con el Rey del imperio más vasto. Estamos fuera de la cámara, preocupados y agobiados por las cosas de la vida. Por medio de la oración las puertas del salón principal se abren y quedamos allí, frente a frente con el Rey. Y él, como el rey Asuero en antaño, nos extiende su cetro en señal de gracia (Ester 5:2).
¡Eso es orar! Es como entrar al aposento real de Dios a exponer nuestro caso, a pedir alguna dádiva, a exigir justicia…
Éxodo 33 ejemplifica el momento solemne que la oración representa.
Moisés había colocado el tabernáculo fuera del campamento por causa del pecado del pueblo. Esta edificación representaba nada menos que la morada de Dios con Israel, el pacto. En él se manifestaba la columna de nube y de fuego, testimonio de la presencia de Dios.
“Y sucedía que cuando salía Moisés al tabernáculo, todo el pueblo se levantaba y miraban en pos de Moisés hasta que él entraba en el tabernáculo” (Éxodo 33:8).
Moisés, como cabeza del pueblo, salía al tabernáculo, y toda la multitud reconocía la importancia de lo que estaba por suceder: se presentaría delante de Jehová en favor de ellos. Una audiencia con el Rey.
“Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía […] y Jehová hablaba con Moisés” (v. 9), “y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (v. 11).
¡No hay mejor ejemplo que esto de lo que sucede cuando oramos! No acontece en nuestra mente, no es subjetivo o místico; en ese momento, por la fe (Efesios 3:12) tenemos verdadero acceso al mismo trono de la gracia (Hebreos 4:16), tenemos libre entrada al santuario celestial (Hebreos 10:19).
¿Qué parábola contó Jesús para mostrar la necesidad de “orar siempre y no desmayar”? Precisamente la de una viuda que se presenta ante un rey, pidiendo justicia (Lucas 18:1-8).
No cabe duda, eso es la oración. Una audiencia con el Rey. No un rey humano, nos presentamos ante el Rey del universo infinito. El que dijo, y fue hecho; el que mandó, y existió (Salmos 33:9), “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3), “el Alfa y la Omega, principio y fin, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso (Apocalipsis 1:8).
Esta imagen de la oración nos permite entender de dónde deriva su poder. En sí misma la oración no es nada. No sería más que un palabrerío. ¿Qué poder tienen las palabras de un hombre? Ni el más mínimo.
Pero Dios determinó que por medio de ella, tuviésemos canal directo e ininterrumpido con el cielo, ¡y eso es lo que le da su poder! La oración no es nada, pero Dios es todo. Y a través de la oración, tenemos acceso al poder soberano e ilimitado de Dios, ¡increíble!
Así las cosas, me abruma que tantas personas en el mundo no quieran orar, no le vean sentido. Si permitiesen que Dios alumbrase su entendimiento (Efesios 1:18), descubrirían el privilegio que están rehusando.
Evidencias de la Biblia
El testimonio bíblico es suficiente para demostrar que no existen límites para lo que Dios, en respuesta a la oración, puede hacer. He aquí algunos ejemplos:
-Después que el siervo de Abraham oró (Génesis 24:12-14), la providencia de Dios dirigió la escogencia de Rebeca como esposa para Isaac de manera milagrosa.
-Por las oraciones de Moisés, los efectos de las plagas que cayeron sobre Egipto cesaban (ej. Éxodo 8:9, 13, 29; 9:28-29; 10:17-19)
-Dios abrió las aguas del mar rojo por el pedido de Moisés (Éxodo 14.15, 21)
-Dios perdonó al pueblo, restauró su presencia y su favor, y concedió a Moisés ver su espalda, todo gracias a la oración (Éxodo 32-34)
-Dios detuvo el sol (Josué 10:13)
-Le dio un hijo a Ana y se proveyó de un sacerdote fiel (1 Samuel 1:10, 20)
-Dios envió lluvia torrencial en el período de sequía en Palestina por pedido de Samuel (1 Samuel 12:18)
-Envió fuego del cielo para consumir el sacrificio de Elías a ojos del pueblo (1 Reyes 18:36-37)
-Eliseo oró a Dios y el hijo de la sunamita fue resucitado (2 Reyes 4:33)
-Los ojos de su criado fueron abiertos y los del ejército sirio cerrados, porque Eliseo lo pidió (2 Reyes 6:17, 18)
-Por la súplica de Ezequías, Jerusalén fue librada de las manos de Senaquerib (2 Reyes 19:15, 35)
-Esdras publicó ayuno y rogó a Dios su protección para su viaje hasta Judea, y Dios les fue propicio (Esdras 8:21-23).
-Protegió a Nehemías, los trabajadores y prosperó la obra en Jerusalén hasta su terminación (Nehemías 4:9, 16; 6)
-Por la oración de Job sus amigos fueron perdonados y él prosperado y bendecido (Job 42:8, 10)
-Dios reveló a Daniel el sueño de Nabucodonosor (Daniel 2:17-19)
-Jesús recibió una evidencia manifiesta de su misión después de su bautismo (Lucas 3:21-22)
-Paralíticos, leprosos, ciegos, mudos, tuertos, endemoniados, fueron sanados al suplicar a Jesús.
-Jesús oró, y 5 panes y dos peces alimentaron a más de 5.000 personas (Mateo 14:19)
-Los discípulos oraron y descendió el Espíritu Santo con poder (Hechos 1:14, 2:1-4)
-Oraron por valentía y poder, y la contestación fue inmediata (Hechos 4:31)
-Jesús oró y Lázaro fue resucitado (Juan 11:41-42), Pedro oró y Dorcas vivió (Hechos 9:40), Pablo oró y despertó Eutico (Hechos 20:10)
-La iglesia oró y Pedro fue libertado de la muerte (Hechos 12:5, 11)
¡Y estos son solo algunos casos! Definitivamente, Dios es grande y poderoso. El milagro se activa, el rumbo de la historia cambia, cosas maravillosas suceden, los hombres son transformados, todo a través de la oración.
Tú también, como Knox y todos los anteriores, puedes tener acceso al arma más poderosa del mundo. La mano de Dios no se ha acortado para bendecir, ni su gracia se ha agotado para salvar.
El Señor ha dicho “pedid y se os dará” (Mateo 7:7), “todo lo que pidáis creyendo, lo recibiréis” (21:22), “si sabemos que él nos oye, sabemos que ya tenemos lo que hemos pedido” (1 Juan 5:15), “Pero pida con fe, no dudando nada” (Santiago 1:6).
Es evidente que “la oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16). ¿O queda alguna duda?
Por tanto, no hay razón alguna para rehusar seguir el consejo de Pablo “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:16), o en otro lugar “orando en todo tiempo” (Efesios 6:18). Pues como dicen por allí: «Mucha oración, mucho poder».