¿Qué es lo que marca la diferencia entre vivir o morir? Una escultura de finales del siglo XIX ofrece una respuesta muy singular.
«Los burgueses de Calais», obra de Auguste Rodin, fue descubierta al público en los jardines Richelieu el 3 de junio de 1895; y la escultura original permanece hasta hoy en la ciudad, con réplicas en muchas partes del mundo.
El rey Eduardo III de Inglaterra había obtenido una victoria importante sobre los franceses en la Batalla de Crécy, y en septiembre de 1346 sitia el puerto francés de Calais. Tras resistir la ciudad durante casi 11 meses, las fuerzas y las provisiones se agotaron, y la moral se encuentra duramente golpeada.
Eduardo estaba furioso por la obstinación de los habitantes, y se muestra inflexible a sus pedidos de misericordia.
Finalmente ofrece una alternativa: si 6 de los habitantes más importantes de la ciudad salen descalzos, con la cabeza descubierta, con cuerdas alrededor de sus cabezas, y las llaves de la ciudad en sus manos, los ejecutará a ellos y librará al resto de la ciudad.
Convocados en el ayuntamiento, el pueblo llora desconsoladamente. Hasta que Eustache de Saint-pierre se coloca de pie como el primer voluntario. Luego otro, otro, y otro. Los 6 son conducidos casi desnudos y humillados hasta la presencia del rey.
Allí, los barones ingleses y la reina Filipa suplican piedad a Eduardo. Le piden que no ejecute a aquellos hombres. La reina se arrodilla y le pide esa única muestra de su favor. Y el rey accede.
La reina lleva a los hombres a su aposento, los atiende, los viste, y regresan a la ciudad como héroes. Eduardo levanta el sitio, regresa a Inglaterra y Calais es librada.
Lo interesante es que 500 años después la estatua no presenta el heroísmo de esos burgueses valientes. Los muestra en su resignada derrota. Pero así: avergonzados y condenados, vivieron. Ellos y toda la ciudad.
Stuart Tyner culmina diciendo “llegamos a ser victoriosos cuando confesamos nuestra debilidad, no cuando pregonamos nuestras fuerzas” [Tomado de Stuart Tyner, 7 retratos del remanente del tiempo del fin, 121-123]
¿Cómo se relaciona esta historia y el mensaje plasmado en esa escultura con nuestro texto de hoy? Es una buena pregunta.
En tiempos de Habacuc
Habacuc estaba muy consternado debido a la injusticia que veía cometerse impune en las calles de Judá. Su clamor punzante “¿Hasta cuándo, Jehová?” (Habacuc 1:1-3) expresa la frustración de su corazón al ver que su objeción y su queja no han sido atendidas; y que Dios parece simplemente ignorar la perversidad y el mal.
Dios le contesta. Pero le contesta de una manera que genera más dudas que certidumbres al profeta. La respuesta de Dios a la maldad de Judá sería traer sobre ellos a los caldeos como el instrumento de disciplina (1:5-11).
«¡¿A los caldeos?!» ‒se alarma el profeta‒. Procede a una nueva queja: ¿Cómo es posible que el impío (caldeos) destruya al que es más justo que él (judíos)? ¡Los judíos podían ser malos, pero no eran peores que los caldeos! (1:12-17).
Dios anuncia la certeza de la visión (2:2-4), y afirma que también para los caldeos, a su tiempo, vendrá el juicio respectivo (2:5-20).
En medio de todo eso, Dios pronuncia las palabras de nuestro texto de hoy “más el justo por su fe vivirá” (2:4), y lo hace contrastando al justo con el “orgulloso” que no prosperará (2:5).
A la luz del contexto es posible desentrañar el significado básico de este texto.
Aunque Dios ha de levantar a babilonia como instrumento de juicio sobre Judá (y la visión no fallará aunque demore 2:3), el texto asegura que los orgullosos e impíos de Babilonia y de Judá marchan hacia su propia destrucción, pero el justo vivirá gracias a su confianza y fidelidad.
No es posible ver en este texto todo el desarrollo posterior que se le da en el NT en el marco de la justificación por la fe, pero el contexto da pie a construir sobre esa base.
Dios señala que, a diferencia de los demás, un remanente en Judá vivirá porque tiene una confianza constante, firme y sencilla en la seguridad de las promesas del Señor, persevera en su fidelidad y en hacer la voluntad del Padre.
El texto da a entender que la vida o la muerte dependen de la fe.
Estas personas de fe vivirán y gozarán del favor, el amor y la seguridad de la bendición Divina.
Habacuc 2:4 y la justificación por la fe
Con 3 menciones importantísimas en el Nuevo Testamento (Romanos 1:17, Gálatas 3:11 y Hebreos 10:38) Habacuc 2:4 se convierte, junto a Génesis 15:6, en el texto cardinal del AT para fundamentar la justificación por la fe.
Y es necesario recalcar, como ya explicamos, que contextualmente es del todo correcto utilizar este pasaje como base bíblica. El justo no perecerá gracias a la fe y la confianza que impulsan su caminar con Dios; y a la vez es esta fidelidad la que lo constituye en “justo”.
En cada una de las tres citas del NT se nota un doble énfasis en el uso del pasaje de Habacuc. El primero señala la fe como prerrequisito de la justicia, y el segundo la fe como único medio de salvación.
La fe como requisito de la justicia
De los tres, especialmente Gálatas 3:11 quiere enfatizar sobre la base de Habacuc 2:4, que la fe es el requisito previo para recibir la justicia de Dios. En este sentido el texto quiere decir que el justo vivirá precisamente porque tiene fe, él es considerado justo a través de la fe y no por ningún otro medio.
Romanos 1:17 también afirma que la justicia de Dios se revela o se participa de ella por (desde) fe y para (hasta) fe, concluyendo con Habacuc 2:4. Pablo está tratando de decir que el camino de la vida del cristiano comienza, avanza y termina sobre la fe. La justicia de Dios es una realidad gracias a la fe.
En este primer caso, la atención se coloca sobre la justicia.
La fe como requisito para la salvación
Pero el segundo énfasis es más notorio en Hebreos 10:38, donde el autor está exhortando a los creyentes a no desmayar en su fe. Les anima a tener paciencia y confianza para recibir la recompensa final. Dice que “el que ha de venir vendrá y no tardará; más el justo vivirá por fe”.
Con esas palabras el autor está diciendo que para recibir la recompensa ‒la vida‒ es necesario vivir y permanecer en la fe. El creyente debe vivir por la fe mientras el que ha de venir llega, para poder vivir eternamente gracias a esa fe. Vivimos por la fe ahora, y en virtud de esa fe viviremos después.
Me gustaría concluir reflexionando en la historia de los burgueses de Calais. ¿Cuál fue su único mérito? Su disposición y su sacrificio. ¿Les salvó su justicia? No. Se humillaron y recibieron misericordia. Gracias a esa misericordia vivieron ellos y todo el pueblo.
Lo único que podemos hacer para ser considerados justos delante de Dios y recibir la vida, es aferrarnos a su gracia por medio de la fe. Como aquellos burgueses, vamos a Dios totalmente arruinados, humillados y desnudos. Y allí, postrados ante el Rey, es donde somos más grandes a la vista del cielo.
Solo por nuestra fe, por gracia Dios nos regala la justicia y la vida eterna. “El justo por la fe vivirá”.