A lo largo de mi vida me han llamado de diferentes maneras. Algunas me gustaban, pero te confieso que otras no tanto. ¿Te ha sucedido? De seguro que sí.
Algunos de mis apodos han sido: Hoy, El gordito bello, Miguelito, Miguelucho, Migue, Maiki, Mikele, Mickey, Besa mi can, Junior Kelly, George Knight, Agapeto, Líder, Siervo, Ministro, Anciano, Varón, Harry, Pequeño Saltamontes, Pejelagarto, Hijo amado, etc, etc…
Como verás, algunos no me agradaban demasiado. Pero lo cierto era que cada nombre, apodo o título que las personas usaban para referirse a mí, reflejaba de cierta manera la forma como me veían.
El nombre es algo oficial, lo único reconocido delante de la ley. Un nombre mal escrito puede significar la pérdida de una herencia, por ejemplo. El nombre tiene gran importancia.
Pero el apodo es personal. Es como ponerse los lentes de quien lo usó en primer lugar, y ver a la persona a través de ellos.
¿Y Dios? ¿Cuál es su nombre? ¿Tiene apodos?
Personalmente, desde que vi la película de La Cabaña ‒la amé‒ empecé a llamar a Dios «Papá», en semejanza a la esposa del protagonista. Y de allí en adelante, esa ha sido la forma más especial como me dirijo a Él.
Es cierto que en la Biblia se da el “nombre de Dios” y numerosos «apodos» (que llamaremos “títulos”) para dirigirse a Él, pero ninguno de ellos transmite para mí el mismo significado especial que cuando uso «Papá».
A continuación hablaremos sobre los nombres o títulos de Dios. Sin embargo, te cuento que cada uno de ellos surgió de la experiencia personal del o los que lo usaron. Cuando te diriges a Dios de esas maneras, lo estás viendo a través de sus lentes.
Por eso te animo para que puedas encontrar tu propia manera de referirte a Él. Algo que sea tuyo, íntimo y especial.
El tema del “YHWH”
Antes de abocarnos a algunos de los títulos que son aplicados a Dios, haremos una parada en el dilema de su nombre.
Cierta vez estaba evangelizando en un sector cercano a mi casa, y me crucé en el camino con un caballero cuya vestimenta aparentaba identificarle como un Testigo de Jehová. Pasando a su lado, con aprecio le dije “Muy buenas tardes, Dios le bendiga”, y avancé unos metros más.
Fue allí cuando escuché su respuesta: “Dios no. Que Jehová me bendiga”.
Nuestros hermanos Testigos han colocado bastante énfasis en el tema del “nombre real” de Dios: Jehová. Y defienden que no debería llamársele de otra manera. Sin embargo, es llamativo que aunque la Biblia hebrea usa el tetragrámaton (“YHWH”) más de 6.000 veces, no observamos en los seguidores del Señor demasiada rigidez en ese aspecto.
De hecho, les gustaba bastante usar «apodos».
Ellos se referían a Dios de muchas maneras diferentes, e inclusive a partir del siglo III a.C los judíos comenzaron a dejar de usar el YHWH por considerarlo muy santo. Es por eso que en todo el Nuevo Testamento no se usa ni una sola vez.
“YHWH” fue el nombre con el cual Dios se identificó a Moisés para distinguirse de cualquier otro dios (Éxodo 3:13-15), y más adelante le dijo que no se dio a conocer a los patriarcas con “mi nombre Jehová” (6:3). También en Isaías 42:8 dice “Yo Jehová; este es mi nombre”.
No parece haber duda, YHWH es el nombre de Dios. Pero debemos notar que en los tiempos de Israel la nación estaba ubicada en un mundo religioso de amplio desarrollo.
A sus alrededores estaban adoradores de Quemos, Dagón, Moloc, Shamash, Elión, Baal, Amun-Ra, y tantos otros. Era una cultura intensamente divinizada, en la cual los nombres elohim, el, adonai, podían ser usados para cualquier deidad.
En ese contexto paganizado Dios se da a conocer a Israel con un nombre único y personal: Jehová. Otros títulos podían prestarse a confusión, pero ese nombre lo identificaría indefectiblemente como el Dios verdadero de Israel.
Nota entonces que cuando el paganismo empezó a representar cada vez una amenaza abierta menos relevante para Israel, y cuando el pueblo fue creciendo en madurez, también dejó de ser necesario llamar a Dios por este nombre.
Hoy en día los cristianos entendemos claramente que Dios es el único Dios; el politeísmo dejó de ser un peligro para nosotros (al menos en la forma como se presentaba en tiempos de Israel). Por lo que identificar a Dios como Jehová para diferenciarlo de otras deidades, perdió su importancia.
En realidad, no creo que Jehová sea el nombre con el cual los ángeles y los seres de otros mundos creados se refieren a Dios. De seguro tendrán maneras variadas de hacerlo. Jehová podrá ser una de ellas, pero no tiene porqué ser la única.
Más allá de todo eso, ¿qué significa? “Jehová” proviene del verbo hebreo “ser”, y es el nombre que resalta la fidelidad de Dios a sus pactos y promesas, es el nombre del eterno, del que siempre está presente y nunca falla. Cuando Israel recordaba el pasado o miraba hacia el futuro pensaba en el “Yo soy”, quien jamás abandona a sus hijos.
Habiendo dejado claro este punto, procedamos a enumerar algunos de los títulos atribuidos a Dios en las Escrituras.
Los títulos de Dios
Cada título que se atribuye a Dios surgió a partir de alguna experiencia que le dio sentido. Y por eso constantemente se estaban añadiendo nuevos. Es decir, los títulos de Dios no son estáticos, sino dinámicos.
Si alguien oraba y Dios contestaba milagrosamente su oración, entonces se sentía movido a llamarle El-Roi “Dios que me ve”, o Jehová-Yireh “Dios proveerá”. Pero si Dios efectuaba una sanación portentosa, quizás preferiría llamarlo Jehová-ropeka “Jehová es tu sanador”.
Si se sentía en peligro de muerte y Dios le protegía con solicitud, podría inclinarse a llamarlo “mi roca”, “mi escudo”, “mi guardador”. Y así con cualquier circunstancia de la vida, Dios tiene una faceta para cada una de ellas.
Las personas iban añadiendo títulos a Dios en la medida que vivían experiencias en las cuales Dios mostraba las distintas facetas de su persona y su obra. Algunos de ellos fueron:
Elohim (Génesis 17:7, Deuteronomio 10:17, Isaías 40:28, 1 Corintios 8:4-6, Efesios 4:6). El primer título de toda la escritura. Bereshit Bará Elohim “En el principio creó Dios” (Génesis 1:1). Elohim es un título universal, plural de El, que se traduce como “Dios”.
El carácter de este título es muy general, muestra la trascendencia de Dios, su gobierno y su poder. Los estudiosos dicen que El significa “poder”, por lo que llamar a Dios “Dios” significa entender que es alguien superior, de un carácter más elevado y portentoso que la simple humanidad. Es un ser poderoso e incomparable en autoridad y majestad. Él dio inicio a todo con su palabra, y de la misma forma lo sustenta.
El Shadday (Génesis 17:1, 28:3, Éxodo 6:3, Job 5:17, Salmos 91:1). Es un título de significado un poco incierto, que aparece mayormente en el Pentateuco y en Job. Se traduce como “Todopoderoso” y “Omnipotente”. Este es el título para las grandes obras de Dios, de su carácter como creador; título de garantía y confianza, de reposo absoluto en su voluntad y providencia, de sujeción. Este es un título para decir: «Es El Shadday quien está conmigo».
Adonay (Génesis 18:27, Éxodo 34:9, Josué 5:14, Juan 20:28). Adonay es el plural de Adon, y hace referencia a un gobernante, un señor. Adonay es un título de obediencia y lealtad, del que reconoce el señorío y la supremacía de Dios, y se somete a Él como un siervo. Es un título familiar para el que se postra en adoración: «Oh, Señor mío…».
Altísimo (Génesis 14:19, 2 Samuel 22:14). Es sabido que una deidad cananea llevaba por nombre Elión (“Altísimo”). Quizás los adoradores del Dios verdadero adoptaron el título con la idea de decir: «¿Sabes quién es realmente el Altísimo? Jehová, Él es Elión». Este término denota la gloria y majestad de Dios, y su posición única y elevada por sobre todo lo creado. Él es demasiado alto y santo para ser comparado con otros.
Padre (Isaías 64:8, Malaquías 2:10, Mateo 6:9, Efesios 1:17, 4:6). En el AT el papel de Dios como padre no acapara muchos reflectores ‒es más bien en el NT donde cobra mayor importancia‒, y sin embargo, también se le adjudica el título. Transmite pertenencia, identidad, cuidado, amor y obediencia. Visualiza a Dios como el originador que guía y protege a sus hijos, pero más allá de eso, lo coloca en una relación de especial intimidad con sus hijos.
Creador y juez (Isaías 43:15, 40:28, Génesis 18:15, Salmos 75:7, Hebreos 12:23, Apocalipsis 4:11). Dios es reconocido repetidamente como el poderoso creador. Es quien formó todas las cosas, y por eso merece nuestra completa adoración. Cuando llamamos a Dios “creador” nos vemos a nosotros como sus criaturas; le pertenecemos, y él tiene toda autoridad sobre nosotros.
Por eso su papel creador está ligado con su papel judicial. Dios es el creador, y debido a ello es también la norma moral y el garante de la justicia. Se muestra como el que hace justicia a sus escogidos, los libra de los malvados, y vendrá a juzgar al mundo.
Anciano de días (Daniel 7:9, 13-14). A Daniel le fue presentado Dios como un Anciano de días sentado en su trono, imagen que subraya la eternidad y la sabiduría infinita de Dios para juzgar. En otras ocasiones también es llamado “Dios eterno” (Salmos 48:14, 90:1-3, Isaías 57:15).
Jehová de los ejércitos y Rey (Salmos 10:6, 24:7-10, 1 Timoteo 1:17). Dos títulos portentosos que presentan a Dios entronizado en majestad. “Jehová de los ejércitos” se usa más de 300 veces en el AT, y junto con el título de “Rey” muestran a Dios poderoso, valiente, guerrero, digno de loor, quien lidera y va al frente de su pueblo, quien gobierna el mundo con justicia.
Abba (Marcos 14:36, Romanos 8:15, Gálatas 4:5). Es uno de mis favoritos. Jesús vino y transformó la relación formal y distante que los hombres tenían con Dios, en una cálida y tierna de un hijo con su «papito querido». Ningún judío en ese tiempo se habría atrevido a llamar a Dios así, pero Jesús no solo lo llamó “Abba”, sino que dijo que a través de él, Dios llega a ser nuestro “Abba” también.
Otros títulos usados con frecuencia para Dios son “El Santo” (2 Reyes 19:22, Salmos 89:18, Isaías 5:19), “redentor” (Isaías 41:14, 44:6, Romanos 11:26), “libertador” (2 Samuel 2:22, Salmos 18:2), “pastor” (Salmos 23:1, Juan 10:11), “salvador” (Isaías 45:21, Lucas 2:11), “roca” (Salmos 94:22), “alfa y Omega” (Isaías 43:10, Apocalipsis 1:8), entre otros.
Y un par de títulos emblemáticos que aparecen una sola vez son “Jehová es la paz” (Jueces 6:24), “Jehová es sanador” (Éxodo 15:26), y “Jehová es mi bandera” (Éxodo 17:15).
Pero de todos los títulos que aparecen en las escrituras, ¿sabes cuál es mi preferido? No tiene discusión. Es Jesús.
Nombre maravilloso, nombre sublime, nombre de esperanza. Pedro dijo que “No hay otro nombre bajo el cielo” que pueda dar salvación (Hechos 4:12), y Pablo dijo que ante ese nombre un día se “doblará toda rodilla” (Filipenses 2:11). Así que mi elección está hecha.
Cada experiencia con Dios trae consigo una nueva visión de él, su bondad y su gloria; y con ello una nueva manera de llamarlo. Día a día nos damos cuenta que Dios es suficiente para absolutamente todas nuestras necesidades.
Así que, ¡no tardes! vive tu propia maravillosa experiencia con Dios, y origina así nuevas formas de llamarle.