¿Cómo vencer la tentación según la Biblia?

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Hasta el 2016 había noqueado a 33 de los 36 rivales que había enfrentado en el boxeo profesional, y 23 de ellos fueron en forma consecutiva. Algunos de ellos llegaban al cuadrilátero invictos, mas eran derrotados en menos de 5 minutos. 

De 350 peleas en el boxeo amateur, Gennady Golovkin, el boxeador Kazajo, perdió tan solo una; y por puntos. De allí en adelante su historial hablaba de un invicto total. 

Un peleador temible, una máquina de demoledora. ¡Y es que un porcentaje de nocauts de 91% infunde temor en cualquier peleador! Incluso, Golovkin mostró los puños varias veces a Floyd Mayweather Jr. y éste nunca quiso enfrentarle.

Sin embargo, desde 2017 las cosas han cambiado. De 6 peleas, GGG solo ha podido noquear a dos de sus oponentes. En la última, su choque con Derevyanchenko, aquella antigua máquina de poder se vio muy disminuida. 

No sabemos qué sucederá con Golovkin antes de su retiro, si mantendrá su invicto o será derrotado (como algunos especulan) de darse su tercera pelea con el “Canelo” Álvarez; pero difícilmente se borrará el recuerdo de tal peleador formidable.

¿Qué se siente subir al cuadrilátero para medirse con una aplanadora como esa? No lo sé.  Pero sí sé cómo duelen los golpes de otro enemigo avasallante que todos conocemos: la tentación.

No tenemos idea de cuál será su récord de victorias, pero en vista de que lleva combatiendo más de 6.000 años, y del poderío que todavía hoy tiene, incluso en los que dicen estarle plantando cara, es lógico suponer que registra muchísimos más triunfos que derrotas. 

No hay ser humano alguno que no haya probado algunos golpes de semejante insensible enemigo. Algunos incluso fueron apaleados para nunca más levantarse. Para colmo, ganarle una vez sólo significa aumentar la fiereza del próximo ataque.

Golovkin envejece y pierde su fuerza, pero a la tentación… ¿Hay manera de vencerle?

¿Qué es una tentación?

Definimos “tentación” como todo impulso de nuestros propios deseos y pensamientos, o toda estratagema de Satanás, que tiene por objeto llevarnos a cometer pecado. 

¿Y qué es lo que se supone que hace a la tentación tan fuerte? Para entender el éxito de la tentación podemos visualizar una ciudad amurallada en lo alto de un monte. Estas fortificaciones, apertrechadas en armas y bien comandadas, suelen presentarse inexpugnables para sus enemigos.

Pero la tentación es un general astuto y tiene mucho a su favor. 

En primer lugar, dispone de una ventaja táctica porque conoce con precisión cada detalle de la construcción de la ciudad, especialmente los puntos débiles que puede explotar para penetrar sus murallas. Así que la tentación puede atacarte donde más te duele (Sansón es un buen ejemplo de esto).

En segundo lugar, la tentación es un diplomático sagaz. Tiene muchos aliados en los propios habitantes de la ciudad, e  incluso dentro de los capitanes. Por tanto, no necesariamente tiene que atacar por la fuerza desde afuera; ¡la mayor amenaza puede estar adentro! 

Nuestra propia naturaleza se inclina magnéticamente hacia el pecado, y terminamos tentándonos a nosotros mimos (Santiago 1:14, Romanos 7:21-23). 

En tercer lugar, la tentación actualiza, renueva e invierte activamente en nuevos armamentos; Sus arsenales no dan abasto para la cantidad de recursos que tiene a su alcance. Y también cuenta con una muchedumbre de mercenarios que maneja a disposición. 

La tentación no solo conoce nuestras debilidades o tiene aliados fuertes dentro de nosotros mismos, sino que también posee todas las armas y el personal humano necesario para explotar esas ventajas (1 Juan 5:19).

En cuarto lugar, la tentación ha estudiado una o y otra vez el desenlace de la guerra de Troya; y le fascina infiltrar enemigos camuflados en aquello que es aparentemente bueno, o al menos neutral. 

De esta manera nos engaña para abrirle la puerta de entrada sin ningún “pero”, y nos hace caer sin siquiera darnos cuenta (ejemplos de esto se infieren de Lucas 9:51, Romanos 2:17-21, 10:3, etc…).

En quinto lugar, si todo lo anterior falla la tentación puede recurrir a la estrategia del sitio. Rodear la ciudad cortando los suministros vitales hasta que la sed, el hambre o la enfermedad los obliguen a entregarse. 

De esa forma sucede cuando conscientemente hemos decidido ceder a una tentación que nos tenía asediados, debido a la presión urgente de nuestras necesidades (1 Juan 2:15-17, Mateo 4:4, 13:22).

Creo que ya comenzamos a entender por qué la tentación es un enemigo tan poderoso. Y no solamente dispone de estos 5 modos de acción; él no respeta reglas ni códigos, todo cuanto pueda hacer para llevar a la ruina a un hombre, no dudará en hacerlo.

¿Cómo vencerle?

Pero Dios no nos ha escogido para ser unos perdedores, sino para ser “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). 

Por muy formidable que sea el enemigo, y por muchos recursos engañosos que tenga a su alcance, no es necesario temer; siempre hay una forma de vencer.

Lo primero que observamos en las Escrituras es que el más grande campeón de peso pesado, el triunfante Rey del cielo, también tuvo que enfrentar al enemigo. De hecho, una conocida canción titulada Campeón de amor plantea un escenario en el cuadrilátero donde Cristo triunfa por sobre el pecado y la muerte.

Cristo vino a este mundo “hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7), y como hombre “padeció siendo tentado” (Hebreos 2:18). Fue “tentado en todo según nuestra semejanza” (Hebreos 4:15), enfrentó cara a cara a ese enemigo despiadado, soportó todos los embates con que él ha sometido a la raza humana ¡y le quitó el cinturón! Fue completamente “sin pecado” (Hebreos 4:15).

Aunque fue tentado mucho más amplia, intensa y vehementemente de lo que nosotros podemos soportar, fue plenamente obediente desde el pesebre hasta la cruz (Filipenses 2:8, Juan 17:4). Nunca pecó, y su recompensa es infinita. 

Vino aquí, al terreno del enemigo, y ganó la victoria destruyendo el imperio del pecado y de la muerte (Hebreos 2:14). ¡Ahora su victoria puede ser la nuestra! Él tiene el poder y la autoridad para socorrer a los que son tentados (Hebreos 2:18).

Quiero decirte que la vida cristiana no se trata de demostrar quién peca menos, sino de experimentar,  y dejarse transformar por el amor de Dios. Por supuesto, la consecuencia del amor a Dios es la obediencia (Juan 14:15). Y allí está la clave para vencer al enemigo.

Ahora bien, ¿por qué muchos salen apaleados a pesar de leer la Biblia, orar y buscar a Dios? Están luchando con la tentación de la manera incorrecta. Están pensando que la vida cristiana se trata de cómo dejar de pecar, y ese esfuerzo solo genera fracaso y desilusión.

¿Quieres saber cuál es el secreto para vencer? Bien. La “batalla de la fe” (2 Timoteo 4:7) que somos llamados a pelear no es en contra del pecado o la tentación, es la lucha diaria de mantenernos unidos a Dios. 

¿Qué significa eso en términos prácticos? Se trata de poner de nuestra parte cada día para que nuestra unión con cristo sea viva y real. En Él está la victoria contra la potestad de las tinieblas, y de Él recibiremos las armas que necesitamos (Efesios 6:10-17).

Se trata de subir al cuadrilátero pensando: «este triunfo ya lo ganó Jesús. Yo no tengo nada que perder. Su amor es más fuerte que el pecado». 

Y así, mirando y gozándonos en Jesús, en la misericordia que nos da cuando caemos, en la seguridad de la salvación, en el poder de su fuerza, en la gloria de sus promesas, la tentación pierde su poder. 

Rehuir al mal, estar armados con las escrituras, orar más, ¡todo eso es importante! Pero procurar ganar la batalla nosotros, es en vano. Ganarla con Jesús no solo es posible, sino fácil ¡y feliz!