Pandemias globales, inundaciones masivas, vulcanismo, contaminación, catástrofes atmosféricas, ataques de rayos gamma o radiación cósmica, la explosión de una hipernova, colisiones con meteoritos o planetas, calentamiento global, tercera guerra mundial, un juicio final, o intervenciones alienígenas…
¡Las especulaciones nunca se agotan! El fin del mundo ha atraído la atención de la humanidad desde mucho antes de Cristo.
Desde las comunidades más primitivas, pasando por los romanos en el 700 a.C, los padres apostólicos, los clérigos de los siglos VIII al XII, los científicos y filosofos de los siglos XVI al XVIII, movimientos religiosos de los siglos XIX y XX, y hasta llegar al temor casi generalizado previo a la llegada del 2000 y el 2012; la gente ha hablado del fin del mundo.
Lo atribuyan a una u otra causa, encuestas recientes dicen que la mayor parte de los norteamericanos creen que en algún momento y por alguna razón, el mundo tal como lo conocemos terminará.
Por eso no sorprende que Judas cite a un profeta tan antiguo como Enoc, séptima generación después de Adán, precisamente hablando acerca del fin del mundo (véase Judas 14, 15).
Y en tiempos tan antiguos, ¿cómo describía la Biblia el fin del mundo? Enoc dice “Vino el Señor con sus santas decenas de millares [de ángeles]”. ¿Dónde quedan los cataclismos, los zombis y los asteroides? Averigüémoslo.
¿Fin del mundo?
Aunque dentro del cristianismo coexisten muchas diferentes interpretaciones con respecto a los eventos escatológicos que acaecerán en los últimos días de la historia humana, casi todos concuerdan en que existirá algún tipo de transición hacia una vida nueva.
Y es que por mucho que las escrituras sean torcidas o malinterpretadas, no puede esquivarse la perspectiva que ellas presentan de la historia como una sucesión teleológica que avanza hacia su culmen.
Mientras que las religiones paganas de la antigua Canaán tenían una cosmovisión circular de la historia, es decir, un ciclo sin fin que se mantenía gracias a los festivales religiosos de los solsticios y equinoccios; la fe de Israel consistía (y consiste) en la esperanza de la intervención salvífica final de Dios tras una línea continua de acontecimientos trazada desde la creación.
El cristianismo conserva tanto la cosmovisión de la historia israelita como su esperanza escatológica.
Y aunque muchos en la actualidad intenten desmentir un posible «fin del mundo», es necesario dejar en claro que si el cristiano eliminara el elemento “cataclísmico” de su fe, entonces ya no podría ser considerado bíblico. Simplemente, la Biblia no existiría sin ello.
Por otro lado, los cambios manifiestos en el orden natural de las cosas, la tensión social, las crecientes catástrofes naturales, las amenazas de desastre y caos, parecen ser indicios que señalan que la vida no podría perdurar para siempre.
La pregunta es, ¿cómo describe la Biblia el fin del mundo?
El fin del mundo en el AT
Cuando hablamos del fin del mundo, la perspectiva que tiene el compendio de los libros del AT se trata de una especie de juicio final. Un ejemplo de esto es el Salmo 82:2 “Levántate, Dios, juzga la tierra; porque tú heredarás todas las naciones”.
En la mente de los escritores del primer testamento, existiría una transición de la vida antigua a la nueva cuando Dios apareciera para juzgar el mundo. A su vez, recibiría todas las naciones nuevamente en posesión e instauraría un reinado universal de paz.
Son los Salmos y los escritos de los Profetas los que más refieren y desarrollan esta esperanza escatológica de Israel. Mientras que los Salmos van a exaltar el papel de Dios como juez y salvador, los profetas conservan esta misma perspectiva, pero la profundizan.
Por ejemplo, son los profetas quienes explican el papel del Mesías. En Isaías 9:6-7, 11:1-12; el capítulo 49, 61, Zacarías 9:9-10, entre muchos otros, se habla del reinado universal de Dios a través del Mesías y la restauración del orden edénico.
En los capítulos 24-26 de Isaías se recalca la venida del Señor como juez y salvador de su pueblo para gobernar la tierra; así también, en los capítulos 35, 65-66 se habla de los “cielos nuevos y nueva tierra” que Dios creará en aquel tiempo.
Daniel habla del Mesías como una roca que destruye a los imperios de este mundo y establece un reino que nunca tendrá fin (Daniel 2:44-45), habla del juicio de Dios (7:9-14), y de cómo el Cristo recibe autoridad para gobernar toda la tierra. También habla de la resurrección de los muertos al fin del tiempo (12:2).
Así que el panorama que emerge del AT se podría resumir en algunas ideas: Dios viene a tomar posesión del mundo, a través del Mesías juzga y destruye a los malvados (Malaquías 4:1), la tierra queda casi destruida (Jeremías 4:23-28), salva a su pueblo, resucita a los justos, y crea un nuevo orden eterno en la tierra.
El complemento del NT
Así, el AT nos ofrece unos pincelazos no muy claros, pero sí suficientes para el progreso de la época en cuanto a la revelación de Dios. Esos pincelazos el Nuevo Testamento los toma, les da forma y los sistematiza en un panorama que, aunque no está libre de interrogantes, abunda en certezas.
En primer lugar, en pasajes como Mateo 24:4-12, 38-39; Lucas 21:26-27; 2 Timoteo 3:1-5; 2 Pedro 2:2,3; 3:3-6; se describen las condiciones sociales que prevalecerán antes del fin del mundo.
Luego se nos habla de las señales que se verán en la naturaleza, tales como oscurecimiento del sol, luna convertida en sangre, caída de las estrellas, grandes terremotos, las potencias de los cielos sacudidas, pandemias globales (véase Marcos 13:24-25; Apocalipsis 6:12-14; 11:13; 16:2;18-21).
Sin embargo, y aún en medio de todo aquello, el mundo estará proclamando “paz y seguridad” (1 Tesalonicenses 5:3).
La intensidad de los eventos de los últimos días irá en aumento, pero el Apocalipsis deja en claro que el mundo no será destruido por ningún fenómeno natural, humano o extraterrestre. Cristo es quien vendrá a poner fin al mundo de pecado (Apocalipsis 19:11-16), y dar lugar a una nueva creación (Apocalipsis 21:1).
Las descripciones concuerdan en que el Señor viene como ladrón en la noche, cuando nadie le espera (ej. Mateo 24:42-44).
Desciende en las nubes del cielo con sus miríadas de ángeles (Mateo 24:30, 31; Hechos 1:9, Apocalipsis 1:7).
Muchos impíos son destruidos inmediatamente por el resplandor de su gloria (2 Tesalonicenses 2:8).
Los santos alaban y celebran su redención (Isaías 25:9, Apocalipsis 19:6, 7)
Se sienta en su trono de gloria y separa a los justos de los injustos (Mateo 25:31-46, 2 Tesalonicenses 1:7, 8).
Lleva a los fieles consigo al cielo por mil años (1 Tesalonicenses 4:17, Juan 14:1-3), mientras Satanás queda recluido en una tierra desolada y vacía (Apocalipsis 20:1-3).
Regresa tras los mil años para juzgar y dar fin a Satanás, al pecado y a la muerte (Apocalipsis 20:10, 14).
Crea nuevos cielos y nueva tierra, e instala su capital en el nuevo mundo. Junto a los hombres por la eternidad (Apocalipsis 21).
¡Ese es el fin del mundo según la Biblia! En realidad no se trata del caos, el miedo y la muerte. Se trata de esperanza; esperanza por la futura victoria de aquel que es digno de redimir el mundo y los que en él habitan, porque fue inmolado (Apocalipsis 5:12).
El apocalipsis no habla de desastre, habla de salvación. Junto a Jesús no hay nada que temer del futuro. Al contrario, se vislumbra un panorama de luz y gloria perpetuas.“¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Apocalipsis 22:20)