¿Habrá algún lector de la Biblia que nunca se haya cruzado o haya escuchado hablar de 1 Corintios 13? ¡Sé de muchos que hasta lo tienen como su texto favorito!
1 Corintios 13 es, sin duda, lo más exaltado que escribió Pablo y uno de los textos más sublimes de toda la Escritura. Y es que, ¿a quién no le gusta hablar del amor? Al cavar un poco más allá de la superficie (que de por sí redunda en belleza), descubriremos todavía más riqueza en esta composición bíblica.
1 Corintios 12-14
El poema del amor se encuentra enmarcado en la sección de la carta a los corintios que aborda el tema de los dones espirituales. En ella Pablo confronta algunos errores que los creyentes en ese lugar estaban cometiendo por carecer del conocimiento necesario: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (1 Corintios 12:1).
El problema no era que ellos desconocieran en su totalidad de este asunto, sino que su comprensión era parcial y por ello se estaban introduciendo distorsiones que causaban problemas y rivalidades en la comunidad.
Por ello Pablo comienza enfatizando que todo don espiritual es producto de la obra del “mismo Espíritu” (12:4, 8, 9, 11), quien los reparte a cada uno como él quiere. Todos, por medio del mismo Espíritu, han llegado a formar parte de un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo (12:27). Y esta analogía tiene varias implicaciones, teniendo por consecuencia básica la unidad y la armonía (12:14-26).
Podemos suponer que se estaban presentando serios problemas de jactancia, menosprecio y divisiones entre ellos; lo cual es irónico, puesto que los mismos dones que debían servir para edificar a la iglesia de Dios, estaban siendo utilizados para dañarla.
Debido a eso Pablo termina el capítulo diciendo “Procurad, sin embargo, los dones mejores. Ahora yo os muestro un camino mucho más excelente” (12:31). Ellos debían “procurar los dones espirituales” (14:1), ¡claro!; Pero mal entendidos y mal usados, no servían para nada.
¿Y cómo hacer que funcionen? De eso trata el capítulo 13.
1 Corintios 13
Me declaro un fanático de este capítulo. Podría leerlo todo el día. Recuerdo, incluso, una experiencia cómica con el verso 7; cuando hace tres años encendí la clausura del campamento anual dedicándole unas palabras inspiradas en ese texto a la joven que había flechado mi corazón.
Pero 1 Corintios 13 no fue concebido como una carta de amor. No nació para ser usado como dedicatoria. No fue un Pablo enamorado el que redactó sus preciosas líneas; fue un pastor angustiado por su congregación.
No tuvo un fin retórico, sino meramente teológico. Fue colocado en esta posición para servir como la respuesta a todas las luchas y problemáticas de la iglesia de Corinto. Su mensaje llega a ser nada menos que la esencia misma del evangelio de Jesucristo; el amor que se expresa en estas líneas es el todo, y la necesidad más urgente de cada creyente.
No son los dones, no son los cargos, no es el líder al que seguimos o el que nos bautizó, ¡el mayor milagro del Espíritu, la cualidad más deseable y la mayor necesidad de la iglesia es ‒escúchese bien‒ el amor! Y en sus 13 versículos procura afirmar esto de todas las maneras posibles, evidentes en la estructura del texto.
1 Corintios 13 pude dividirse en 4 partes fundamentales: La supremacía y la eficacia del amor (1-3), la naturaleza del amor (4-7), la eternidad del amor (8, 13) y un paréntesis (9-12).
Pero antes, unos breves comentarios en cuanto al término «amor» según es utilizado en las Escrituras.
El amor en la Biblia
«Amor» es una palabra creada para ser vivida, y no necesariamente explicada. Y sin embargo, la falta de explicación es lo que causa millones de malentendidos diariamente en el mundo. ¿Qué significa cuando digo “te amo”? Probablemente no sea lo mismo que cuando lo dices tú.
¿Y qué significa cuando lo dice Dios?
Inferimos que es quien puede darnos la explicación del amor más satisfactoria, pues solo de Dios puede decirse que “es amor” (1 Juan 4:8). Él no siente ni practica el amor, es su esencia. Es su carácter.
Para explicar este amor puro y perfecto que proviene del mismo corazón de Dios se utiliza el sustantivo griego Ágape. Y es de este amor ágape que se habla en 1 Corintios 13.
No es una palabra muy usada en la literatura griega, y por ello debemos asumir que se trata de un vocablo tomado por los cristianos para expresar una experiencia mucho más grande y plena que las palabras comunes: eros y fileo.
Algunos han dicho que en lugar de referirse a un estado emocional o sentimental, ágape se refiere a principios, a determinaciones conscientes. Según esta manera de verlo, se trata de un “amor respetuoso y de estima, un amor que pone en juego los poderes superiores de la mente y de la inteligencia”.
Y considero esta perspectiva acertada. Pero si el amor ágape fuese sólo esto, nos quedarían lagunas.
¿Acaso Dios nos ama de esa forma, sin experimentar hacia nosotros alguna clase de sentimientos y emociones? ¿Será que cuando dijo “con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3), o cuando comparó su sentir con el de la gallina que junta a sus polluelos (Mateo 23:37), se refería a un amor puramente intelectual?
Si fuese así, entonces no sé a qué podría referirse Pablo cuando dice que repartir todo lo que se tiene o entregarse como mártir, pero sin amor, no sirve de nada.
Considero que el amor bíblico involucra las emociones, pero no se limita a ellas. Dios, definitivamente, debe sentir una gran solicitud por cada criatura que ama; y el amor del cual nos habla 1 Corintios 13 no podría ser una realidad si estuviese incompleto; ya sea que le falte lo intelectual o lo emocional.
Así es el ágape. Un amor que se fundamenta sobre principios sólidos, conscientes y perdurables, pero que no carece de afectos entrañables hacia el objeto del amor. Lo primero da lugar a lo segundo. Pero si falta lo segundo, no sería amor. Sería respeto o sacrificio.
Este amor, que es el mismo que existe entre Jesús y el Padre (Juan 17:24, 26), es el que existirá en nosotros (Gálatas 5:22, Colosenses 3:14), y que manifestaremos a los demás (Juan 13:34-35; Romanos 12:9-10).
Teniendo por trasfondo el carácter del amor bíblico, aproximémonos al texto.
La supremacía del amor (vv. 1-3)
La idea central de la perícopa es: el amor es superior a todos los dones, y todos los dones solo tienen sentido en el amor.
De manera poética Pablo pesa al menos 6 de los dones espirituales en la balanza del amor y los halla faltos:
-“Si hablase lenguas humanas o angélicas” (llevando a la mayor expresión posible el don de lenguas)
-“Si tuviese profecía”: don de profecía (12:10, 28, 14:1, 5)
-“Si entendiera todos los misterios y todo conocimiento”: don del conocimiento (12:8)
-“Si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes”: don de la fe (12:9)
-“Si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres”: don de la repartición (Romanos 12:8)
-“Y si entregara mi cuerpo para ser quemado”: don del martirio
Aún si tuviese todos estos dones y los elevara a su máxima expresión, hablando lenguas angélicas, trasladando montes, comprendiendo todos los misterios, repartiendo todos mis bienes; SI NO TENGO AMOR, la repuesta es enfática: Soy como címbalo que resuena (v. 1), nada soy (v. 2), de nada me sirve (v. 3).
Es decir, con mi servicio no lograré nada porque es necesario el amor para que rinda algún fruto. Con lo que sé y hago no seré nada, porque todos los talentos y capacidades sin amor no valen a la vista de Dios. Y lo que haga o entregue no me servirá, porque el amor es la única motivación aceptable.
Si en lugar de hacer todo eso y brillar a los ojos del mundo, lo poco que puedo hacer lo hago con amor, seré considerado delante del cielo como un siervo bueno y fiel; digno de honra y honor.
El amor es el don más valioso, y es también el que le da lustre a todo servicio, ministerio o trabajo humano. Sea lo que sea que hagas, cantar, diseñar, predicar, enseñar, o liderar, recuerda que solo producirá frutos, solo te dará estima, y solo serás recompensado si lo haces motivado por el amor de Dios.
De hecho, toda oración, toda lectura, todo milagro, toda obra misionera, ¡Y absolutamente todo lo que hacemos como creyentes! Tendrá valor alguno cuando sea fruto de nuestro amor por Jesús (Mateo 7:21-23 cf. 1 Tesalonicenses 1:3)
La naturaleza del amor (vv. 4-7)
Pablo ha expresado la centralidad del amor para la experiencia cristiana, y ahora desplaza la atención por un momento de los dones espirituales para describir la naturaleza del amor.
No es difícil notar que las características que Pablo menciona están claramente relacionadas con los problemas de Corinto. En realidad parece resaltar la naturaleza del amor como el don más perfecto, a fin de hacerles ver cuánto carecen de él; y cuánto lo necesitan para poder superar sus dificultades.
No necesitan más conocimiento ni más lenguas, necesitan más amor para poder ser la iglesia que Dios espera; y más aún, para poder reflejar verdaderamente la gloria de Cristo.
Podemos mencionar algunos de estos paralelos con el resto de la carta: es sufrido (4:8-14; 6:8), es benigno (9:11-15), no es jactancioso (1:12; 3:4; 4:8), no se envanece (4:18; 5:2; 8:1-2), no hace nada indebido (6:7, 12; 10:6-10; 11:17-22), no busca lo suyo (10:24, 33), no se irrita (3:3), no se goza de la injusticia (5:2).
Un amor así solo puede ser resultado de la obra de Dios en el corazón. Los seres humanos somos más bien por naturaleza todo lo contrario a estas características. Llegar a experimentar esta clase amor incluso por nuestros enemigos (Mateo 5:44) es el mayor milagro que pueda realizarse.
Por eso el Señor Jesús indicó que el amor sería la característica distintiva de sus seguidores (Juan 13:35); y Juan les recuerda a sus lectores que amar es la evidencia de que se ha nacido de Dios (1 Juan 4:7).
Personalmente tengo una sed muy grande de dar y recibir un amor como ese. Si en nuestras relaciones personales, en nuestras iglesias, y en nuestro caminar con Dios fuéramos gobernados por tales impulsos, ¡Cuán felices seríamos!
Pero recuerda: esto es un don de Dios. No nace en nuestro corazón, proviene de aquel ser que verdaderamente “es amor”.
La eternidad del amor (vv. 8, 13)
Ya se han presentado dos razones por las cuales el amor es “un camino más excelente”: 1) Su valor es superior a cualquier otro don, y le da sentido; 2) impulsa nuestra vida, nos llena de gozo y paz, fortalece nuestras relaciones interpersonales, nos ayuda a proyectar y experimentar el carácter de Dios.
Pero hay una razón más. El amor, a diferencia de todos los demás dones, jamás caducará. ¿Profecías? Se acabarán. ¿Lenguas? Cesarán. ¿Conocimiento? Terminará (lo que hoy podríamos considerar “conocimiento” quedará prácticamente en el olvido). Pero el amor “nunca deja de ser” (v. 8).
El paréntesis explica que todos los dones que aquí ejercemos son “en parte”, y cuando venga lo “perfecto” (vv. 9, 10), todo lo que es en parte acabará; quedará sumamente eclipsado por la plenitud de lo completo y eternal.
Pero el amor siempre es el mismo, y por siempre y para siempre permanecerá.
Dejémonos conquistar por el amor de Dios, y ese amor ágape será una realidad en nosotros. No solamente nuestro trabajo será más fructuoso y nuestras relaciones más felices, también tendremos mayor recompensa. Recompensa perfecta, que nunca acabará.