Servir a los necesitados – Amar misericordia

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Versículo para memorizar. Salmos 11:4-5. “Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos; es clemente, misericordioso y justo. El hombre de bien tiene misericordia, y presta; gobierna sus asuntos con juicio”.

¿Cuáles deberían ser las prioridades de nuestra vida, según los principios del Reino enseñados por Jesús? ¿Qué lugar ocupan los necesitados dentro de esas prioridades? ¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia ellos?

LAS PRIORIDADES DEL REINO

“Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Jesús delineó en sus enseñanzas cuáles debían ser las prioridades de los ciudadanos del Reino de los cielos:

• Suplir nuestras necesidades básicas (Mateo 6:25-32). Sin agobios. Conscientes de que Dios se preocupa de suplirlas.
• Buscar el reino de Dios (Mateo 6:33). No enfocarnos en nosotros mismos, sino en las necesidades del reino de Dios.
• Buscar la justicia del reino (Mateo 6:33. Ser activo en ayudar a los necesitados y a los oprimidos.
• Obedecer a las autoridades (Mateo 22:21). Someterse a las autoridades (Romanos 13:1-7), cuando no entren en conflicto con la Ley divina (Hechos 5:29

¿Cómo deberíamos actuar cuando las prioridades 3 y 4 entran en conflicto?

FATIGA POR COMPASIÓN

“Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?” (Santiago 2:15-16).

Como cristianos, debemos ser compasivos y ayudar a los necesitados. Pero esta ayuda no debe materializarse de una forma irreflexiva. Observa estos puntos:

• Compasión. Debemos reconocer el dolor de los que sufren y empatizar con ellos.
• Educación. Debemos escuchar y aprender sobre la situación concreta, y no actuar sin la información necesaria.
• Oración. Antes de poner en práctica cualquier acción, debemos buscar la sabiduría que viene de lo alto.
• Expectativas. Debemos ofrecer nuestra ayuda, aun cuando las personas beneficiadas no respondan de la manera que esperamos o deseamos.

GENEROSIDAD

“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2ª de Corintios 9:7).

No siempre se puede ayudar personalmente a los necesitados, especialmente cuando la situación de necesidad se produce en lugares lejanos. En estas situaciones, la ayuda económica suele ser una buena opción. Es por ello que la Biblia nos invita a ser generosos (Pr. 19:17). Nuestra generosidad nace como una respuesta a la generosidad divina (1Cr. 29:14; 2Co. 8:9), y funciona como un antídoto efectivo contra el egoísmo. La generosidad no es algo puntual o forzado en la vida del creyente. Debemos cultivar un espíritu generoso, un deseo permanente de ayudar a los demás.

TRABAJAR POR LA PAZ

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).

Los conflictos entre naciones, tribus, etnias, comunidades, o los causados por motivos económicos o políticos, generan sufrimiento constante y una gran necesidad de ayuda humanitaria. No solo somos llamados a responder ante estas necesidades, sino a poner paz (en la medida de nuestras posibilidades) en medio del conflicto. Jesús nos enseñó a evitar los conflictos desde su propia base: no enojarnos ni guardar rencor; amar a nuestros enemigos; orar por los que nos persiguen; … El “evangelio de la paz” comienza con nuestros pensamientos acerca de los demás, y la forma en que los tratamos.

UNA VOZ PARA LOS QUE NO TIENEN VOZ

“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” (Isaías 58:1).

Si somos las manos y pies de Jesús sobre esta tierra (para hacer el bien a los necesitados), también debemos ser la voz de Jesús para clamar contra la injusticia y la opresión. Al igual que los antiguos profetas, debemos ser la voz del que no tiene voz, y pronunciarnos a favor de aquellos que no pueden defenderse, ni salir por sí mismos de su penosa situación. Como individuos, nuestra voz puede tener poca fuerza para cambiar una situación concreta, pero no por eso debemos callar. Además, como iglesia (local, nacional o mundial), tenemos mayor fuerza para hacer oír nuestra voz a favor del desamparado.

Nota de EGW: “Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por los pobres y dolientes. Y si nosotros somos seguidores de Cristo debemos cultivar también la compasión y la simpatía. El amor por la humanidad doliente debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán que se les ayude. Entre ellos existe una dorada oportunidad para proclamar el Evangelio y para poner en alto el nombre de Jesús, la única esperanza y consolación del ser humano. Cuando la persona que sufre obtiene sanidad, y se ha demostrado un interés viviente por el alma afligida, entonces el corazón se abre y se puede derramar el bálsamo celestial sobre él. Si acudimos a Jesús y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros” (Consejos sobre la salud, pg. 34).

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