Las etapas familiares – Cuando estamos solos

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Versículo para memorizar. Génesis 2:18. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para
él”.

“No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Dios creó al ser humano para vivir en compañía. Éste es, pues, su estado ideal. No obstante, hay personas que viven en soledad, ya sea porque las circunstancias les han obligado, o por decisión propia. A la luz de las enseñanzas bíblicas, analizaremos la compañía y la soledad.

EL COMPAÑERISMO

“Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo” (Eclesiastés 4:9 NVI).

Salomón da razones de peso para invitarnos a compartir nuestra vida con una persona en matrimonio, y con Dios (“¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” (Eclesiastés 4:12 NVI)). Si uno tiene un problema, su cónyuge puede ayudarle. Si se desanima, el otro le animará. Juntos, pueden resolver situaciones que no podrían resolver por separado. Aún a nivel menos íntimo que el matrimonio, las personas necesitamos compañía. Pero el solo hecho de estar cerca de otras personas no significa que alguien no pueda sentirse solo, enajenado y necesitado de compañerismo.

LA VIDA DE SOLTERO

“Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo” (1ª de Corintios 7:8).

¿Contradice el consejo de Pablo el consejo dado por Dios en Génesis 2:18? Aconsejando sobre la vida familiar, Pablo nos sorprende con estas palabras. Pero, inmediatamente, aclara que este consejo deben seguirlo aquellos que tienen “don de continencia” (v. 9). Es decir, Dios les ha dado el don de no necesitar tener una vida conyugal. Por otra parte, la persona soltera puede dedicarse más plenamente al trabajo misionero (v. 32-33). Así lo hicieron Jeremías (soltero) o Ezequiel (viudo). Aún en soledad, no necesitamos estar completamente solos. Jesús dijo: “no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32).

CUANDO EL MATRIMONIO SE ACABA

“«Yo aborrezco el divorcio —dice el SEÑOR, Dios de Israel—, y al que cubre de violencia sus vestiduras», dice el SEÑOR Todopoderoso. Así que cuídense en su espíritu, y no sean traicioneros” (Malaquías 2:16 NVI).

El divorcio rompe el plan original de Dios para la familia. Pero a causa del pecado, Dios ha permitido que esta unión –que debería dudar toda la vida– pueda romperse en ciertas circunstancias (Mateo 19:8; 5:31-32). El divorcio produce sensaciones de duelo, depresión, enojo y soledad. La Biblia nos invita a realizar todo esfuerzo posible para evitar esta ruptura, logrando la reconciliación a través del amor, el perdón y la restauración (Oseas 3:1-3; 1ª de Corintios 7:10-11; 13:4-7; Gálatas 6:1). Cuando no se ha podido evitar el divorcio, la iglesia debe apoyar, consolar y animar.

LA MUERTE Y LA SOLEDAD

“Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla” (Génesis 23:2).

Desde que Adán y Eva pecaron hasta el momento de la Segunda Venida de Jesús, la muerte es el destino de todos nosotros. Evidentemente, la muerte produce una separación inevitable, dejando en completa soledad al cónyuge que le sobrevive. El tiempo cura la herida, pero el vacío permanece. Por eso, Dios nos ha dado la esperanza de encontrarnos de nuevo con nuestros seres queridos, y de vivir junto a ellos en una Tierra Nueva donde la muerte ya no existirá más (1ª de Tesalonicenses 4:16-17; Apocalipsis 21:4).

ESPIRITUALMENTE SOLO

“Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado” (Isaías 54:5).

Una persona está espiritualmente sola cuando su cónyuge no comparte su fe. Debe vivir su vida espiritual en soledad. No puede orar con su cónyuge, ni asistir a la iglesia con su esposo o esposa. Hay tres motivos por los cuales puede una persona encontrarse en esta situación:

• Por haberse casado con una persona no creyente.
• Por haber aceptado a Cristo estando ya casado o casada.
• Porque el cónyuge creyente ha abandonado la fe.

Es importante que apoyemos, personalmente y como iglesia, a estas personas brindándoles su amor y apoyo de forma especial.

Nota de EGW: “El Señor siempre está vigilando para impartir, cuando más se las necesite, nuevas y frescas bendiciones: fuerza en el tiempo de debilidad; socorro en la hora de peligro; amigos en tiempos de soledad; solidaridad, divina y humana, en tiempos de tristeza. Estamos en camino al hogar. Aquel que nos amó tanto como para morir por nosotros, también nos ha preparado una ciudad. La nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso; y no hay tristezas en la ciudad de Dios; ni siquiera un lamento. No se escucharán endechas por esperanzas quebrantadas o afectos sepultados” (Hijas de Dios, pg. 220).

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